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LA SITUACIÓN POLÍTICA VASCA
Columna
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El vacuo y útil lenguaje

Critica el autor la asunción por los partidos constitucionalistas de conceptos y lenguajes no inocuos del nacionalismo.

El lehendakari, Juan José Ibarretxe, tras el acuerdo sobre el Concierto Económico, dijo que no era cuestión preguntarse quién había tenido la culpa de que no se hiciera antes. Tal vez porque era demasiado evidente de qué lado estaba la confrontación interinstitucional. Es más, algunos creíamos que las cuentas iban a empezar a clarificarse, y que el Estado iba a intentar rentabilizar políticamente lo que se ha definido como los costes de la no España.

Pero es paradójica la benevolencia previa del Gobierno del Partido Popular en este asunto. También lo es que cuando se valoran las cuentas sobre los acuerdos del Concierto se habla en términos de 'nos favorecen' o no, y no en términos de si es justo o no. Pero son las formas y estilo del marketing político institucional del Gobierno vasco. El lenguaje político de muchos jóvenes del Partido Socialista de Euskadi, por ejemplo, es diferente, pero no ajeno al estilo que el nacionalismo y organizaciones de la Iglesia católica han impregnado a su lenguaje político.

El diálogo se traduce en exigencia de acuerdo, cuando la democracia es la organización del desacuerdo

No hay más que ver las cartas, artículos y manifiestos tras el intento de asesinato de Eduardo Madina, en los que, tras las palabras lógicas y emotivas de condena y condolencia, se ve la enorme vacuidad política. Se cubre ésta con un lenguaje que en general resulta más ñoño que poético, o en el que se percibe que la adjetivación y la metáfora no tienen contenido aprensible, sino que es manto de despiste político. Un estilo en que los responsables de Elkarri siempre han sido adelantados.

Supongo que no es del todo casual que los miembros del PSE que valoran a Elkarri por otra cosa de lo que significa -que es la utilización de ETA y de la violencia como soporte argumental para favorecer el proyecto nacionalista en un proceso negociador que se define como 'diálogo'- se impregnen de ese estilo. Y tampoco que muchos de ellos provengan de entornos político-religiosos.

Es un lenguaje para esquivar el análisis sobre hechos reales, lo que anula el diagnóstico lógico y la propuesta de acción política democrática que se desprendería del mismo. Este lenguaje ha conseguido apriorismos que valoran positiva o negativamente sin reflexión y sin contenido preciso.

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Por ejemplo: vasquismo, catalanismo, todos los términos de la jerga de la farándula rojillo-regionalista tienen una prevaloración positiva. Lo cual hace coincidir la vacuidad y la estupidez, sin mayor conciencia, entre personas que se consideran formadas y cultas. 'Vasquismo' ¿bien?; 'alavesismo'¿mal?; bizkaitarrismo ¿comme ci comme ça?; 'navarrismo' ¿ça depend?, si tiende a vasquista, foralista o para el zazpiak bat; 'europeísmo' ¿bien?; 'catalanismo' ¿bien, también?; 'españolismo' ¿puaf? Qué horror, cuanta miseria de pensamiento generalizado se ha impregnado en el uso corriente del lenguaje político de la población.

Así, 'el diálogo' se traduce en exigencia de acuerdo, olvidándose de que el sistema democrático es la organización del desacuerdo y ningún desacuerdo justifica el asesinato. Ellos repudian el terrorismo y el miedo, pero en vez de pedir la aplicación de la ley con todas sus consecuencias, y al Estado de derecho la anulación de quien lo practica, le pide el diálogo. Que acuerden y que no se les ocurra ilegalizar al soporte fascista del nacionalismo etarra. Una secuencia ilógica, que no tiene ningún soporte político razonable. Ah, pero la falta de consecuencia y racionalidad democrática se esconde tras el lenguaje del 'diálogo sin exclusiones' que, si bien está vacío de racionalidad en su estructura argumental, tiene consecuencias de desarme político, porque no demanda las actuaciones políticas precisas, que se desprenderían del análisis más básico desde el criterio de defensa de libertad de los ciudadanos.

En cambio, se oponen a ello con fórmulas retóricas que favorecen, por omisión, la persistencia de lo que se critica. Pues no sólo no se combate, sino que se rechaza la firmeza democrática con declaraciones como las del director de Derechos Humanos del Gobierno vasco, por no hablar de las de Elkarri -en la misma línea del PNV- de priorizar la valoración de Batasuna como un referente electoral de parte de la población sobre el hecho cierto, sabido, indisimulable, de ser una organización fascista, soporte político, logístico y de información del terrorismo nacionalista de ETA.

Por esa pendiente ruedan las juventudes del PSE que colaboran con Elkarri. Y tras ellos el PSE con el responsable de la gestora al frente, cuyo curioso y lamentable protagonismo político para el papel que se le supone, reorienta la política del PSE hacia acuerdos con el nacionalismo. El proceso de descomposición del PSE y del PSOE ya ha comenzado. El proyecto de Estado de toda la izquierda de España está mediatizado por el nacionalismo.

Hablaremos de ello, pero el lenguaje volverá a trampear el análisis y las consecuencias políticas de esta afirmación. Quien dice haber descubierto que España es una imposición, el 'reputado beato' y el resentido viajero, contribuirán a ello. Sin duda.

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