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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Problemas de pareja

La pareja franco-alemana atraviesa una crisis, y con ella, toda la construcción europea. Mes y medio después de firmado el Tratado de Niza, aquel texto resulta lejano y casi inútil, incluso antes de ser ratificado. De lo que se habla ahora es de otros posibles futuros europeos, en los que Francia y Alemania no parecen coincidir. Demasiadas diferencias les separan, y una cena entre Chirac-Jospin y Schröder en un pueblo alsaciano no puede salvar tantas distancias y cicatrizar las heridas. Tampoco es razonable esperar grandes avances antes de las elecciones previstas en Francia y Alemania para el año 2002.

Francia siempre vio la integración europea como una manera de multiplicar su poder e influencia, y a la vez frenar a Alemania. Pero la situación ha cambiado y el nuevo liderazgo alemán no sólo no se siente ya atado por el pasado, sino que tiene un mayor margen de maniobra en esta Europa, con un Reino Unido más cooperador. La ruptura en Niza de la paridad institucional entre París y Berlín ha causado malestar en Francia y la ampliación de la UE no se ve desde París tan positiva como desde Berlín. El Gobierno de Schröder parece más decidido a impulsar la integración política, a pesar de una opinión pública reticente, justo lo contrario de lo que ocurre en Francia. Complicación añadida es que en París el presidente gaullista y el primer ministro socialista tengan visiones distintas del camino que debe seguir la construcción europea con vistas a la próxima cita para reformar el marco jurídico e institucional de la UE en 2004 o las finanzas comunitarias en 2006. Antes, y quizás con urgencia, se planteará, agudizada por la crisis de las vacas locas, una desgarradora revisión de la política agrícola común, que separará aún más a esta pareja esencial.

Hay una cierta sensación de vértigo después de Niza. Las buenas palabras sobre una 'visión común' del futuro de Europa, o la decisión de reanudar los transportes de residuos nucleares entre ambos países, no pasan de ser gestos. Más real es el llamamiento de Chirac para una 'igualdad de derechos y deberes' de ambos países. No es previsible un divorcio; pero tampoco que se recomponga la intimidad a corto plazo, a pesar de cumbres informales cada seis u ocho semanas. Las tensiones en la pareja llegan en mal momento, a 11 meses vista de la introducción del euro físico, cuando se abre un nuevo debate sobre el futuro de la integración y cuando el resto del mundo mira hacia Europa como alternativa a EE UU en el papel de locomotora de la economía global.

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