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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Mozart vence siempre

La Universidad Polifónica de Madrid dedicó su concierto del jueves a la Fundación Intermon-Oxfam para el Tercer Mundo. Actuó la Orquesta Mozart de Budapest, que dirige Zoltán Kocsis (Budapest, 1952). Desde hace algún tiempo, Kocsis practica la dirección de orquesta. Entusiasta cultivador de Mozart, Kocsis, como pianista, está considerado desde muy joven como gran intérprete de Bartók pero también de Schönberg o Gyorgi Kurtag. Con la formación que lleva el nombre de Mozart, formada por instrumentistas de las orquestas Filarmónica, Franz Liszt y Festival de Budapest, expuso páginas compuestas por Wolfgang Amadeus entre los años 1772 y 1982: Divertimento en re, K 136; Concierto para piano en la mayor, K 414, en el que Kocsis asumió funciones de solista y director, y Sinfonía en si bemol, K 319, a lo que añadió el Andante para flauta, K 315, de 1778, todo un muy bello programa.

Ciclo de la Universidad Politécnica

Orquesta Mozart de Budapest. Director y pianista: Z. Kocsis. Auditorio Nacional, Madrid, 31 de enero.

Seguimos unas versiones limpias, transparentes, vivas -incluso vivísimas como es uso frecuente hoy- ni afiliadas al historicismo ni a la más cercana tradición de los Benda, los Münchinger o los Ristenpart, actitud que en nuestro tiempo desconcierta un tanto.

Pero Mozart, la belleza de su invención, la gracia palpitante de su espíritu y la perfección absoluta de sus formas, sus frases y su voluntad de cantar, vence siempre aun cuando no todas las veces convenzan las versiones de sus múltiples intérpretes.

Así es que el éxito fue considerable y los asistentes vieron premiados sus aplausos con una propina emblemática: el último movimiento de la Sinfonía en sol menor, K 550, que data de 1788, como la denominada Canto del cisne y la Júpiter: 'La música misma', como diría Cernuda.

En el Concierto, Kocsis, como pianista, revalidó sus calidades sonoras -hechas de nitidez e intensidad expresiva-, la noble claridad de su juego y el rico contraste de sus movimientos; en su totalidad pudo llegarnos 'ese exacto camino intermedio entre lo demasiado difícil y lo demasiado fácil', tal y como escribe Mozart a su padre en diciembre de 1782.

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