Tufos y pufos de España
El mando es un oráculo; y el oráculo, más que una respuesta, un chaqueteo con vistas a la Moncloa. Precisamente, con el ojo en La Moncloa y el paquete de pasta gansa marcado a golpe de favor con dividendos, es el estribillo de moda, entre los aspirantes al relevo de la España, que rueda hacia el fondo del Estado de las sobras y el malestar. Y cómo le dan al peloteo de la alabanza, desde el fondo del pozo ciego. Zaplana, en un pronto, se arroga la condición de juglar de Rato: Rato ha salido como un san Luis deslumbrante de las sórdidas galerías de Gescartera. Zaplana está en la cola de la púrpura, pero de Zaplana abajo, en esta autonomía de mitos, artistas de la melodía y la especulación, y moscardas de gangas bajo cuerda, los segundos se disputan una miga de poder y la extinción del cargo público. El PP se legitima en la mayoría absoluta y se deslegitima en el poder absoluto, del que usa y abusa en esa confusa carta de marear, entre una democracia para la carnavalada y su más lustrado autoritarismo patrimonial.
Ahora, el PP aprieta filas, se pone más borde, niega el informe, el pan y la sal a una oposición permisiva y entregada, a la que aún pretende dejar en cesantía, para hacerse con su papel, elude cualquier respuesta incómoda e impide las comisiones de investigación que puedan destapar sus dudosas actuaciones. Acosado por miedos y recelos, de sus mismos cofrades, está escribiendo su elegía. Lo hemos contemplado de arriba abajo, en muy poco tiempo. Desde el cierre apresurado y penoso, tan elocuente, sin embargo, del último escándalo financiero, hasta la negativa del Consell a facilitar la documentación sobre un concurso público. Una negativa así, un rechazo a los controles que establecen las reglas democráticas, los descompone. Font de Mora exclama: Va a pasar a los anales del parlamentarismo tremendista. Del tremendista o del trabucaire, que todo se andará. Y lo hemos contemplado en el Ayuntamiento de Alicante: el alcalde no quiere que se indaguen las irregularidades o lo que sean del edil de Cultura. Y en la Diputación de la misma ciudad, el presidente se enfrenta a la evidencia de la podredumbre de un río abandonado y a cuantos exigen soluciones, y sólo se le ocurre una frase lapidaria para la posteridad, que podría ser su epitafio político: 'El Segura no es peligroso para la salud, porque nadie se baña'. Tufos y pufos de España. Y eso que de España tiene algo de peluche, si no fuera por las púas que se gasta.
Qué esperpento. Recuerda a un poeta de la bohemia de posguerra que se llamaba Julio César Manchón y a quien apodaban el poeta Mejillón, porque le tiraba tanto el molusco que no aceptaba ninguna otra retribución a sus inopinados recitales. El poeta Mejillón solo había compuesto una oda a José Antonio, pero de unos cuatrocientos versos. Cuando entraba en un bar, educadamente solicitaba atención y anunciaba: oda a José Antonio. Los parroquianos, unos por adictos al régimen y otros por fichados por el régimen, se cuadraban y guardaban un respetuoso silencio, mientras duraba el recital. Luego, felicitaban al autor y lo invitaban a vino y mejillones. Hasta que, con el tiempo, se le terminó el chollo y ya nadie lo escuchaba. El PP está en ese trance: se puede quedar sin parroquia y sin mejillones.
