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Castigo a largo plazo

Primero llegó lo que la justicia de EEUU denomina "hechos demostrados", que estuvieron sujetos a los recursos correspondientes. Ahora son las "conclusiones legales" del juez las que abren una nueva etapa en el juicio contra Microsoft. Sin embargo, lejos de ser el final del proceso, la singularidad y complejidad de los trámites en las demandas antimonopolio alejan hasta el año 2002 ó 2003 la sentencia final y las posibles sanciones. Bloqueada la vía del acuerdo extrajudicial, el proceso sigue su curso.Aunque los trámites son ridículamente extensos, al menos se cumplen los plazos: el magistrado Thomas Penfield Jackson prometió sus "conclusiones legales" para el final del primer trimestre del año y si se ha retrasado tres días ha sido para permitir una negociación que fracasó el sábado por el noche.

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Las leyes establecen que es ahora la acusación -el Departamento de Justicia y los fiscales federales- la que tiene la obligación de presentar una propuesta de sanciones que luego el magistrado toma en consideración. Aquí se abre otro posible factor de dilación: hay divergencias entre los fiscales sobre la severidad del castigo. Presentada la propuesta, el juez dictará su conclusión final en la demanda. En un paralelismo penal, la decisión de ayer confirma el veredicto pero sin establecer la sentencia, que sólo llegará en función de lo que sugieran los acusadores.

Después llegan los recursos. El primero puede ser ante un tribunal de apelaciones, aunque los abogados pueden optar por acudir directamente al Tribunal Supremo para dar solemnidad al agravio a cambio de recortar la duración del proceso, algo en lo que, obviamente, Microsoft no tiene ningún interés. Entre unos trámites y otros, la sentencia no sería firme hasta dentro de tres años, cuando quizá en EEUU haya cambiado el signo político del Gobierno hacia el lado republicano, más condescendiente con la compañía de Bill Gates.

Tan largo es el proceso que muchos ven obsoleta la acusación inicial, aunque de algún modo ha servido para sentar a la compañía en el banquillo por su comportamiento poco respetuoso con la competencia. El juicio también es una herramienta que permite definir las reglas del juego en un sector nuevo como el de la informática.

En principio, la demanda del Departamento de Justicia y de los fiscales de varios estados trataba de determinar si Microsoft había usado ilegalmente su monopolio en el mercado de los sistemas operativos con prácticas que perseguían perpetuar ese monopolio y anular la competencia. El caso hacía referencia a los esfuerzos de Microsoft por conseguir una posición dominante en el mercado de los navegadores de Internet, arrebatándosela a la compañía que hasta hace dos años disfrutaba de ese privilegio, Netscape. Para Microsoft, su comportamiento se ha limitado a trabajar en beneficio de los consumidores, y por eso regalaba su propio navegador cuando Netscape cobraba por el suyo.

En estos dos años también han cambiado los modos. Ahora Microsoft permite a empresas fabricantes de ordenadores, como Gateway, alterar la pantalla de arranque de Windows o incorporar el navegador de Netscape. Otros fabricantes, antes socios de Bill Gates, han comenzado a vender ordenadores con sistemas operativos distintos, como el Linux, mientras el gigante IBM decidió enfrentarse desde el banquillo a Microsoft para describir lo que para ellos eran prácticas abusivas.

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