Estilos
Cuando vi las imágenes del homenaje a Josu Ternera en Miraballe me sorprendió su sincero impudor. Sólo se ha divulgado una breve parte del acto, pero es suficiente. El defensor de los derechos humanos elegido por los nacionalistas vascos pasa bajo un arco triunfal de guirnaldas florales sostenidas por adolescentes ataviados con el uniforme que les diseñó la burguesía del siglo XIX. Luego vienen unos bailes folclóricos y más jovencitas y jovencitos con las abarcas, las cofias, los delantalicos que adornaban el ocio del ochocientos. También los hijos del defensor de los derechos humanos bailan una de esas danzas que los viajeros románticos tanto apreciaban. El acto rezumaba inocencia pedófila. Pero de pronto irrumpen dos encapuchados y la idílica fratría rompe en aplausos y exige su ración de sangre. Los pastorcillos y pastorcillas exhiben sus colmillos de vampiro y sus hachas. Freud llamaba a esta metamorfosis "lo siniestro".Por pura coincidencia, vi esas imágenes cuando estaba leyendo el último libro de Rafael Sánchez Ferlosio, El alma y la vergüenza, donde se desnudan muchas imposturas políticas, lingüísticas y morales. El escenario de Ferlosio es absolutamente opuesto al del héroe vasco. Su prosa, la más vigorosa de la literatura española, rechaza la sencillez, la facilidad, la inocencia y las simpatías pedófilas. Los niños, que lean tebeos. La prosa de Ferlosio es para adultos, exige esfuerzo y trabajo. Desde la primera frase, expulsa a quienes quieran engañarse y engañar a los demás con monigotes. Es una prosa arisca y combativa. De no ser porque Ferlosio me mataría si lo dijera, yo diría que es una prosa heroica. Así se califica también a la tercera sinfonía de Beethoven. Coraje, honradez, oficio en grado excelente y propósito crítico.
El contraste entre el patriota colectivista y el solitario apátrida muestra con toda exactitud dos modelos éticos y estéticos encontrados. En el cromo del caudillo vasco, Ternera aparece como Caperucita. En el oscuro estudio del escritor, Ferlosio aparece como un lobo. Todos sabemos que Caperucita, con la ayuda de sus pistoleros, acaba por asesinar al lobo. Pero ése es un cuento político. En la vida verdadera, Caperucita es puro kitsch, y el lobo, una criatura indestructible.