El Gobierno creará dos centros para niños gracias a una herencia

Un octogenario legó a la Comunidad 600 millones de pesetas en acciones

El Consejo de Gobierno aprobó a finales del año pasado atender una petición del Instituto Madrileño del Menor y la Familia (IMMF) en la que éste reclamaba la 'enajenación de los valores procedentes de la herencia de don Julio Martínez Bujanda'. El Ejecutivo regional, al considerar que el Instituto Madrileño del Menor y la Familia era el equivalente al Colegio de Huérfanos de la Comunidad de Madrid -organismo, este último, inexistente y al que en sus últimas voluntades dejó el anciano la herencia-, ordenó 'facultar al director general de Política Financiera para la venta en Bolsa de los valores...

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El Consejo de Gobierno aprobó a finales del año pasado atender una petición del Instituto Madrileño del Menor y la Familia (IMMF) en la que éste reclamaba la 'enajenación de los valores procedentes de la herencia de don Julio Martínez Bujanda'. El Ejecutivo regional, al considerar que el Instituto Madrileño del Menor y la Familia era el equivalente al Colegio de Huérfanos de la Comunidad de Madrid -organismo, este último, inexistente y al que en sus últimas voluntades dejó el anciano la herencia-, ordenó 'facultar al director general de Política Financiera para la venta en Bolsa de los valores, al precio fijado en el citado mercado'.

En la primera valoración que la Comunidad ha hecho de los títulos bursátiles del finado, Martínez Bujanda poseía acciones y obligaciones de 24 grandes y sólidas empresas españolas. El total de los valores es de 588,7 millones de pesetas. Sin embargo, en los informes oficiales no habla de otras propiedades del fallecido, entre las que se incluyen, según manifestó el albacea tras su muerte, algunas fincas y pisos.

Entre las acciones que el anciano poseía y que el Gobierno ha ordenado vender se encuentran más de 46.000 títulos de Unión Fenosa (142 millones de pesetas), 52.000 del BSCH (99 millones) y 7.800 de la petrolera Repsol (27 millones de pesetas).

Con este dinero, el Gobierno regional ha decidido adquirir 'dos inmuebles para atender a menores guardados o tutelados de especial dificultad', señala el documento firmado por la Consejería de Servicios Sociales. Fuentes del Ejecutivo regional adelantaron ayer que el primero de los centros estará en un chalé de Villaviciosa de Odón. La compra está a punto de cerrarse entre sus dueños y los responsables de Servicios Sociales.

La Comunidad sólo dispone ahora de nueve plazas, concertadas con una entidad privada, para atender a niños con enfermedades mentales cuya guarda o tutela tiene encomendada esta institución.

Residencias cerradas

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Hasta el pasado 3 de marzo existían también 36 plazas para menores tutelados con trastornos de conducta que no son propiamente enfermos mentales, sino chicos con un comportamiento muy conflictivo e inadaptado debido a cuestiones psicológicas. El Gobierno regional decidió cerrar estas 36 plazas, habilitadas en tres centros (Guadarrama, Río Chico y Cimbra) concertados con la asociación privada Diagrama, porque en uno de ellos la Fiscalía de Madrid observó presuntos malos tratos tras la denuncia de un chaval.

El precio de la compra y remodelación de la vivienda de Villaviciosa de Odón es de unos 130 millones de pesetas y se dedicará a niños con problemas de salud mental. Este centro llevará el nombre de Martínez Bujanda, cumpliendo lo prometido en 1998 por la entonces consejera de Sanidad, Rosa Posada, tras conocer la existencia del legado.

El Gobierno, debido a la caída de los valores bursátiles, ha decidido posponer la venta del resto de los títulos de Martínez Bujanda 'hasta que se produzca una nueva subida y se pueda obtener la totalidad de los 600 millones en que están valoradas las acciones', según indicó un portavoz del Ejecutivo. Cuando la Bolsa suba, la Comunidad venderá el resto de acciones y adquirirá otro nuevo centro para menores.

En 1999, la consejera de Servicios Sociales, Pilar Martínez, anunció que con el dinero se crearía un museo dedicado a la infancia, pero esta idea fue pronto desechada.

La historia de esta herencia comenzó a mediados de 1998, cuando el abogado José Salvador Angón pidió ser recibido por la entonces consejera de Sanidad, Rosa Posada. Angón, que era el albacea de Martínez Bujanda, relató que había recibido la orden de poner a disposición de la Comunidad la herencia del fallecido, que el letrado valoraba en unos 500 millones de pesetas. Todo el dinero debía ser destinado a ayudar a los niños y a los toxicómanos.

Martínez Bujanda, policía municipal jubilado, vivía modestamente en un piso de 75 metros cuadrados en Usera. Una asistente social del Ayuntamiento y una vecina le ayudaban en las labores de la casa, ya que carecía de familia, vivía solo y, teóricamente, no podía pagar estos servicios.

El 1 de marzo de 1998, tras haber sido ingresado en el hospital Gregorio Marañón, Martínez Bujanda falleció víctima de un cáncer. Nadie imaginó entonces que aquel solitario anciano al que nadie había visitado durante su estancia en el hospital era poseedor de una gran fortuna, entre pisos, fincas, cartillas de ahorro y acciones.

Las relaciones del anciano con la comunidad de vecinos en la que vivía eran malas. Adeudaba 57 recibos mensuales de poco más de 1.000 pesetas. 'No quería pagar los recibos de la casa', recordó un vecino, 'lo que le provocó muchas enemistades. Pero le daba igual, porque era solitario'. Nunca iba al teatro o al cine, ni a cenar fuera. Siempre estaba en casa. Su única afición era acudir de vez en cuando a una peña de cazadores, y todos los días, gracias a un carné especial, a la Bolsa de Madrid.

De Navarra a Madrid

Hijo de agricultores, Martínez Bujanda dejó su pueblo natal de Luquin (Navarra) en 1936, con apenas 18 años. Se marchó a Madrid, según sus vecinos, 'con unas pocas perras en el bolsillo'. Tras la guerra civil, en la que participó como sargento y en la que fue herido, entró en la Guardia Municipal de Madrid. Por las mañanas patrullaba el barrio de Usera. Cuando acababa su horario en el Ayuntamiento, cambiaba su uniforme municipal por otro de acomodador del cine Tívoli. Durante 34 años trabajó 18 horas diarias. En los años cincuenta conoció a un empleado de banco al que entregó sus primeros ahorros. Así comenzó su fortuna. Ya jubilado, con tres pagas (mutilado de guerra, policía municipal y acomodador), la consolidó. Con todo el tiempo libre, se convirtió en un auténtico tiburón bursátil.

Poco antes de morir, testó. No dejó nada a su único hermano, fraile en Venezuela, por considerar que éste 'tenía suficiente con Dios', según su albacea. Dejó, en cambio, el piso del barrio de Usera a la asistente social que le cuidó en sus últimos días y el resto de su fortuna al Colegio de Huérfanos de la Comunidad. 'Siempre manifestó', aseguraban los vecinos de su barrio, 'que cuando muriese todo se lo iba a quedar el Estado, y que no estaba dispuesto a ello'.

Ahora, el Gobierno cumplirá su último deseo y los menores 'guardados o tutelados de especial dificultad' por la Comunidad se beneficiarán del buen ojo que tuvo este solitario anciano para el negocio bursátil.

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