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EL FUTURO DE EUROPA

La UE logra el tratado que permitirá la ampliación

El enfrentamiento entre Francia y Alemania quedó oculto por el choque de países grandes y pequeños

ENVIADO ESPECIAL. La Unión Europea fue fiel a sí misma en Niza. Hizo falta otra noche en blanco, otra puesta en escena llena de acuerdos inminentes, rupturas repentinas, bloqueos, rencillas y, al final, como siempre, el acuerdo. Un acuerdo limitado, pero acuerdo al fin, que por encima de todo permite que sus instituciones estén formalmente preparadas para acoger a los países candidatos de Europa del Este. El Tratado de Niza ha logrado su primer éxito: existir. Un parto largo que no acabó hasta ayer, a las 4.20 del que empezaba a ser ya el quinto día de negociaciones. Al final, la anunciada batalla de Niza entre Francia y Alemania se quedó en guerra abierta entre grandes y pequeños.

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París y Berlín aletargaron sus querellas y eso permitió a Europa alcanzar sus objetivos mínimos. "La relación franco-alemana es muy importante para Europa" y un enfrentamiento entre ambos "hubiera tenido consecuencias muy graves", explicó al término de la cumbre el canciller Gerhard Schröder.Esa paz permitió cubrir los objetivos esenciales de la reforma, pese al pesimismo del presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, que se declaró "decepcionado" por la poca ambición de los resultados a la hora de eliminar el derecho de veto. Pero la mayoría cualificada ha avanzado en campos como la cohesión, el comercio exterior, justicia e interior, incluso en materia social y en la elección del presidente de la Comisión y de Míster PESC.

Se ha suavizado el mecanismo de las llamadas cooperaciones reforzadas, dejando expedito el camino hacia la Europa a varias velocidades. La Comisión no tendrá menos comisarios que ahora, pero no podrá superar el límite de 27. Y el reparto de votos deja las cosas en equilibrio: 170 para los grandes, 175 para los pequeños.

"Es un buen resultado", afirmó, agotado, el presidente francés, Jacques Chirac, al filo de las cinco de la madrugada. "Es un buen tratado. No el mejor de los posibles, pero un buen tratado", sintetizó el primer ministro portugués, António Guterres. "Hemos despejado el camino a la ampliación", subrayó el primer ministro francés, Lionel Jospin. "Se ha reconocido a Alemania su preeminencia sobre los demás, aunque de forma más teórica que real", concedió el español José María Aznar. "Han sido unas negociaciones muy difíciles, pero el acuerdo es satisfactorio", resumió el británico Tony Blair. La guerra franco-alemana pareció vivir una tregua más que un armisticio. Y se atisba una peligrosa fractura entre pequeños y grandes.

Paridad de votos

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Francia conservó el simbolismo de no romper la paridad de votos, pero cedió en todo lo demás. "En la reconciliación acordamos borrar el peso del pasado y sólo podríamos hacerlo con estricta igualdad entre los dos pueblos", recordó una vez más Chirac al término del Consejo.Pero el gran triunfador de Niza fue Alemania. Impuso un mecanismo que le atribuye la llave de los bloqueos a través del criterio de población, ha mantenido su cuota de diputados en un Parlamento Europeo que cada vez tiene más tintes germanos y ha conseguido luz verde a su agenda de reformas de futuro con fecha fija para la cita: 2004. Berlín ha cogido las riendas de la Unión al convocar un ejercicio de clarificación de competencias que tiene por principal objetivo dejar muy claro ante sus propios gobiernos regionales qué es de Europa y qué es de los Estados nación.

España alcanzó sus objetivos nacionales esenciales, aunque no llegó al listón que se había impuesto el Gobierno. La minoría de bloqueó será de 91 votos en una Unión de 27 socios, lo que obliga a pactar con dos grandes y un mediano mientras a Alemania, Reino Unido, Francia e Italia les bastarán dos grandes y un pequeño (salvo Malta, que sólo tiene tres votos) para bloquear.

Pero al margen de los balances, Aznar jugó esta vez la carta de la flexibilidad: cedió la cohesión cubriéndose las espaldas y abandonó por una vez el papel de socio díscolo y egocéntrico. "España ha conseguido exactamente lo que quería. Es la opinión de todo el Consejo", presumió. "Nadie ha recibido tantas felicitaciones como yo dentro del Consejo", se jactó.

Pero los parabienes públicos fueron para el belga Guy Verhofstadt, convertido en figura de la noche al permitir el acuerdo final pese a que su vecino holandés logró despegarse en votos de Bélgica por primera vez desde la fundación de la construcción europea. "Es un héroe de Europa", llegó a decir el primer ministro de Finlandia, Paavo Lipponen. "En la mesa todos decían para mí, para mí, para mí... Nadie quería dar nada a los demás", se quejó amargamente Verhofstadt.

Si el héroe fue Verhofstadt, el papel de villano lo interpretó el portugués Guterres. Fue él quien abrió la batalla final entre pequeños y grandes y luego, cuando todo ardía y el mismo tratado se tambaleaba, se conformó con un voto más para Portugal... ¡y uno menos para España!

Guterres abandonó por una vez su perfil de mediador incombustible y hacedor de consensos para agarrarse a las cifras en nombre de los Estados pequeños. "No es un ejercicio de aritmética, sino un ejercicio europeo", renegó al final de la cumbre. "Los que hacen aritmética más pronto o más tarde van a perder. No luchamos por las cifras, sino por los principios", concluyó.

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