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ELECCIONES 2000

Bush será el presidente de EE UU tras la renuncia de Gore a la batalla judicial

"El partidismo debe dar paso al patriotismo", dice el perdedor de las elecciones en un discurso a la nación

"Sé que Estados Unidos quiere reconciliación y unidad, sé que los estadounidenses quieren progreso", declaró a las cuatro de la madrugada de hoy, hora peninsular española, Georges W. Bush, en su primer discurso a la nación como presidente electo. Una hora antes, Al Gore había aceptado con deportividad su derrota en las elecciones y había reconocido al líder republicano como el próximo titular de la Casa Blanca. Los dos discursos fueron nobles, moderados y cargados de espíritu conciliatorio. "Comprendo lo difícil que debe ser este momento para Al Gore y su familia", dijo Bush en su primer mensaje como presidente electo.

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"Gore tiene un historial distinguido de servicio a este país como congresista, senador y vicepresidente", añadió el ya 43º presidente de EE UU en un mensaje a la nación desde la Cámara de Representantes de Tejas.. En una conversación telefónica anterior a sus respectivas comparecencias televisivas, los dos políticos que han librado el combate electoral más salvaje de la historia norteamericana acordaron reunirse la próxima semana en Washington.Bush invitó a demócratas y republicanos a "cicatrizar" las heridas del pulso electoral, "trabajar juntos en beneficio del pueblo" y buscar "consensos constructivos". "Tenemos que dejar atrás la amargura y el partidismo de los últimos tiempos", declaró. Bush ofreció comenzar el trabajo de cicatrización con un programa que puede ser compartido por las dos grandes fuerzas políticas norteamericanas, y que cifró en la mejora de las escuelas públicas, la salvación del sistema de pensiones de jubilación, la cobertura farmacéutica para todos los ancianos y un recorte de impuestos. La rendición de Gore se había hecho inevitable tras la sentencia del Tribunal Supremo de EE UU, que declaró anticonstitucionales los recuentos manuales impulsados en Florida por el candidato demócrata.

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"Esto es el jaque mate para Gore", declaró el congresista demócrata James Moran. Pero el hombre que desde que nació sueña con la Casa Blanca se reservó el derecho a dedicar varias horas a mirar una y otra vez el tablero y convencerse de que era así. Entretanto, algunos de sus propios correligionarios, como estaba previsto, le informaron que no tenía otra salida que la aceptación deportiva de la derrota. El senador demócrata Robert Torricelli; Edward Rendell, presidente del Partido Demócrata; Laurence Tribe, abogado de Gore ante el Supremo de EE UU, y el congresista Moran fueron de los primeros en pedirle que no le buscara tres pies al gato de la sentencia final.Horas después, los moderados del Partido Demócrata, como el senador por Luisiana John Breaux, comenzaron a pedir a sus correligionarios lealtad al presidente electo Bush y a los republicanos modestia a la hora de administrar su pírrica victoria presidencial. Pero la amargura en el ala izquierda del Partido Demócrata, la que ha sostenido con más entusiasmo la cruzada de Gore, era enorme.

"No veo por qué la gente está tan ansiosa por que terminen estas elecciones", declaró Charles Rangel, congresista demócrata afroamericano por Nueva York. "Gore no debería darse por derrotado", añadió. "A lo mejor el próximo 18 (día en que se reúne el colegio electoral) hay compromisarios favorables a Bush que deciden apoyar a Gore, que, al fin y al cabo, es el que ha ganado el voto popular". El reverendo Jesse Jackson apoyó esa idea.

El 20 de enero, terminarán así ocho años de tumultuosa presidencia demócrata. Pero Clinton se lleva el honor de haber sido el único demócrata desde los tiempos de Franklin Roosevelt, en la II Guerra Mundial, que ocupa el Despacho Oval durante dos mandatos consecutivos.

En cierto modo, el 20 de enero se producirá una restauración republicana. Pero con una mayoría exigua de ese partido en la Cámara de Representantes y un empate en el Senado, lo que augura nuevas turbulencias políticas en la principal potencia del planeta. La restauración no será solo de color político, sino también familiar. La dinastía Bush ha conseguido lo que hasta ahora solo había conseguido la dinastía Adams: situar a dos de los suyos en el 1600 de la avenida de Pennsylvania, en Washington..

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