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Tribuna:
Tribuna
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Fuenteovejuna, señor.

El martes 4 de mayo de 1999 acaeció un suceso que pasó inadvertido para la prensa de alcance nacional: la tentativa de homicidio de un ciudadano de etnia gitana en la localidad de Albaladejo, en Ciudad Real. Uno de los periódicos de la provincia presentó la noticia en estos términos: "Como si de Fuenteovejuna se tratase, más de un millar de vecinos de Albaladejo se manifestaron por las calles de la población reclamando la libertad de dos jóvenes, Raúl O. G. y José G. G., de 22 y 23 años respectivamente, detenidos el martes por un presunto delito de homicidio. Los jóvenes, buenos trabajadores, según un vecino que prefiere ocultar su identidad, dispararon con escopeta contra un hombre de raza gitana, también vecino del lugar. Aunque oficialmente no han trascendido las causas por las que se produjo el hecho, los vecinos tienen su propia impresión sobre lo sucedido: el herido es un "malhechor" -el propio alcalde de la localidad, Juan Ángel Rodado, le define así-, que andaba siempre en asuntos turbios, mientras que los jóvenes no son más que víctimas. "Al final, este tipo se ha encontrado enfrente con alguien con un par de cojones", dice, llena de indignación, una vecina de Albaladejo... El alcalde explicó que el Ayuntamiento va a realizar un informe para la juez de Villanueva de los Infantes que instruye el sumario, exigiendo lo que el pueblo pide: que les pongan en libertad. Tanto el alcalde como los miembros de la Corporación encabezaron la manifestación que se celebró a las ocho y media de la noche de ayer ... Los vecinos profirieron gritos del tipo ¡Raúl y José somos todos! o ¡fuera gitanos!". Junto a la crónica de los hechos aparecen dos fotos cuyo pie reza: "Todo Albaladejo se manifestó reclamando la libertad de los jóvenes". En una de ellas se ofrece un primer plano del alcalde, Juan Ángel Rodado Rubio, arengando a los manifestantes micrófono en mano desde el balcón de la Casa Consistorial.Otro periódico provincial informa sobre lo ocurrido en términos similares: "Fuentes locales aseguraron que el herido tenía amenazados de muerte a numerosos vecinos, a los que extorsionaba y chantajeaba para conseguir dinero. Estas mismas fuentes no quisieron desvelar su identidad por miedo a futuras represalias. No obstante, no existen denuncias contra el agredido, algo que el alcalde atribuye al temor o inmovilidad de los vecinos hasta el día de hoy". Los testimonios sobre el agredido, siempre anónimos, no pueden ser más contundentes: "Un residente en Albaladejo, que dice haber sufrido en sus carnes (!) las amenazas de la víctima de los disparos, se refirió a él como "el clásico depredador" y como "alimaña". Según él, Juan José García vive de la extorsión y la delincuencia: "Es el único responsable de que dos jóvenes honrados se hayan metido en este lío", afirma... Otros vecinos relatan que la víctima llevaba ya varios años [la cursiva es mía, J. G.] amenazando, tanto con armas blancas como de fuego, a la juventud de Albaladejo. "Incluso en algunos casos" -señalan- "pretendía cobrar algo parecido al impuesto revolucionario, amenazando con la muerte a quien se negase a pagarlo". En contraposición al retrato sombrío del agredido que presuntamente sembraba el terror en el pueblo desde hacía años -¡una especie de activista etarra en Castilla-La Mancha!-, el de los jóvenes que dispararon contra él reluce, en palabras de la teniente de alcalde de la población, como el de "dos personas cívicas, reconocidas en el pueblo, queridas y estimadas por la juventud".

Varias semanas después del suceso, la representación teatral de Fuenteovejuna prosigue triunfalmente en el pueblo. Albaladejo mantiene su apoyo inquebrantable a los dos héroes justicieros: "Son las ocho de la tarde y a la plaza de la Constitución [cuya vigencia no se extiende por lo visto a los ciudadanos gitanos, J. G.] empieza a llegar la gente. Los primeros son hombres mayores que se van acomodando en los bancos, en torno al enorme árbol que da sombra a la plaza". Según pasan los minutos se forman corros en diversos puntos: a la puerta del Ayuntamiento y de las bocacalles que conducen al centro del pueblo. Unos son de jóvenes, otros de mujeres y grupos de vecinos o familias... El sentimiento que se respira es unánime: José y Raúl tienen que salir de donde están, ése no es su lugar. "Lo sucedido a estos dos jóvenes" [a la víctima no le ha ocurrido nada, J. G.] ha conmocionado a todo el pueblo... Entre paso y paso, los vecinos recuerdan la noche del 4 de mayo una y otra vez, y los comentarios son siempre los mismos: "Les ha tocado a ellos, pero podría haber sido cualquiera...". En sus pechos aún sigue prendido el lazo azul que han tomado como símbolo de la libertad de los jóvenes".

Interrumpamos aquí la ejemplar representación teatral de Fuenteovejuna, con sus dos héroes y el villano casi ejecutado por el pueblo justiciero -ingresado en el hospital de Valdepeñas para tratamiento quirúrgico de las graves heridas abdominales por disparo de arma de fuego con cartucho y gran número de plomos causantes de su evisceración-, no sin señalar que, a consecuencia de la agresión, Juan José García no se ha recuperado todavía, al cabo de un año, de las heridas recibidas, a causa de la pérdida del bazo y de buena parte de los intestinos.

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Como en el sórdido entramado del Raval de Barcelona denunciado por Arcadi Espada, nos encontramos ante un caso de descarada manipulación de los hechos por parte de la prensa, las autoridades locales y la Guardia Civil, en el que la desinformación, tendenciosidad, divulgación de rumores sin fundamento alguno y toma de partido por los "justicieros" contra la víctima de "raza gitana" ponen en tela de juicio los fundamentos mismos del Estado de derecho que permitió el ingreso de España en la Unión Europea.

El informe elaborado por la ANCRA (Red Europea de Antenas contra el Racismo) y la Asociación Nacional Presencia Gitana nos ofrece la otra cara de la moneda, voluntaria o involuntariamente escamoteada por los medios de información: la ocultación y falsificación sistemáticas de los orígenes, circunstancias y consecuencias de lo acaecido, demostrables con pruebas documentales difíciles de rebatir.

¿Cómo explicar, ante todo, que un vecino - ¡además de etnia gitana y, como tal, objeto de la inquina del alcalde y de algunos miembros de la Guardia Civil!- pudiera aterrorizar durante años a un pueblo de 1.700 habitantes con extorsiones y amenazas, sin que, con anterioridad a la tentativa de homicidio, nadie le denunciara? En el Juzgado de Instrucción de Villanueva de los Infantes consta, por el contrario, un certificado en favor de Juan José García García, expedido por el jefe de la Policía del Ayuntamiento, en el que se reconoce a petición del interesado que "observa una conducta cívica con sus convecinos y respetuosa con la ley", " así como un manuscrito redactado por el sacerdote de la parroquia de Santiago Apóstol del pueblo, en el que afirma no tener ninguna queja contra él". Conviene precisar que este mismo párroco cambió oportunamente de sotana después de los hechos y se sumó al coro de Fuenteovejuna con comentarios, muy poco cristianos por cierto, ten-

dentes a justificar el odio atávico de la población contra la gitanería. (¿Habrá que recordar que el obispo de Almería y los párrocos del Poniente almeriense guardaron un estruendoso silencio respecto a la furia xenófoba en El Ejido y la destrucción de tres oratorios musulmanes por sus feligreses? ¿Hasta cuándo habrá que esperar para que el catolicismo de la España profunda acate los valores democráticos avalados por la Constitución y responda a las enseñanzas evangélicas que oficialmente predica?).

Las probables causas de la animadversión colectiva contra Juan José García García arraigan en muy distinto suelo: en el de la asunción por la víctima de su condición de ciudadano español de etnia gitana, sujeto de derechos y libertades establecidas por la Constitución de 1978 y orgulloso de su identidad. Juan José García no admitía las discriminaciones y falta de respeto de las que era objeto por parte de algunos de sus convecinos en razón de su etnia. A ello habría que agregar su preparación escolar y cultural y su éxito profesional como ganadero y agricultor. Había seguido cursos de capacitación agraria organizados por la Junta de Castilla-La Mancha y su empresa avícola y ganadera se halla debidamente inscrita en el Registro de Explotación. En corto: un ciudadano como Juan José García García rompía los estereotipos mentales del gitano inculto, pedigüeño y servil.Era una persona como las demás y mejor educada que la mayoría de sus convecinos. Algo por lo visto difícil de digerir por éstos, por la Guardia Civil de la localidad y por el muy honrado y digno presidente de la Corporación Municipal de Albaladejo.

La inquina castiza del señor Rodado Rubio contra el agredido se remonta a varios años atrás. En 1996, apenas elegido alcalde con las siglas del PP, trató de cerrar la cuadra de caballos de la familia de Juan José García en la plaza del pueblo so pretexto de que contravenía las normas de higiene, pero una inspección veterinaria desestimó la demanda. A su vez, algunos miembros de la Guardia Civil -en cuya casa-cuartel, según el informe de la ANCRA, cuelga todavía el retrato de Franco- mataban el ocio reinante en una comarca sin problemas con una estrecha vigilancia a las idas y venidas de aquel gitano atípico e imposible de ahormar: le pedían la documentación de sus vehículos cada vez que cruzaba la plaza del pueblo, le sancionaban por no abrocharse el cinturón de seguridad y le denunciaban por desacato a la autoridad sin que el juzgado correspondiente adoptara resolución alguna, fuera de una sanción simbólica por presunta "agresión a un agente".

El 4 de mayo de 1999, Juan José García se presenta a la inauguración de un nuevo bar de la localidad. A su entrada, el camarero le advierte: "Aquí no servimos a gitanos". Juan José no responde a la provocación y, antes de irse, pregunta al dueño: "¿No me sirves porque soy gitano? Bueno, hay otros bares en el pueblo". Cambia al punto de local y, al llegar a éste, recibe en su teléfono portátil la llamada de uno de sus futuros agresores dándole cita "para aclarar las cosas" junto a los depósitos de agua, en las afueras del pueblo. Juan José acude al lugar sin sospechar la celada que le tienden y, en cuanto llega, recibe el disparo con arma de fuego que le dejará incapacitado de por vida.

Las arengas del alcalde señor Rodado Rubio -la mejor baza para su reelección triunfal del 13 de junio de 1999- y las manifestaciones colectivas del sentir popular se prolongarán durante cuarenta y pico días, hasta lograr la excarcelación de los heroicos e inocentes agresores, actualmente en situación de libertad bajo fianzas de 500.000 y 400.000 pesetas colectadas "solidariamente" por el vecindario. ¡Una prueba más de la admirable ecuanimidad e independencia del poder judicial!

Otra consecuencia de la agresión silenciada por los medios informativos: las manifestaciones del vecindario frente a las viviendas de los familiares de la víctima; esto es, la casa de sus padres, hermana y tías, y la que compartía con su mujer y cuatro hijos. Los insultos y amenazas diarios fueron acompañados de otro acto de gallardía: el perro pastor alemán de Juan José, guardián de sus ovejas, fue ahorcado y colgado en la puerta de su casa mientras su dueño se debatía entre la vida y la muerte en el hospital de Valdepeñas. Más digno de encomio aún: los hijos del agredido fueron forzados a abandonar la escuela -el colegio público Santiago Apóstol- por grupos de vecinos que vociferaban: "¡Gitanos, iros del pueblo, que aquí no os queremos! ¡La escuela es nuestra y no tenéis derecho a ella!". A consecuencia de esta campaña de violencia racista, los padres, la hermana, la mujer, los hijos y el propio agredido, recién dado de alta, tuvieron que abandonar a fines del pasado mes de junio sus propiedades y bienes y viven hoy en situación precaria, sin cobertura social alguna, en esta España que "va para más" en el seno de una Europa libre, rica y democrática.

Como dicen los autores del informe de la ANCRA y la Asociación Nacional Presencia Gitana, "Albaladejo no debe ser una isla de impunidad. La conspiración de silencio ha impedido que la noticia salga de Ciudad Real, más allá del autismo autonómico de los medios de comunicación españoles sobre muchos sucesos de origen local, que no trascienden al resto del país, pese a su interés sintomático y excepcional gravedad". Es hora ya de que este encubrimiento acabe y la verdad de los hechos aflore a la luz del día.

Juan Goytisolo es escritor.

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