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Columna
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Momentos

Ciudadanos: la vida es una cosa bastante complicada, para qué nos vamos a engañar, pero se compone de humildes e incomunicables momentos con los que se puede trapichear razonablemente e incluso sin razón. Los momentos son una de las pocas cosas serias que podemos controlar en este mundo traidor, de momento. De todo lo cual se colige que la existencia consiste en controlar la fugacidad; es decir, estar siempre con quien quieres, donde quieres, como quieres. Y a quien Dios se la dé, que san Pedro se la bendiga. Ésa es la base de toda negociación de cara a la nueva temporada.

Ahora bien, ¡oh!, ciudadanos, a los que estamos aquí a verlas venir, nos esperan momentos esquivos sin comerlo ni beberlo. De inmediato, nos acosarán manifestaciones globales en toda la mitad del medio de la Villa y del corazón. Se están montando griteríos ejemplares, algunos de los cuales conseguirán tocarnos el corazón; otros sólo nos rozarán las partes pudendas, aunque tengan todas las razones del mundo. Los madrileños, sublimes apátridas e impresentables patriotas, tenemos la manga muy ancha, pero nos toman el pelo esperpentos baratos que asoman la pierna, las vergüenzas o incluso esa estupidez inefable que es la Pasarela Cibeles.

Toda esa gente está cabreada, y no le falta razón. A partir de ahora, los ciudadanos estamos en manos de oradores de radio, tertulianos y celestinas de nuestras partes más entrañables. Es decir, si usted quiere llevar una vida sosegada, omita los actos oficiales, los conciertos y los mamoneos. Dedíquese usted a atrapar momentos inefables. Porque se vive solamente una vez, y si quieren metérsela, que se la metan por donde les quepa. Pero, ciudadanos, que nunca os falte un momento del cual no pueden participar ni las multinacionales ni las instituciones.

Por cierto, el cuadrado de Gescartera es igual a la suma de los cuadrados de los catetos, que en este caso es la Iglesia catetólica. Eso es uno de los temas a considerar. Pero que no te quede ni un momento. Los momentos son para los sublimes.

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