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Lieberman refuerza la campaña de Gore y ataca a Bush en Tejas

En Houston, territorio de George Bush, Joseph Lieberman, rodeado de familias de Tejas que no han conseguido asistencia médica para sus hijos enfermos, denunció ayer que, como gobernador de ese Estado, el candidato republicano "no ha hecho de la cobertura médica de los niños una de sus prioridades". Fue otra exhibición del brío que Lieberman ha inyectado en la campaña presidencial de Al Gore.

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Ofensiva republicana

Por contraste, el frío y apático Dick Cheney está aportando bien poco a la de Bush. La resurrección de Gore comenzó el día que escogió al senador judío ortodoxo Lieberman como su candidato a la vicepresidencia. Enérgico, humorístico y convincente, Lieberman se está encargando de golpear directamente todos los días al hígado de Bush. Incluso en su propio coto de caza, como ayer en Houston.Lieberman solo tiene un par de posibles inconvenientes. Asusta a Hollywood con sus denuncias del sexo y la violencia en el cine y la televisión, y sus llamamientos a una "moralización" de la vida estadounidense. Es una cruzada que recuerda la que, en los años ochenta, desencadenó Tipper Gore, la esposa del candidato presidencial demócrata, contra los "contenidos obscenos" de la música juvenil.

El segundo problema de Lieberman es que cita constantemente a Dios, hasta 30 veces en un discurso. Le ha llamado al orden ni más ni menos que el prestigioso grupo judío Liga contra la Difamación. No sólo por aquello de no mencionar el nombre de Dios en vano, sino porque Lieberman pide en público "un mayor papel de la religión en la vida norteamericana". Sus correligionarios se han visto obligados a recordarle que EE UU es una república laica, basada en la separación entre el Estado y la multitud de iglesias. "Quizá sea ésta la campaña presidencial más teocrática en mucho tiempo", dice Abraham Foxman, director de la Liga contra la Difamación.

"Empezó con George Bush declarando que Jesucristo es su filósofo favorito, y siguió con Al Gore diciendo en el programa 60 Minutes que ha nacido de nuevo a la fe cristiana". Lieberman puso la guinda cuando proclamó: "Como pueblo, tenemos que reafirmar nuestra fe y renovar la entrega de nuestra nación a Dios y los objetivos de Dios".

La Liga contra la Difamación le amonestó en estos términos: "La pública profesión de las creencias religiosas no debería ser una parte básica de ninguna campaña política". Pero en EE UU siempre ha sido así, y este año más. Desde que John McCain le denunció por acudir a la universidad anticatólica de Bob Jones, Bush, un metodista practicante, viaja acompañado de un cura con alzacuellos.

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Convicciones públicas

"Me pregunto con frecuencia qué es lo que haría Jesús ante determinada situación", dice en público Gore, ferviente baptista. A la mayoría de los electores les gusta. Según un sondeo de Newsweek, el 61% aprueba que los candidatos manifiesten sus convicciones religiosas durante la campaña, frente al 33% que lo desaprueba. Y a las iglesias les entusiasma. Lieberman ha recibido el espaldarazo de católicos, musulmanes y protestantes. También en este debate Cheney es el más mustio. Al escogerle como su candidato a la vicepresidencia, Bush cometió el primer gran error. El número dos republicano sólo consigue titulares por la polémica sobre si debe renunciar a las stock options que recibió de la compañía petrolera en la que trabajó hasta julio.

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