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Reportaje:

Los jóvenes que se tragó el 'Kursk'

Tras el escándalo por el hundimiento del submarino, el Kremlin ha pagado grandes indemnizaciones a las víctimas

'Aún no he vuelto del todo a la vida. Ha pasado un año y ahora comienzo a tomar conciencia de lo sucedido', dice Valentina Staroséltseva, madre de Dmitri Staroséltsev, uno de los 118 tripulantes del submarino nuclear Kursk. El cuerpo de Dmitri no estuvo entre los doce recuperados en otoño, pero Valentina confía en que sea levantado en el sumergible junto con sus 105 compañeros que todavía se encuentran en el mar de Bárents, a 108 metros de profundidad.

El submarino nuclear, que se hundió el 12 de agosto del año pasado, fue bautizado con el nombre de Kursk en honor a la ciudad homónima. Siete miembros de la tripulación que el 10 de agosto se hicieron a la mar para participar en uas maniobras navales provenían de Kursk, ciudad de medio millón de habitantes, situada a 536 kilómetros al sur de Moscú, famosa por su industria y por ser centro de una importante región agrícola.

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Dmitri soñaba con servir en la Flota del Norte, en el submarino Kursk. Había sido llamado a filas después de que terminara la escuela técnica de ferrocarriles. La elección de Dmitri fue apoyada ardientemente por su madre, que estaba feliz de que su hijo quisiera hacer su servicio militar en un submarino nuclear, considerado seguro, fiable y sin peligros. Sobre todo cuando una de las alternativas entonces era ser enviado a la guerra de Chechenia. Por eso Valentina respiró aliviada cuando el 19 de noviembre de 1999 Dmitri partió al norte, destinado primero a Severodvinsk, en la provincia de Arjánguelsk, para prepararlo para ser marino de submarino nuclear, y después, a la Flota del Norte, al Kursk, en la provincia de Múrsmansk.

Dmitri abandonó la ciudad de Kursk junto con su amigo íntimo, Alexéi Nekrásov. También éste soñaba con servir en la Flota del Norte. Como explica su madre, Nadezhda, quería seguir los pasos de su padre, Vladímir, que surcó los mares en un sumergible diesel.

Valentina y Nadezhda son muy amigas, pero tienen puntos de vista opuestos en cuanto a qué se debe hacer con los cuerpos de los tripulantes que esperan sean recuperados cuando refloten el Kursk. 'Todo este año transcurrido desde la tragedia me pregunto qué quisiera hacer con el cuerpo de mi hijo. Al final, creo que es mejor que sean sepultados todos juntos. Que construyan un memorial y los entierren allí, y a nosotros, las madres, que nos den una urna con un poco de tierra de esa tumba conjunta, para sepultarla aquí, en Kursk', dice Valentina.

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'No estoy de acuerdo con que los entierren juntos. Yo quiero el cuerpo de mi hijo, deseo sepultarlo aquí para poder ir a su tumba', dice Nadezhda. Ambas, junto con otros amigos y compañeros de sus hijos, participaron en la ceremonia recordatoria que se celebró el último domingo de julio, cuando se festejaba el el Día de la Armada rusa, y pusieron 118 velas en memoria de los tripulantes perecidos.

En Kursk, en el memorial a los caídos en la II Guerra Mundial, hay un monumento a los tripulantes del submarino: una pequeña piedra con una placa conmemorativa. Junto a ella están las tumbas de Román Kúbikov y Víktor Kuznetsov, dos de los doce tripulantes.

El verano del año pasado, Kuznetsov debía haber estado con su madre, convalenciente de una operación. Pero las maniobras impidieron que viajara a Kursk y que se salvara. Olga, su madre, no resistió la tragedia y murió al poco tiempo: fue enterrada el mismo día que su hijo. La esposa de éste, Svetlana, que era oriunda de Vidiáyevo, la base naval donde conoció a Víktor, ahora vive con su pequeño hijo Dmitri, de cuatro años, en Kursk. Esta ciudad dio apartamentos a las familias de 13 tripulantes.

'Víktor fue uno de los primeros muchachos de Kursk que sirvió en el submarino que llevaba. Por eso los periódicos escribieron mucho sobre él', recuerda Svetlana. Después de terminar el servicio militar, Víktor decidió quedarse en la Flota del Norte, en el Kursk, donde era alférez de navío. El amor, por supuesto, también influyó en la decisión de Víktor de quedarse en la flota: había conocido a Svetlana. Se casaron en 1996, cuando ella acababa de cumplir los 18. Al año siguiente, el 31 de agosto, nació Dmitri.

Cuerpos rescatados

Los familiares y ex tripulantes del Kursk se niegan a aceptar que la tragedia fuera producida por un desperfecto técnico, ya sea del sumergible o de sus torpedos. 'Estoy segura del submarino', dice Valentina Staroséltseva, dando a entender que cree que se hundió a consecuencia de un choque. Mucho más tajante es Andréi Abrámov, alférez de 31 años, que sirvió entre 1995 y 1998 en el Kursk. 'No voy a suavizar mi posición con respecto a los norteamericanos. Les tengo un odio salvaje. Si yo tuviera acceso a la llave nuclear, les asestaría un golpe preventivo. Estoy convencido que nuestro submarino se hundió después de chocar con un sumergible estadounidense del tipo Los Ángeles. No en vano uno de esos submarinos entró en un puerto noruego para reparaciones, y EE UU se negó a la petición de nuestro comandante naval de permitirle examinar esa nave'.

Las esposas y madres de los tripulantes afirman que el Gobierno les ha dado todas las ayudas prometidas. Las viudas -o, en su defecto, sus padres- recibieron el pago de 10 años de servicio de sus maridos o hijos, algo más de 4,5 millones de pesetas, y pudieron mudarse de Vidiáyevo a otras ciudades, donde les dieron pisos gratis.

Un niño pasa junto a los retratos de las víctimas del <i>Kursk</i>.
Un niño pasa junto a los retratos de las víctimas del Kursk.REUTERS

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