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Más fiesta que crispación en la marcha de la afición céltica

Una vez más, los hinchas del Celta protestaron en la calle. El protagonismo de los partidos rearbitrados por los comités, uno de los cuales levantó la sanción a Cáceres y Mostovoi, volvió a llevar a los aficionados del equipo vigués al asfalto, donde acostumbran a expresar su sentimiento de incomprendidos.

Como con la crisis de los avales o las viejas sanciones a Salgado, cuando era céltico, o Karpin, una manifestación puso sobre la mesa que los vigueses creen que a sus futbolistas se les persigue. Una gran tarjeta roja con un 'basta ya' en grandes letras blancas dio un poco de lustre a una marcha más festiva que reivindicativa.

La concentración que convocaron las peñas reunió a unas mil personas, pero sería ingenuo pensar que todos compartían el mismo enfado. Cuando el autobús del Madrid apareció por el estadio se produjo la selección natural: apenas un centenar de hinchas se quedó con sus canciones de protesta. El resto acudió a saludar a los madridistas como antaño se recibía a los toreros en los pueblos.

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La crispación se transmitió a la grada sólo a medias. En un ambiente más alegre que tenso, un gran mosaico celeste recibió a los jugadores del Celta, hubo pitos para los del Madrid y cánticos para el árbitro Medina Cantalejo, el mismo que dirigió el derby con el Deportivo. Aquél fue un partido controvertido. No gustó en Vigo que le devolviesen a Balaídos con tanta premura. Y el colegiado conoció por las canciones hasta dónde está el celtismo de los trencillas.

La primera declaración de intenciones de Medina no se hizo esperar ni tres minutos. Sacó una falta Cáceres con el balón rodando ligeramente y le hizo repetir. El central del Celta le afeó su conducta y, rápidamente, el árbitro se le enfrentó. No iba a permitir que el lance se le fuera de las manos o, al menos, eso pretendía.

Balaídos, que se llenó como no lo hacía desde las noches europeas, arrancó con un disgusto: la noticia de la ausencia de Sergio, su mejor baza en la defensa, el protagonista de la retaguardia desde la lesión de Berizzo. Unas décimas de fiebre le llevaron al cemento.

Fue la oportunidad de Méndez, el argentino contratado para suplir la baja de su compatriota. Con fama de hombre rudo y poco contemplativo con la pelota, el recién llegado debutó en su nuevo equipo en una cita de alto riesgo.

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