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Crónica:GOLF
Crónica
Texto informativo con interpretación

Figueras-Dotti ya no está sola

La aragonesa Raquel Carriedo, primera española que gana un torneo del circuito europeo al triunfar en el Open de Taiwan

Carlos Arribas

La constancia y la cabezonería son dos virtudes que se le suponen a cualquiera que quiera destacar en el golf, pero para Raquel Carriedo, y para cualquier mujer, para cualquier española, la testarudez y la perseverancia son virtudes necesarias simplemente para subsistir en el golf. Vivir de ello ya es un éxito; triunfar, un añadido extraordinario.

Hasta el pasado sábado, el golf femenino español se reducía a un buen puñado de mujeres decididas, capaces de irse a universidades de Estados Unidos para tratar de hacerse un hueco en el casi imposible circuito profesional norteamericano, y a la leyenda de Marta Figueras-Dotti, la madrileña que ganó en 1994, en Hawai, un torneo del circuito de la LPGA, el logro más importante del golf femenino español. Desde el pasado sábado, sin embargo, el golf femenino español sigue siendo lo mismo, pero con un nombre más.

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Carriedo, golfista zaragona, rubia, 1,65 metros, 29 años, ha tardado seis años y ha necesitado 86 intentos para conseguir su primera victoria en el circuito europeo, una serie de torneos que, como el circuito masculino, obliga a los profesionales a recorrerse medio mundo para jugar un campeonato.

El triunfo de Carriedo llegó en Taiwan. La semana próxima deberá jugar en Suráfrica. Antes había jugado en Australia. Y así, día tras día, año tras año. Hasta ahora, Carriedo, investida con el espíritu de pionera básico para sobrevivir, había logrado convertirse en la primera española seleccionada para la Solheim Cup (la Copa Ryder femenina, el duelo Europa-Estados Unidos); también había quedado cuatro veces segunda en los dos últimos años y, sobre todo, había hecho méritos para ganarse un lema pegado a su nombre: la mejor jugadora del circuito que aún no ha ganado un torneo. El sábado, por fin, se lo quitó de encima.

Así que no es de extrañar que las primeras palabras que pronunció después de embolsarse el cheque de unos cuatro millones de pesetas fueran: 'Por fin gané'. 'He estado tan nerviosa todo el día...', añadió; 'he tenido que luchar contra mí misma para conseguirlo, pero sabía que, aunque había estado mal con el putt todo el día, el último, el de la victoria, no lo podía fallar'. Y eso que era un putt de los que llaman rompenervios, poco más de un metro cuesta abajo, de esas distancias que despiertan la ansiedad y hacen florecer los yips, el tembleque incontrolable de las manos.

Pero no sólo de testarudez y constancia sobrevive Carriedo, quien considera a Vicente Ballesteros, hermano de Severiano, la persona que más le ha enseñado y más influencia ha tenido en su carrera. La aragonesa también echó este invierno una pizca de determinación a su mentalidad: se operó de un problema físico en los pies; contrató, por fin, un caddie a tiempo completo (el inglés Andy Deardon) y empezó a cosechar: tres torneos, una victoria, líder en la lista de ganancias, líder en la lista de la próxima Solheim Cup. Y ahora, maletas, avión y a jugar a Johanesburgo.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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