Editorial:

El podio no lo es todo

El atletismo español ha ofrecido en los Mundiales de Edmonton notables signos de recuperación con respecto a los Juegos de Sydney. Los resultados han superado todos los anteriores en campeonatos del mundo, aunque las tres medallas parezcan pocas. El podio generalmente sirve para medir lo excepcional: no es el mejor baremo para medir el estado general del atletismo. El número de finalistas, entendidos como tales aquellos que terminan entre los ocho primeros, es un buen rasero porque ofrece una perspectiva más profunda de lo que sucede en la competición. En este sentido, España ha obtenido la me...

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El atletismo español ha ofrecido en los Mundiales de Edmonton notables signos de recuperación con respecto a los Juegos de Sydney. Los resultados han superado todos los anteriores en campeonatos del mundo, aunque las tres medallas parezcan pocas. El podio generalmente sirve para medir lo excepcional: no es el mejor baremo para medir el estado general del atletismo. El número de finalistas, entendidos como tales aquellos que terminan entre los ocho primeros, es un buen rasero porque ofrece una perspectiva más profunda de lo que sucede en la competición. En este sentido, España ha obtenido la mejor cosecha de su historia, con 17 finalistas, cifra que sólo han rebasado seis países y únicamente dos europeos, Alemania y Rusia, grandes potencias del deporte. Si tomamos como referencia los países de la UE, como se hace en otros terrenos, los resultados son más que satisfactorios.

Las cifras, por lo demás, no siempre pueden recoger aspectos subjetivos inseparables de la competición deportiva. En ese sentido, es necesario resaltar el espléndido papel de los atletas españoles en numerosas finales y el relevo generacional que se observa en el horizonte. La actuación de los fondistas ha sido particularmente brillante. En un momento en el que casi todos los países europeos han dimitido ante la hegemonía de los portentosos atletas de Kenia y Etiopía, el protagonismo de los fondistas españoles fue indiscutible.

Los éxitos de las mujeres son especialmente significativos como reflejo de los cambios sociales producidos en las dos últimas décadas. La medalla de Marta Domínguez en 5.000 metros coronó el éxito de varias jóvenes atletas en las pruebas de medio fondo. La cultura segregacionista del franquismo con respecto a la mujer y el deporte produjo un retraso abismal que en buena parte se ha corregido, sobre todo a partir de los Juegos de Barcelona, donde se rompieron tópicos infundados. Uno de ellos establecía una distancia insalvable para las deportistas españolas con respecto a las europeas y norteamericanas. Edmonton ha demostrado lo contrario.

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Los resultados de los Mundiales llegan apenas un año después de los Juegos de Sydney, donde se generó una cierta decepción. Es pronto para determinar si hay alguna correspondencia entre el cambio de política en el sistema de ayudas a los deportistas de primer nivel y el papel del atletismo español en Edmonton. No se puede establecer todavía esta relación causa-efecto. Hace tres semanas se celebraron los Mundiales de natación con una pésima actuación de España, relegada a puestos marginales. Queda por saber si Edmonton es el apunte del comienzo de un ciclo positivo para el deporte español o un amago sin posteriores desarrollos.

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