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La Alianza puede ser la solución o un nuevo problema

Los guerrilleros que luchan contra los talibán, y que son cortejados por EE UU, sólo se han mantenido unidos cuando tenían un enemigo común

Guillermo Altares

Nadie podía saberlo, pero el atentado contra Ahmad Shah Masud, líder de la Alianza del Norte, el principal reducto de oposición afgana a los talibán, fue el signo de que algo muy grave iba a ocurrir. Como la teoría del caos: un caudillo guerrillero es asesinado en Afganistán y tres días después se comete el peor atentado terrorista de la historia. Ambos ataques llevan el sello de Osama Bin Laden.

El millonario saudí y sus anfitriones sabían que EE UU recordaría que no todo el territorio afgano estaba ocupado: en el inconquistable valle del Panshir y numerosos puntos aislados del centro del país, la Alianza del Norte, una amalgama de grupos étnicos sin mayor conexión que su voluntad de acabar con los talibán, resiste con soldados en sandalias y armas soviéticas. Esperaban que sin el mítico león del Panshir, al que Sebastián Junger calificó de 'genial jefe de guerra afgano', esta Alianza se desintegraría. Se equivocaron. La esperanza de una intervención ha hecho que esté más unida que nunca.

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La Alianza del Norte, que hace poco adoptó el nombre de Frente Unido, es una amalgama de antiguos señores de la guerra (caudillos guerrilleros), que lucharon primero contra la URSS y luego contra el Gobierno títere soviético de Najibullah, al que derrocaron en abril de 1992. Tras su llegada al poder, empezaron las luchas internas entre sus diferentes generales. Cuando los talibán tomaron Kabul en 1996 volvieron a unirse. La historia demuestra que sólo cuando ha tenido un enemigo común la Alianza del Norte se ha mantenido unida.

Dicen que tienen unos 15.000 hombres y unos 40.000 milicianos, aunque algunos expertos reducen drásticamente la primera cifra hasta los 4.000. Ningún responsable de la Alianza ha querido dar precisiones sobre las armas de las que disponen y menos sobre las que pueden estar recibiendo, aunque observadores en la zona hablan de tanques desfasados -alguno de los cuales han sido utilizados como taxis- y piezas de artillería, aparte de guerrilleros cada vez más motivados, muchos con 23 años de combate a sus espaldas. La prueba de este entusiasmo es la eficacia de la ofensiva que están llevando a cabo actualmente y que los talibán hayan sido incapaces de acabar con ellos en cinco años.

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'Con ayuda exterior, podemos controlar el país', asegura Ashmat Froz, uno de los representantes de la Alianza del Norte en Francia y amigo personal de Masud. 'Su desaparición es una tragedia, pero hay comandantes y dirigentes capaces de liderar la Alianza. Ése no es un problema', agrega en declaraciones a este diario, 'y estamos dispuestos a luchar para detener a Bin Laden e instaurar una democracia en el país. Nosotros representamos al Gobierno legítimo de Afganistán, presidido por Burhanuddin Rabbani'.

Rabbani, un carismático poeta al que sus seguidores llaman El Profesor, preside Afganistán desde 1993 y es reconocido por la comunidad internacional -salvo Pakistán- como el legítimo gobernante de este país. Aunque sólo controle un 10% del territorio y no domine ninguna ciudad importante, la Alianza ocupa la representación en la ONU y las embajadas.

'Masud y los suyos son los únicos capaces de acabar desde dentro con los talibán, de derrocar un régimen aberrante y una amenaza global y reemplazar una grotesca caricatura del islam por un Gobierno musulmán civilizado y humano. No haber apoyado a Masud ha sido un suicidio', ha escrito el ensayista francés Michel Barry, autor de varios libros sobre la guerrilla afgana.

Occidente parece haber comprendido este mensaje. La Alianza recibía hasta ahora sólo un discreto apoyo militar de Irán, Rusia, India y de las antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central. Durante una gira por Europa en abril de este año, Masud sólo fue recibido con todos los honores en Francia, donde era un personaje mítico, y en el Parlamento Europeo. Sin embargo, ahora, son cortejados por Estados Unidos como la mejor solución al problema afgano junto al monarca exiliado Mohamed Zahir Shah, de 84 años, que podría volver desde Roma para liderar una transición en este país. La idea, que ya habían lanzado hace años especialistas en la zona, como el antiguo embajador de Washington ante los muyahidín, Peter Tomson, sería convocar la Loya Jorga, la Gran Asamblea tribal. Los comandantes de la Alianza aceptan esta idea y ya se han reunido con el rey.

Pero no todos los especialistas lo ven tan claro: existen problemas étnicos, divisiones internas y los años en los que la Alianza controló el país fueron un cataclismo, que generó un violento caos del que, con el apoyo de Pakistán, surgieron los talibán. 'Sólo representan a una pequeña parte de los afganos. Si existe una solución a los problemas del país, tiene que incluir a tantos grupos étnicos como sea posible', señala Kenneth Weisbrode, especialista estadounidense en Asia Central y antiguo investigador del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos.

'La Alianza del Norte ha cambiado de definición muchas veces. Originalmente, era la principal oposición a los talibán. Pero, cuando el general Dostum salió del país en 1998, se redujo sólo a las fuerzas de Masud. En junio de este año, sin embargo, pocos meses después del regreso de Dostum y de Ismail Khan, el líder de los rebeldes de la provincia de Herat, ambos se unieron a Masud y crearon el Frente Unido, que es actualmente el término más correcto para referirse a la oposición antitalibán', añade a EL PAÍS este investigador. A la pregunta de si existe el peligro de que, tras una hipotética vuelta de la Alianza al poder, regrese el caos, es tajante: 'Absolutamente'.

Weisbrode se refiere a los comandantes de la Alianza, que reflejan la división étnica del país. Salvando las distancias, tiene una cierta similitud con Bosnia: existe un grupo étnico mayoritario pero no masivo, los pastún (38%), que apoyan a los talibán, y luego una serie de grupos minoritarios pero importantes: tayikos (25%), hazaras (shíies, 19%), uzbecos (6%) y un 12% de diferentes nacionalidades. Este equilibrio étnico puede saltar por los aires. En el terreno de los derechos humanos, sus brutalidades han sido denunciadas por Human Rights Now o Amnistía Internacional.

Actualmente, la Alianza tiene un Gobierno político y un mando militar. Aparte del presidente Rabbanni (tayiko), sus cabezas más visibles son el ministro de Exteriores, Abdulah Abdulah (tayiko), un médico que tiene muy buenos contaºctos en el exterior, y el viceprimer ministro, primer ministro, Abdul Rasul Sayyaf, líder de Islamic Unity, cuyos militantes son mayoritariamente pastunes. Comparte muchos puntos de vista con los talibán, aunque tras la toma de Kabul permaneció fiel a Rabbani. En el terreno militar, tras la muerte de Masud, el nuevo líder es su lugarteniente, el general Muhammad Fahim (tayiko), que antes se encargaba de la seguridad de la Alianza. Otros comandantes son el general uzbeco Abdul Rashid Dostum, ex ministro de Defensa de Najibullah (y antiguo adversario de Masud), cuyas tropas son conocidas por su brutalidad y que actualmente está dirigiendo la ofensiva contra Mazar i Sharif, e Ismail Khan (hazara), cuyos efectivos acosan a los talibán en la zona de Herat (noroeste). Este cóctel de amigos, enemigos y amigos de nuevo puede ser explosivo.

Guerrilleros adolescentes de la Alianza del Norte, en Bagram.
Guerrilleros adolescentes de la Alianza del Norte, en Bagram.EPA

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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