Soplos de vida
Imagina que vas en el metro, que abres el periódico y que cualquiera de los muchos escándalos que lo habitan (financiero, sanitario, educativo, religioso, inhumanitario) te hiela el corazón. Y es justo ahí, durante el soponcio cardiopulmonar, cuando tu futuro depende de cuántos, de los muchos congéneres que probablemente te rodeen, sean capaces de prestarte el soporte vital básico. Si dejas de respirar por parada cardiaca o ahogamiento, cada segundo que pase te acerca más al tanatorio. Las neuronas mueren a la carrera y a los 4 o 5 minutos el daño cerebral es irreversible. Según los especialistas, un 18% de las lesiones por accidentes podrían evitarse con una correcta atención previa a la llegada al hospital, y las espectativas de supervivencia aumentan entre un 30 y un 50%.
En EE UU cerca del 90% de la población está entrenada para reaccionar con unas sencillas maniobras al alcance de cualquiera, pero nosotros ni siquiera sabemos que el teléfono para cualquier clase de emergencias es el 112. Cruz Roja inició ayer una campaña de sensibilización asegurando que el 85% de las 6.000 muertes en carretera del año pasado se podrían haber evitado con una intervención más rápida. Y las sociedades de Medicina Intensiva están cansadas de predicar en el desierto planes de formación que, según su criterio, deberían ir dirigidos prioritariamente a jóvenes de entre 14 y 18 años. Enterarse de qué hacer y (no menos importante) de qué no hay que hacer, es algo que interesa especialmente a docentes y vigilantes, entrenadores, empleados de lugares públicos, trabajadores de grandes empresas, familiares de personas en riesgo...es algo que nos conviene a todos, candidatos al probable patatús tal y como pinta la actualidad. Sin bromas : le llaman resucitación (teológicamente, palabras mayores) porque en verdad se trata de un rescate desde el más allá. En situaciones críticas, el frágil hilo que nos une a la vida, aunque por instantes quebrado, puede ser recompuesto por alguien con la suficiente preparación, serenidad y generosidad. A veces basta con un certero masaje y unos cuantos soplos.