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Columna
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Nada más patético que un chiste repetido

Estrella de Diego

En 1990, Robert Hewison publicaba en Londres Future tense. A new art for the nineties, un libro inteligente y provocador que recordaba un peculiar arresto domiciliario, el que las reliquias de la Internacional Situacionista de Debord sufrieron durante el verano de 1989 en el ICA (Instituto de Arte Contemporáneo) de Londres, procedentes de París y en escala técnica hacia Boston. Se trataba de una exposición extraña, quizá porque el material expuesto -papelitos amarillentos tecleados a máquina, algún mapa 'psicogeográfico', viejas fotografías...- era demasiado exiguo para el espacio que ocupaba. Cualquiera la habría tomado por un cuarto vacío. Aunque ése no parecía el problema último -las habitaciones vacías no son lo peor que puede pasarnos-. Lo alarmante era la manera en que la radical y discreta propuesta de la IS se había convertido no ya en historia, sino en exposición itinerante. Dicho de otro modo, había pasado de provocación rigurosa a acontecimiento que no hay que perderse. 'Y ahora esto', comentaba amargamente Hewison, 'la última auténtica vanguardia está en un museo'. Claro que, después de tan melancólico inicio, al final del libro el autor se reponía un poco: el día de la preinauguración, en las calles de Londres unos nuevos situacionistas protestaban contra la mercantilización de los viejos situacionistas.

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No obstante, 12 años más tarde, al asomarse a la calle el día de una preinauguración, es raro encontrar a alguien protestando. De un modo u otro, los posibles situacionistas están dentro, dentro de cualquier espacio de creación artística. Alguien los encuentra vagando por ahí, incluso con la mejor intención de protestar a la primera, y los encierra, los desactiva, premia su subversión. Nadie opone demasiada resistencia. La provocación, sea de la naturaleza que sea, es ahora ideal de la muerte, nuestra fórmula cotidiana para estar al día.

Por eso cuesta entender el revuelo por el premio otorgado a una habitación sin vistas -porque vacía tampoco está, técnicamente hablando-. Hace tiempo que obras en apariencia subversivas reciben los beneplácitos más insospechados. La discusión debería más bien ser si muchas de las obras subversivas son tales; si los hipotéticos cuartos vaciados no están además vacíos, si no hay nada dentro, detrás y delante. Si no son sólo un producto más de la sociedad del espectáculo, vacías, pues, de todo significado. A menudo, buscando emociones acabamos por darnos de bruces con sensaciones que se olvidan rápido, como ese martilleo de las intimidades desveladas que, curiosamente, se parecían tanto unas a otras: lo escurridizo de la radicalidad de un cuarto vaciado empieza cuando termina de vaciarse la casa entera. Ya dijeron los Dadá que no hay nada más patético que un chiste repetido. O una intimidad manoseada. O una provocación que se manufactura. O un vacío que se replica. Síntomas de la actualidad. Poco más.

Estrella de Diego es historiadora del Arte.

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