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La perla de Cruyff, en Chamartín

El ex azulgrana Celades, ahora en el Celta, recalará en el Madrid tras una azarosa trayectoria

Robert Álvarez

El fútbol ha tatuado el dibujo más contradictorio posible sobre la joven piel de Albert Celades (Barcelona, 1975), jugador del Celta que actuará en el Real Madrid a partir de la próxima temporada. La operación se cerró en la noche del viernes en un hotel madrileño, según informó ayer el diario As.La facilidad con la que Celades se distingue para interpretar el juego sobre el césped se ha visto acompañada por el bagaje de una realidad áspera y difícil de afrontar fuera del campo.Los entresijos de la máquina en que se ha convertido el fútbol mercantil de nuestros días le han curtido hasta el punto de que su aspecto de niño, a sus 24 años, no deja de ser el mejor disfraz de una trayectoria sinuosa en la que el paso del cielo al infierno y viceversa se ha sucedido sin una mínima pausa.

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Emigró a Andorra con su familia cuando tenía siete años para regresar a La Masía siete años después y formar parte de la quinta del Mini, la que más brillo y esplendor le ha dado hasta ahora a la cantera del Barça. Iván de la Peña se llevaba los mayores elogios. Pero Johan Cruyff, que tuteló la camada, dijo que el mejor pelotero de todos ellos era Celades. Su debut en el primer equipo del Barça, en septiembre de 1995, con 20 años recién cumplidos, fue precisamente en Chamartín, el escenario que va a ser su casa a partir del año próximo, con lo que acabó de cobrar realidad su fama de niño mimado del Flaco.

Su aspecto de chavalín y una apariencia frágil que no se corresponde con su 1,77 de altura y sus 75 kilos, le hicieron desarrollar un juego de toque a la primera que complementa con un buen control y una buena posesión. Se convirtió generalmente en la extensión del entrenador en la cancha, en un futbolista táctico por excelencia. Diríase que la vida era bella para Celades. Pero empezó a conocer los sinsabores. Tuvo que superar una ausencia obligada de siete meses por una lesión en una rodilla. Gajes del oficio, al fin y al cabo. Peor incluso que su convalecencia fue el ostracismo al que le relegó Bobby Robson. El inglés sólo le alineó en cuatro partidos de Liga.

Con la llegada de Van Gaal se le volvió a abrir el cielo. Confinado Guardiola a la enfermería, Celades tomó la manija la temporada 1997-1998, en la que el Barça logró el doblete. Fue poco antes de que culminase su trayectoria en todas las selecciones españolas inferiores al ser convocado para el Mundial por Clemente.

La felicidad volvió a truncarse después de que desapareciera del equipo del Barça tras el desastre ante el Villarreal hace un año, cuando el público del Camp Nou empezó a pedir la cabeza de Van Gaal. "No se qué he hecho mal", decía ingenuamente Celades. No sabía lo que le esperaba. El técnico lo desplazó de su posición de interior derecho o medio centro a la de libre o lateral para acabar convirtiéndolo en una de las últimas víctimas de su operación de limpieza de cuanto oliera a Cruyff. Pero su salida del club fue, si cabe, más traumática que la del resto de canteranos de su quinta. Y es que una directiva que presume de una irreprochable, fría y calculadora gestión de cuantos contratos suscribe cometió un monumental gazapo. Poco después de que Cruyff se marchara, se le renovó hasta junio del 2000 con un blindaje que se elevaba a 2.000 millones. Pero en la letra pequeña se reservó la llave de su futuro: al finalizar el contrato quedaba libre previo pago de 70 millones. El presidente Josep Lluís Núñez, furioso, después de asegurar que haría lo posible porque no fichara por el Real Madrid, desveló en una asamblea de compromisarios que Celades pedía 1.750 millones de pesetas por renovar. "Encima de que te quieren echar, también quieren decidir tu futuro", contestó Celades tras desmentir a Núñez. Acabó fichando por el Celta, donde ha tenido que ganarse el puesto a pulso en dura competencia con Giovannella. Al final, lo ha conseguido.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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