_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El tercer reto: la política social

Lichtenberg en uno de sus clásicos aforismos reclamaba que 'para escribir con sensibilidad hacía falta algo más que lágrimas y un claro de luna'. No iba nada desencaminado el sabio alemán del XVIII en su afirmación. En política sucede algo semejante. El éxito de una legislatura o la consecución de algo largamente reivindicado no son más que claros de luna, si no se es capaz de mantener una renovación ideológica constante. Pocas ideas podrán llegar a tener una plasmación real, si antes no han superado la fase del debate y de la aportación social. Ésta ha sido, a mi modo de ver, la razón de la reciente convención del Partido Popular celebrada en la ciudad de Alicante hace unos días.

Cuando el país en su conjunto se encuentra inmerso en importantes debates como el del Plan Hidrológico Nacional, la calidad de los alimentos, la reestructuración de las grandes infraestructuras de comunicación, el modelo de financiación autonómico o la situación de los inmigrantes, el PP ha sabido abrir desde la Comunidad Valenciana una nueva ventana para la discusión. Se trata de repensar y arbitrar ideas con el horizonte puesto en los próximos años. Ese proceso al que nos tuvieron acostumbrados algunos partidos que se reclaman de la izquierda, antes de llegar a la actual situación de desdicha y falta de proyectos, es la manera principal de canalizar unas inquietudes ansiadas desde siempre por nuestra sociedad. Ese empeño, en el que algunos partidos de la izquierda han fracasado estrepitosamente en la última década, ha sido lanzado con valentía por el PPCV, como un impulso más del debate ideológico que se produce en su interior y que aspira a dotar de mayor dinamismo a la sociedad civil valenciana.

Es cierto que vivimos en la 'era del riesgo' (A. Giddens), en la que plantear el futuro a un año vista puede llegar a parecer una temeridad. Hablar de la próxima década, para algunos ya es futurología. Sin embargo, la experiencia enseña que llevar la iniciativa política y complementarla con la participación social es la mejor garantía para afrontar el futuro sobre bases sólidas.

Hay, sin embargo, tres características que, por su normalidad, pudieran pasar desapercibidas y desvirtuar en su origen la finalidad de este embate que se ha lanzado a la sociedad valenciana, y que por ello me gustaría destacar. Por primera vez en la historia de la Comunidad Valenciana, en cualquier propuesta de interés general para el conjunto del Estado participamos activamente (PHN) e incluso en casos como el modelo de financiación autonómica o la estructuración de las comunicaciones (AVE, autovías...) las propuestas de discusión se han gestado aquí.

En segundo lugar, el reto de diseñar las ideas fuerza para los próximos lustros nace del propio partido que da su apoyo al Gobierno, y ello, con el tentador sosiego que puede ofrecer un horizonte de dos años antes de las próximas elecciones. Esta situación, desde el punto de vista político, refuerza la perspectiva de un horizonte lejano sin las prisas y confrontaciones propias de una campaña electoral.

Y, en tercer lugar, las propuestas planteadas a debate en Alicante ponen el énfasis -en su transversalidad-, en la política social. Sólo un ejemplo, de las seis ponencias allí planteadas, dos tratan sobre temas tan candentes como la participación e integración de las personas y sobre la plena garantía frente a situaciones de dependencia. En las cuatro restantes sobrevuela un modelo de sociedad basado en la acumulación de capital social y solidaridad para hacer frente al futuro. Estamos, por tanto, ante el quebramiento de una división largamente mantenida desde el alumbramiento de los primeros partidos comunistas en Europa: la política social era exclusiva del centro-izquierda, y parecía que al centro-derecha sólo le correspondía la política económica.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Un somero análisis de la realidad política actual nos llevaría a unas conclusiones claramente percibidas allende de nuestras fronteras. El debate abierto en Madrid y Barcelona ante el auge de la Comunidad Valenciana en contexto nacional, o incluso la lectura sesgada que desde fuera se hace de los beneficios que el PHN reportará a esta Comunidad que, aún siendo ciertos, no son más que un ejemplo de solidaridad interterritorial expresan el protagonismo creciente del Gobierno valenciano y la desorientación de la oposición como consecuencia de las discrepancias internas del principal partido de la oposición.

La primera conclusión ante este nuevo escenario es que el nivel de interlocución con el Estado ha elevado el rasero hasta situarse cuanto menos al mismo nivel que las denominadas comunidades históricas. En segundo lugar, la recuperación de la autoestima en unos ciudadanos acostumbradas a ser solidarios, sin recibir nada a cambio.

Y, finalmente, las actuaciones aquí desarrolladas han adquirido el respeto internacional, como sucede en la proyección de nuestra cultura, en la promoción de nuestros artistas, en el dinamismo empresarial y en otros muchos asuntos.

En un mundo globalizado, en el que los grandes avances en política de empleo, cultura o de infraestructuras son un hecho incontestable, era preciso dar un nuevo impulso a favor de la solidaridad y la convivencia. La riqueza de un país, mensurable sólo sobre bases económicas, puede dejar coja a su sociedad por el riesgo que conlleva de mantener la exclusión social como un efecto marginal. Uno de los principios estructurales de estas ponencias ha sido 'la distribución de la riqueza, la plena integración social de todos los ciudadanos y la protección de los más desfavorecidos', con lo que se quiere atacar de raíz el riesgo de exclusión.

Con esta credencial redistributiva de la política social, el presidente Zaplana ha querido lanzar una nueva propuesta que englobe a la sociedad civil para luchar contra la exclusión social. La salud y la educación van a tener ahora su complemento con los tres conceptos básicos de la nueva política social: la nueva solidaridad, la nueva ciudadanía y la nueva participación.

El PPCV ha dado un salto importante en su historia reciente y, por ello, debemos felicitarnos todos, los militantes, los independientes y los valencianos en general e, incluso, la oposición. Un partido europeo de centro reformista ha asentado desde las instituciones un discurso propio y ha sido capaz de abrirlo a la sociedad. Un discurso cimentado sobre la solidaridad pasiva, es decir la de aquellos que tienen garantizados un conjunto de beneficios, pero que trabaja por la solidaridad activa para que estos mismos beneficien a quienes por circunstancias diversas habían quedado excluídos.

Este es el gran reto que se ha planteado en Alicante. Es el arriesgado desafío que a todos nos compete. La humanización del nuevo entorno comunicacional, que certeramente expone Javier Echevarría en su obra Los señores del aire: telépolis y el tercer entorno, se nos plantea como un debate del que no podemos huir. Cada uno desde nuestra responsabilidad solidaria debemos luchar para que 'la resignación no se convierta en el suicidio cotidiano' contra el que ya en sus tiempos, luchó Balzac.

Rafael Blasco es consejero de Bienestar Social.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_