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Reportaje:

Una batalla por el agua caliente

Vecinos de Alhama se alzan contra el cierre de unas pozas históricas para el baño

Los habitantes de Alhama, un pueblo de 5.000 vecinos a unos 70 kilómetros de Granada, han decidido hacerse músicos de pronto. Y muy particulares. En lugar de soplar oboes y clarinetes, han optado por coger cada noche cacharros de cocina, ollas y cacerolas y, percusión gastronómica en mano, ir a dar serenatas a la luz de la luna. Eso sí, sin partituras, y no a una muchacha del pueblo, sino para protestar ante los dueños de un balneario: el que, de un plumazo, ha cerrado el abastecimiento de aguas termales a unas pozas públicas en las que los vecinos se bañaban desde hacía siglos. En Alhama ha estallado la revolución del agua caliente.

El pueblo, cuyo nombre procede del árabe El Hamman, El Baño, es famoso por las aguas que hay en su subsuelo, de hasta 47 grados de temperatura, y cuyas bondades conocieron y explotaron romanos y musulmanes. Los baños termales tienen un prestigio histórico en toda la provincia. Hasta tal punto que, a mediados del pasado siglo, se construyó el balneario para albergarlos.

Aunque privado, el balneario siempre mantuvo magníficas relaciones con el pueblo. El hecho de que, durante la guerra civil, los vecinos de Alhama salvaran a su dueño, Rafael Ros, de ser fusilado, propició que éste, en agradecimiento, les cediera gratuitamente el uso de unas pozas fuera del recinto a las que iba a parar el agua que no se usaba en los baños. Agua intensamente caliente y curativa que ha sido el principal motivo de recreo de los alhameños durante generaciones.

Hasta este verano. Los herederos de Ros, su hija Asunción, directora del Balneario de Alhama, y el esposo de ésta, Manuel Rodríguez López, ex presidente del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, decidieron hacer unas obras de rehabilitación para mejorar la oferta turística. También suprimieron buena parte del flujo de agua que abastece a las pozas. Alegaron que es agua de desecho que no puede utilizarse. Se acabaron los baños.

'De toda la vida hemos ido a las pozas y ahora, de golpe y porrazo, nos cortan el agua porque sí', dice Juana, una vecina que lleva 42 años en Alhama. 'Tenemos todo el derecho del mundo a ir a bañarnos allí, como se ha ido de toda la vida', añade Jorge Molina, portavoz de los vecinos afectados.

Medio centenar de alhameños han creado la Plataforma en Defensa del Agua Caliente a la que se han adherido otros mil vecinos. En agosto decidieron una forma peculiar de protesta: golpear sartenes y paelleras a las puertas del balneario, a dos kilómetros del pueblo, mientras no les restituyan su derecho al agua.

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Asunción Ros alega que el agua pertenece al balneario y que las directivas medioambientales prohiben verterla si es desecho. La de las pozas, según explica, va ahora a un sistema de depuración. También niega que se haya cortado el suministro. 'Tan sólo se ha reducido', dice.

Los vecinos no opinan lo mismo. Existen papeles, asegura Molina, que defienden el derecho histórico de los alhameños. En el Ayuntamiento, gobernado por el PSOE, se afanan por encontrarlos. Crene que la decisión de los dueños se basa en el afán de acotar todo el agua para el turismo. El conflicto tiene todos los visos de convertirse en una larga batalla... de agua caliente y cacerolas.

Un grupo de vecinos protesta en las pozas de Alhama.
Un grupo de vecinos protesta en las pozas de Alhama.JUAN BARRIO

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