Columna

Felicidad

Como estarán ustedes de vacaciones y además nadie me ha pedido que sea original, se me ocurre que podría estrenar columna hablando de la felicidad. Enseguida me acuerdo de que un poeta decía que es imposible hablar de la felicidad sin poner cara de idiota, y comprendo que sería tristísimo, aunque bastante original, estrenar columna poniendo cara de idiota. Pero, como soy muy positivo, decido también ser original, aunque nadie me lo haya pedido: además, no me fío de los poetas: su oficio es cantar, y ya se sabe que cuando uno es feliz lo único que le apetece es cantar la canción del verano. La ...

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Como estarán ustedes de vacaciones y además nadie me ha pedido que sea original, se me ocurre que podría estrenar columna hablando de la felicidad. Enseguida me acuerdo de que un poeta decía que es imposible hablar de la felicidad sin poner cara de idiota, y comprendo que sería tristísimo, aunque bastante original, estrenar columna poniendo cara de idiota. Pero, como soy muy positivo, decido también ser original, aunque nadie me lo haya pedido: además, no me fío de los poetas: su oficio es cantar, y ya se sabe que cuando uno es feliz lo único que le apetece es cantar la canción del verano. La felicidad ignora la estética; también, me temo, la ética, aunque lo único que la ética no puede ignorar sea la felicidad. Ésta, por lo demás, lo ignora todo, porque carece de conciencia: por eso decía Wilde, que también era poeta, que basta mencionar la felicidad para que desaparezca.

¿Y los filósofos? Como no cantan, no suele importarles poner cara de idiota, aunque no estrenen columna. Algunos aseguran que la alegría es el nombre verdadero de la felicidad, que consiste, por tanto, en una adhesión sin fisuras a lo real o, como diría la canción del verano, en vivir el instante presente. Razonable, dirán: después de todo, el presente sí parece real, mientras que el pasado es sólo memoria, y el futuro, mera conjetura; pero sólo lo parece, porque basta que yo mencione el presente para que desaparezca. Benjamín, que a pesar de ser filósofo nunca puso cara de idiota (quizá porque también era poeta), asegura que ser feliz consiste en vivir sin temor. Peor nos lo pone. No sólo porque todos vivamos aterrados: sobre todo porque entonces la felicidad no estaría siquiera al alcance de los valientes (que son los que sienten temor, pero se lo tragan), sino sólo de los temerarios.

O sea, que ni los poetas ni los filósofos. Eso me pasa por hacerme el original. A lo mejor todo es más simple y la felicidad consiste en no tener miedo de poner cara de idiota o de cantar la canción del verano. O en estrenar columna. Quién sabe: a lo mejor lo que pasa es que todos somos felices, sólo que no nos damos cuenta, porque la inteligencia no nos da para más. A lo mejor ser feliz consiste en estar vivo.

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