Columna

Batllori

Bienvenido el padre Batllori al club de los Premios Nacionales de las Letras donde unos cuantos españoles aguardamos la resurrección de la carne, el perdón de los pecados y la vida perdurable, como premio a lo que escribimos con la mejor de las intenciones: ser altos, rubios y guapos. Siento un gran respeto intelectual por este sabio jesuita nonagenario, sin duda uno de los Siete Sabios del Estado de las Autonomías, hombre de saberes inmensos y profundos, jesuita nada jesuitón, superviviente de la Ilustración, supongo que a lo divino, y cabeza lúcida capaz de analizar el presente con la misma ...

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Bienvenido el padre Batllori al club de los Premios Nacionales de las Letras donde unos cuantos españoles aguardamos la resurrección de la carne, el perdón de los pecados y la vida perdurable, como premio a lo que escribimos con la mejor de las intenciones: ser altos, rubios y guapos. Siento un gran respeto intelectual por este sabio jesuita nonagenario, sin duda uno de los Siete Sabios del Estado de las Autonomías, hombre de saberes inmensos y profundos, jesuita nada jesuitón, superviviente de la Ilustración, supongo que a lo divino, y cabeza lúcida capaz de analizar el presente con la misma amplitud de miras con que rastrea el pasado. Hay que felicitar al padre Batllori por el premio y al jurado por su acierto.

Empeñado en la magna obra de pulir y editar sus obras completas, convocado como principal experto a las celebraciones que los Borgia o Borja han merecido en los últimos años, dispuesto al debate sobre todo lo mucho que sabe, sin rehuir sanciones sobre lo cotidiano, reuní el valor suficiente para pedirle me recomendara a un subsabio de sus características que detectara errores en mi novela César o nada, consciente de que él no tendría tiempo debido a tantos desafíos intelectuales a que hacía frente. Batllori me contestó que si mi novela no excedía las dos mil páginas podía leerla, y así hizo, de manera tan intensa, rigurosa, que me envió dos folios de apretadas letras y cifras en los que corregía deslices que sólo él podía captar y que muchas veces yo había asumido de otros potenciales expertos.

Sigo desde hace años la labor de este sabio de la Ilustración que por su condición de jesuita exigiría el talento de Lampedusa, Llorenç de Villalonga o Sciascia para ser connotado por escrito. La oportuna biografía de Batllori Recuerdos de casi un siglo es el inventario de un humanista del XX que ya es XXI y abarca un periodo más largo que el de un siglo mutilado por sus propios excesos y que según Hobsbawm sólo duró desde octubre de 1917 hasta la caída del muro de Berlín. Recuerdos de casi un siglo se presenta hoy en Madrid. El siglo de Batllori pasa por encima y por debajo del de Hobsbawm en busca de lo que el jesuita llamaría Juicio Final y Hobsbawm Juicio Final de la Historia.

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