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Recetas dolorosas para salir del caos

Políticos y técnicos de los dos grandes partidos estudian cómo devaluar y suspender pagos con el menor perjuicio

Fernando Gualdoni

Domingo Felipe Cavallo ya no es ministro de Economía de Argentina y su criatura, la ley de convertibilidad que fijó el tipo de cambio uno a uno del peso con el dólar, se ha quedado sin protector. Ayer, en Buenos Aires, se reunieron varios políticos y asesores de la Alianza que gobernaba hasta el jueves y de la oposición peronista que ahora gobierna provisionalmente. Acordaron que había que eliminar a la criatura, pero aún buscan el modo de hacerlo con el menor dolor posible para la población. El fin de 10 años de paridad cambiaria, desde luego, indoloro no será.

La salida que más se baraja es la que, hace ya más de un mes, planteó el venezolano Ricardo Haussmann, ex economista jefe del Banco Interamericano de Desarrollo. Haussmann propuso el libre tipo de cambio del peso, el canje de todos los activos y pasivos en dólares por pesos indexados a la inflación. De este modo, se cubre el riesgo del retorno a la hiperinflación. Se descuenta una depreciación mínima e inicial del peso del 40%, según varios cálculos. Pero si el nuevo plan económico se afianza y se hace creíble interna y externamente, el peso recuperaría paulatinamente terreno frente al dólar.

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La medida, según fuentes del Ministerio de Economía argentino, que coincide con la de muchos analistas de bancos españoles, perjudicará a los inversores a corto plazo pero beneficiará a los estables, como son las empresas y bancos de España. Las fuentes del ministerio argentino creen que penalizar a los especuladores con esta medida no está nada mal. Destacan que quien compró bonos de deuda argentina en los últimos meses con un diferencial de riesgo de más de 1.500 puntos (hoy está en más de 4.000) con respecto a los títulos de EE UU sólo quería beneficiarse de una rentabilidad desorbitada.

El problema es que muchos argentinos que ahorraron en dólares porque durante este año Cavallo y De la Rúa insistieron en que se mantendría el tipo de cambio fijo también se perjudican, y mucho. Los ahorros de esta gente se convertirán de dólares a pesos antes de que vuelvan a abrir los bancos en Argentina. Para cuando esas personas accedan a sus cuentas, en éstas tendrán como mínimo un 40% menos de lo que tienen hoy. Se calcula que los depósitos en dólares en Argentina ascienden a unos 87.000 millones y suponen más del 70% del total.

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Las deudas también se pasarían de dólares a pesos. Con esta medida se espera evitar que la devaluación perjudique demasiado a aquellos que pagan un crédito a plazos en divisa estadounidense. En Argentina esto es un gran problema, puesto que la mayoría de la gente paga una letra en dólares.

'Otras medidas que se pueden llegar a adoptar', según José Ramón Díez, director del departamento de economía internacional del Servicio de Estudios de Caja Madrid, 'es la dolarización o la devaluación seguida de la dolarización, pero ninguna de las dos solucionaría nada'. 'La dolarización', explica Díez, 'en el caso argentino implicaría varios años de deflación para compensar la pérdida de competitividad del país, algo insostenible socialmente'. La dolarización (eliminación del peso y conversión de todos los activos y pasivos en dólares) es apoyada por un sector del peronismo y entre ellos por el ex presidente y actual jefe del partido, Carlos Menem.

La devaluación del peso seguida de la dolarización consiste en fijar un nuevo tipo de cambio para el peso, por ejemplo, de 1,5 por dólar, para recuperar algo de competitividad. Es una devaluación controlada, y una vez hecha se dolariza. No obstante, la medida volvería a meter a Argentina en otro corsé como en el que la sujeta actualmente.

La devaluación y la suspensión de pagos de deuda van de la mano y es en este punto donde Argentina lo tiene difícil. Lo ideal, según algunos políticos argentinos, es dejar de pagar los intereses de deuda por al menos un año. Tanto la suspensión de los desembolsos como el traspaso de la deuda de dólares a peso, lo que la reduciría a la mitad de un plumazo, tendrá que ser negociado con muchísima cautela por el nuevo Gobierno argentino con los acreedores internacionales, entre ellos España. Esta negociación, según varios expertos, tiene que ser respaldada por el Fondo Monetario Internacional (FMI) para evitar que Argentina espante a cualquier inversor actual o futuro.

La reestructuración de la deuda externa argentina es complicada, según los expertos, pero no imposible. Dejar de pagar o rebajar la deuda a través de un cambio de moneda da mala imagen a un país y pierde crédito. Pero a Argentina ya nadie le presta dinero desde hace cuatro meses y el último en negarse a hacerlo ha sido el FMI hace apenas 15 días, por lo que la preocupación de la imagen no es ahora relevante. Recientemente, el FMI reconoció por primera vez oficialmente que 'la mezcla de política fiscal, endeudamiento y régimen de tipo de cambio ya no era sostenible'. Muchos expertos han interpretado esta declaración como un principio de respaldo a una reestructuración de la deuda argentina.

Hace tiempo, Anne Krueger, la vicedirectora del FMI, dejó caer que para algunos países, como Argentina, Perú o Rusia, podía existir la posibilidad de acogerse a una especie de Capítulo 11, la norma de la ley de quiebras estadounidense en la que se protegen las empresas de ese país. Esta idea surgió a raíz de que Argentina soporta una deuda insostenible pero no está dentro de los países más pobres y endeudados que pueden obtener una condonación. La deuda argentina es de 155.000 millones de dólares, cinco veces el valor de sus exportaciones. En el caso de un país pobre, el FMI considera que su deuda es insostenible si su valor supera 1,5 veces el de sus exportaciones.

Argentina puede reestructurar su deuda sentándose a negociar con los acreedores, pero según los analistas no conseguiría su respaldo si junto a su plan de reactivación no presenta un Banco Central independiente con una política monetaria bien definida y creíble para los agentes del mercado y con un presidente de la entidad respetado en los círculos internacionales. Tampoco lo logrará si no aprovecha para reformar el sector público y el sistema fiscal para lograr cerrar definitivamente los agujeros negros que pudieron hasta con Cavallo.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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