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Estampas y postales

Cementerio fantasma

Miquel Alberola

La gran frustración de algunos especuladores litorales ha sido no poder construirse una tarta de portland sobre el Cementerio de los Ingleses de Dénia para forrar con mármol sus flojas credenciales y darse un aliciente extra. Durante muchas noches han soñado en asaltar este cementerio situado junto al mar, en inyectarle cemento y levantar una terraza -y quizá un casalicio alicatado con su propia estatua- donde tomar un aperitivo, pisar fundas de cigala con unos zapatos Hush Puppies y consagrar su espumoso éxito. De momento no han logrado más que torturarse.Éste es uno de los muchos cementerios junto al Mediterráneo que invitan a vivir. Y desde los ojos de los promotores constituye uno de los bocados más jugosos de la playa de Les Rotes. Se trata de un camposanto en forma de triángulo, sin cadáveres, ocupado por adelfas y esparragueras, y con escasas referencias del cometido principal para el que fue erigido. Sólo un monolito de sillería en el centro lo vincula con su origen. En él ha sobrevivido un trozo de lápida a la memoria del niño Reginald Rankin, que nació el 12 de agosto de 1864 y murió el 3 de diciembre de 1865.

La leyenda dice que naufragó un barco inglés ante la costa de Dénia, que no sobrevivió nadie y que la Corona inglesa compró un campo en la partida del Marge Roig para dar sepultura a la tripulación. Pasados los años, de acuerdo con la mecánica desarrrollada por la Inglaterra imperial con sus súbditos coloniales, repatrió los cadáveres, por lo que el cementerio quedó con las tumbas abiertas y a merced de la vegetación, mientras Les Rotes se urbanizaban al completo.

Sin embargo, el único naufragio acreditado en los papeles es el que relata don Roc Chabás, ocurrido el 16 de marzo de 1799 en la playa de Les Rotes. La fragata La Guadalupe, con más de 30 cañones y 327 hombres de tripulación, embistió la Punta del Sardo huyendo de la flota inglesa y se hundió con 147 víctimas. Pero no consta ningún naufragio inglés. A falta de documentos que revelen su origen, resulta más verosímil que el cementerio estuviese ligado a la actividad comercial desempeñada por los ingleses en la zona, teniendo a la pasa como producto fundamental.

Desde que en 1882 -varios años después de que se estuviesen realizando enterramientos-, en que el propietario del campo, Juan Vignan Cardona, transfirió la propiedad a José María Morant, el vicecónsul de Inglaterra en Dénia, no existe constancia escrita de lo que ha sucedido en el camposanto. Ahora es propiedad del Ayuntamiento, y pese a haber anunciado hace tiempo que va a construir un parque, el cementerio sigue abandonado como un solar sin dueño para que algunos promotores urbanísticos se retuerzan en la cama soñando que todavía es posible tomarlo y construirse un mausoleo para vivir.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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