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Reportaje:

¿Adónde van los Kim?

Corea del Norte se abre paso al futuro con un régimen comunista hereditario y de culto a la personalidad

El señor Pak estudió portugués en Lisboa y vivió la revolución angoleña. Es guía e intérprete, pero por encima de todo un disciplinado súbdito del reino de los Kim, Corea del Norte, el más cerrado país del mundo con un inédito régimen comunista hereditario y de culto a la personalidad inquebrantable. 'Vivimos satisfechos de nuestra sociedad monolítica en la que, si hay cambios, los haremos a modo nuestro y no impuestos por los demás', dice este amable funcionario que ayudó a la expedición periodística que viajó esta semana a Pyongyang acompañando a la presidencia de la UE. Pide perdón Pak por las tropelías cometidas por las autoridades en las facturas telefónicas que tuvieron que abonar los enviados so pena de no recuperar el pasaporte retenido a la entrada.

La Unión Europea piensa que hay que seguir echando una mano al régimen norcoreano para contribuir a la pacificación entre las dos Coreas
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Muy satisfecho del viaje, el primer ministro sueco, Göran Persson, piensa que hay que seguir echando una mano al régimen norcoreano para contribuir a la pacificación entre las dos Coreas y cree ver señales de apertura. Los Quince se aprestan a establecer en bloque relaciones diplomáticas.

'Es una sociedad donde el concepto de libertad no sólo no existe, sino que tan siquiera se comprende', afirma un cooperante belga, miembro de una de las seis organizaciones no gubernamentales cuyo trabajo respalda la Comisión Europea. La labor de las ONG está plagada de obstáculos. Los comunitarios pidieron esta semana al Gobierno norcoreano que éstas tengan mayor control y acceso en la distribución de la ayuda humanitaria y alimentaria que el país necesita para salir del túnel de una economía en ruinas y la hambruna causada por las inundaciones y la sequía de la pasada década. Mucha de esta contribución no llega a quien debería llegar, los más necesitados, especialmente en las zonas rurales, y es desviada hacia los cuadros dirigentes del partido y el Ejército. ¿Cuántos han muerto, señor Pak? ¿Más de 200.000, como aseguran los datos oficiales? 'No, no, bastantes más. Tal vez un millón, dos millones, no sé', responde el funcionario norcoreano.

Este corresponsal visitó Pyongyang hace 11 años. Nada ha cambiado, o casi nada. Continúa siendo la misma ciudad fantasma, con poco tráfico ni ruidos, apenas alumbrada de noche por la carencia de electricidad. Es una realidad virtual, con tiendas o restaurantes cerrados, con policías de civil para vigilar cualquier movimiento o con karaokes que son tristes tugurios a los que se disuade de entrar al extranjero fijando un precio desorbitante de ingreso o informando de que está lleno, cuando no es verdad, y se dice al final que 'está repleto de japoneses', muy odiados por los atropellos de la ocupación de la península (1910-1945). Los mismos ciudadanos, clones de los de antes, los mismos lemas de loa a Kim Il Sung, el fundador de la patria, el liberador del yugo colonial, cuya muerte, el 8 de julio de 1994, en vísperas de llegar a un acuerdo con el perverso enemigo yanqui para transformar el programa nuclear militar norcoreano en un programa con fines civiles, convulsionó la nación.

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Los retratos del gran líder, los murales con el hijo, Kim Jong Il, o con obreros, campesinos, soldados o niños, aparecen como una pesadilla recurrente por todas las esquinas. Los palacios del Pueblo, cuadrados edificios de línea estalinista; la torre del juché junto al río, que se inspira en la filosofía creada por Kim, quien creía en la autosuficiencia política y económica de Corea del Norte. Esta doctrina ha quedado en entredicho después de pedir auxilio a la comunidad internacional en 1995 tras las calamidades naturales.

La gigantesca estatua en bronce del gran líder en la colina de Man Su Dae sigue en pie, impoluta, 25 años después de su construcción a instancias de su agradecidísimo y amantísimo hijo, Kim Jong Il, el querido líder, dueño y señor del país con permiso del Ejército, el quinto más poderoso del mundo. Corea del Norte tiene algo más de 21 millones de habitantes, de los cuales más de un millón son soldados. Un grupo de pequeños escolares sube hasta el monumento en silencio, uno de ellos pone una flor al igual que tuvo que hacer Persson cuando empezó la visita el pasado martes ante la mirada tensa del alto representante de la UE, Javier Solana, y del comisario de Exteriores, Chris Patten.

Las insignias en la solapa con la imagen del líder eterno continúan siendo lucidas por mucha gente. El extranjero no puede adquirir una. Desde el fallecimiento han aparecido insignias dobles con los retratos del padre y el hijo. 'Desde el principio hasta el fin llevaremos el país a la gloria del gran general', cantan un grupo de niñas durante el espectáculo montado en una escuela modelo para el grupo de enviados especiales.

El general es Kim Jong Il, de 59 años, ajeno a la actividad cuartelera militar cuando era joven, amante de la buena vida y con una hoja de servicios gris. Dos años después de la muerte del padre fue nombrado secretario general del partido único y un año después presidente de la Comisión de Defensa, el cargo más alto en la estructura de poder. Como homenaje al padre ha erigido un mausoleo de inmensas proporciones, que sigue creciendo, donde reposa embalsamado el cadáver de quien dijo en su día haber encontrado el paraíso terrenal: Corea del Norte. Hoy ese paraíso sufre la hambruna y las consecuencias de la desaparición de la Unión Soviética, primer sostén financiero y comercial.Corea del Norte vive una dualidad divina en la cual el padre está varios escalones por encima del hijo. 'Se dice que el primero tiene el 70% de dios por 30% del segundo', afirma con ironía un diplomático europeo residente en la capital. ¿Hasta dónde llega la sinceridad del actual gobernante cuando habla de considerarse amigo de Kim Dae Jung, el presidente de Corea del Sur y Nobel de la Paz 2000 por su contribución al proceso intercoreano de reconciliación y reunificación?

El encuentro de los líderes del Norte y el Sur, en junio del año pasado, despertó la esperanza de que se abría un camino irreversible hacia la paz de dos naciones que aún están en guerra. Y probablemente lo será así, si bien el cambio de actitud de EE UU hacia Corea del Norte ha frenado los contactos entre las dos partes y condiciona el futuro a lo que decida el presidente George W. Bush una vez concluya la revisión de su política norcoreana.

El máximo líder norcoreano, Kim Jong II.
El máximo líder norcoreano, Kim Jong II.ASSOCIATED PRESS

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