Tribuna:

Pufo

MIQUEL ALBEROLA

Desde que el PP decide los presupuestos de la Generalitat, todos los años se escenifica, sin reparar en pompa, la firma de un convenio entre Eduardo Zaplana y el presidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra, a tenor del cual la Corporación provincial recibe varios miles de millones del Consell. Este formato escénico permite a Fabra mantener el postín de virrey que ya conquistaron sus ancestros, lo cual no deja de ser una liturgia de consumo muy interno, y Zaplana aprovecha para darse un baño de magnificencia provincial, que nunca está electoralmente de sobra. E...

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MIQUEL ALBEROLA

Desde que el PP decide los presupuestos de la Generalitat, todos los años se escenifica, sin reparar en pompa, la firma de un convenio entre Eduardo Zaplana y el presidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra, a tenor del cual la Corporación provincial recibe varios miles de millones del Consell. Este formato escénico permite a Fabra mantener el postín de virrey que ya conquistaron sus ancestros, lo cual no deja de ser una liturgia de consumo muy interno, y Zaplana aprovecha para darse un baño de magnificencia provincial, que nunca está electoralmente de sobra. En este auto sacramental también es más importante la forma que el fondo. De lo contrario, se estarían pervirtiendo los fundamentos de la Administración autonómica, puesto que corresponde a las distintas consejerías que conforman el Consell acometer los asuntos que son de su competencia, y no a un presidente de Diputación, por muchas credenciales genéticas de que disponga para que no palpite nada bajo el cielo de su provincia sin su consentimiento. Asimismo, de ser oro todo lo que reluce, el Consell estaría rompiendo el equilibrio inversor interprovincial a favor de Castellón, lo que suscitaría no pocos recelos así en Alicante como en Valencia, cuyas diputaciones no son obsequiadas por Zaplana con esta deferencia fatua. Pero la mayoría de partidas incluidas no son otras que las que ya estaban previstas en las consejerías para los objetivos habituales de la acción de gobierno, sólo que provincializadas para aplacar el síndrome feudal a Fabra. Por eso las obras se pagan desde estos departamentos, sin que el dinero llegue a ser visto por quien representa que asume la ejecución de los proyectos. Por no recordar que en cada uno de estos cinco convenios apenas se ha llegado a ejecutar la mitad del dinero destinado, con lo que la lluvia de millones a menudo es poco más que una tormenta seca. La única ventaja de este simulacro es que el solapamiento da pie a que las obras se inauguren dos veces. Puesto que de lo se trata es de solemnidad, para la firma del próximo convenio podrían sustituir la Casa dels Caragols por el Teatro Principal de Castellón. Y ponerle aplausos y bajadas de telón. Incluso vivas.

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