Reportaje:CRÓNICA EN VERDE

El hotel de las aves

Los agricultores defienden el valor ambiental de los arrozales del entorno de Doñana

De las 35.000 hectáreas de arroz que se cultivan en la provincia de Sevilla, unas 15.000 se gestionan ya bajo el sistema de producción integrada, modelo que supone la aplicación de técnicas respetuosas con el medio ambiente. El uso de productos químicos en estas explotaciones se ha reducido en un 65 %, y la experiencia, pionera en España y Europa, se ha trasladado a otras comunidades, como Cataluña y Valencia, y de ella también han tomado nota italianos y portugueses.

Por un lado, se obtiene un alimento más saludable, libre de residuos químicos, cuestión que cada vez preocupa más a los ...

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De las 35.000 hectáreas de arroz que se cultivan en la provincia de Sevilla, unas 15.000 se gestionan ya bajo el sistema de producción integrada, modelo que supone la aplicación de técnicas respetuosas con el medio ambiente. El uso de productos químicos en estas explotaciones se ha reducido en un 65 %, y la experiencia, pionera en España y Europa, se ha trasladado a otras comunidades, como Cataluña y Valencia, y de ella también han tomado nota italianos y portugueses.

Por un lado, se obtiene un alimento más saludable, libre de residuos químicos, cuestión que cada vez preocupa más a los consumidores en una época marcada por las crisis alimentarias. Por otro, el manejo del cultivo se hace en función de las condiciones ambientales del entorno lo que, en el caso de Doñana, supone adaptar determinadas operaciones a los requerimientos de las aves que acuden a los arrozales en busca de alimento.

Una vez concluida la recolección del cereal, la tradicional quema de rastrojos ha sido sustituida, en los terrenos de producción integrada, por la mezcla de los residuos vegetales con el suelo arcilloso. De esta manera, tanto los invertebrados que se alimentan del rastrojo como los granos de arroz que no han sido cosechados sirven de alimento a las aves que utilizan Doñana como lugar de paso en sus migraciones otoñales y también a aquellas que permanecen durante el invierno en esta zona.

De cualquier forma, la producción integrada es más costosa que la tradicional y, en el caso de los arrozales sevillanos, ha exigido, entre otras inversiones, la contratación de 35 ingenieros técnicos especializados en esta materia. En estas circunstancias, los agricultores consideran imprescindibles las ayudas procedentes de la Administración. El futuro de las mismas, sin embargo, está en entredicho y, según la Federación de Arroceros, todo apunta a una notable disminución de estos mecanismos de apoyo, lo que podría acarrear el abandono de los sistemas de producción integrada.

'Una vez transformada la marisma natural, si en el entorno de Doñana no existieran los arrozales, habría que inventárselos para que este espacio natural conservara su riqueza', sostiene Miguel Afán, representante de Asaja en Sevilla. 'Por eso, no tiene mucho sentido', añade, 'que todo el esfuerzo que los arroceros han llevado a cabo para adaptar sus explotaciones a los requerimientos ambientales de esta comarca no obtuviera respuesta por parte de la Administración, y se interrumpieran las ayudas que hacen viable este tipo de agricultura sostenible'.

Los arrozales son una despensa natural a la que acuden las aves en dos momentos especialmente delicados. A finales de la primavera y comienzos del verano, cuando en la marisma comienza a escasear el agua, las tablas de arroz están inundadas por lo que se convierten en una zona de refugio indispensable para asegurar el ciclo reproductivo de numerosas especies. También en otoño, después de la cosecha, estos campos son frecuentados por las aves migratorias e invernantes, como los numerosos gansos que recalan desde el norte de Europa.

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'En realidad', precisa Afán, 'más que una despensa son un auténtico hotel de cinco estrellas, porque en los arrozales las aves se alimentan, pero también se reproducen, sacan adelante a sus crías y encuentra un hábitat adecuado que les evita tener que desplazarse a otras zonas más alejadas y desprotegidas'.

Además, los agricultores reclaman unos 150 millones por los daños que ocasionan las aves en los cultivos.

Un agricultor siembra arroz en el entorno de Doñana.GARCÍA CORDERO

Valor turístico

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