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Los vecinos de Lockerbie recuerdan cómo "llovió fuego" tras el atentado

Vecinos de la apacible ciudad escocesa de Lockerbie reconstruyeron ayer la peor noche de su vida. El 21 de diciembre de 1988, sobre las 19.00 horas, vieron una gran explosión en el cielo y poco después, llovieron bolas de fuego seguidas por los restos de un avión desintegrado. Alas, secciones de butacas con los cuerpos de las víctimas aún sujetos por el cinturón de seguridad se esparcieron en una gran superficie.

La estrategia de la Fiscalía, en el segundo día del juicio contra los dos libios acusados de perpetrar el atentado, fue recordar al mundo los detalles de horror de aquella noche de invierno. Después de más de once años, las imágenes de cuerpos retorcidos o calcinados entre la chatarra de aquel avión se han esfumado de la memoria colectiva. Algunos de los testigos que se presentaron ayer en el juicio salvaron sus vidas de milagro mientras llovían bolas de fuego. Otros vivían a escasos metros de donde cayó la mayor parte del fuselaje y vieron sus hogares destruidos, jardines y calles cubiertos de cuerpos mutilados que cubrieron con sábanas blancas antes de que llegaran bomberos y policías.

Dan Cohen, que perdió a su única hija en el vuelo 103, salió de la sala de audiencias durante el descanso de la tarde. Reconoció que los testimonios habían sido "muy fuertes". Siguió con "especial atención el que describió cómo fue encontrada la cabina con cadáveres". "Mi hija fue hallada allí", dijo.

Cohen, que viajó desde Estados Unidos para asistir al juicio, dice que este fin de semana regresará a casa. "Esto es insoportable, no podría resistir más días". En la sala de audiencias de Camp Zeist, el tribunal de jurisdicción escocesa cercano a Utrecht (Holanda), los acusados, Abdel Baset al Megrahi y Al Amín Jalifa Fahima, seguían el conmovedor testimonio de los residentes con expresión seria mientras miraban el mapa de Lockerbie en las pantallas.

Los familiares de las víctimas, separados de los presuntos autores por un cristal antibalas, escuchaban con atención el testimonio de los últimos en ver el vuelo 103 en movimiento y en llamas.

"El fuego llovía desde el cielo", dijo Jasmine Bell, trabajadora social de 53 años. La mujer cubrió a varios cadáveres con sábanas blancas cuando trataba de rescatar lo inrescatable en las calles de la ciudad. Su hijo, que la acompañaba, le preguntó si ella podía identificar la naturaleza de un bulto tirado. Ella le contestó "Es carne, hijo, sólo carne".

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En Lockerbie se recogieron 270 cadáveres. De ellos, 259 eran pasajeros del avión y 11 residentes de la apacible ciudad, incluidos varios niños y bebés.

Robert Peacock, que vive en la ciudad escocesa, vio la explosión y miró al cielo, donde identificó a un avión que había perdido la cola. "Estoy seguro que la cola no estaba allí", dijo. Stephen Charles Tegel, que conducía su automóvil en un camino rural aquella noche, vio una clara explosión en el cielo, que según la investigacion se produjo a 9.500 metros de altura. Tras el estallido "una luz naranja comenzó a descender en picado del cielo", dijo Tegel.

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