La fiesta de las pensiones

En 1622 un joven y prometedor pintor deja Sevilla para instalarse en la corte madrileña, buscando la fortuna y la gloria que su arte merecía. Este año -400 después de su nacimiento-, una significativa parte de su obra vuelve, en efímera visita, a la ciudad donde fue concebida.Muchos esperábamos la ocasión de ver la obra sevillana de Velázquez con ansiedad, pues en su mayor parte se encuentra dispersa en museos de todo el mundo. Muchos otros andaluces, por desgracia, no saben quién fue este pintor y maldito el interés que la exposición va a despertarles. No irían a visitar la exposición ni aunque fuese gratis. No es su culpa. No se les puede pedir responsabilidad por haber nacido en un país donde el analfabetismo y la miseria se han mantenido en una importante cota hasta hace pocos años.

Hoy, por fortuna, este panorama está cambiando: hay miles de jóvenes para los que la exposición puede suponer la oportunidad (única, tal vez) de contemplar directamente los cuadros que hace más de 300 años trazó un andaluz genial. Pero, muy en contra de lo previsible y aun de lo deseable, los profesores que quieren llevar a sus alumnos a disfrutar de la exposición se encuentran con la sorpresa de que han de pagar por anticipado la entrada "de los que vayan a ir" (en palabras de la persona que responde al teléfono anunciado en prensa a tal efecto) en unos grandes almacenes.

Lamentablemente, muchos de los padres de nuestros alumnos -aquéllos a quienes Velázquez se les da una higa (como diría don Diego) y otros, para los que ese dinero supone un dispendio que no pueden permitirse- no van a pagar ninguna reserva: simplemente, sus hijos no van a ir.

Que la organización de la exposición no haya dejado un pequeño margen (una mañana o una tarde de cualquier día de la semana) para la visita gratuita de los grupos de escolares, no es sólo mercadeo de la cultura, ni una ridiculez y una tacañería; no es siquiera una falta de tacto y de sensibilidad. Es la dolorosísima frialdad sin rostro que deja pasar una excepcional oportunidad. Después de 400 años de espera.- María Teresa Segorbe Sol. Profesora de Educación Secundaria. IES Ciudad Jardín. Sevilla.

Tengo entendido que el señor Manuel Chaves, presidente de la Junta de Andalucía, en su afán de agradar a nuestro vecino del Sur, ve con buenos ojos una posible candidatura de Granada a los Juegos Olímpicos de Invierno en la que Marruecos coparticipe como sede con sus instalaciones en la cordillera del Atlas.Dos potencias del deporte blanco codo con codo por mor, seguramente, de la difusión de esta actividad física entre los ciudadanos de ambas orillas. Con mala uva, podríamos suponer que la promoción del esquí en Marruecos iría encaminada a que las clases sociales más marginadas, en vez de en patera, puedan huir de la pobreza vía trampolín de saltos. Unos saltos, eso sí, que no superaría ni el mejor de los esquiadores austríacos o alemanes.

No me cabe la menor duda de que unos Juegos de Invierno en Granada supondrían grandes inversiones de todo tipo que beneficiarían a esa ciudad, pero de lo que dudo muy mucho es que fuese del mismo modo para Marruecos. No porque no supusiese una generación de beneficios, sino porque, como es habitual, la red de oligopolio económico que tiraniza a la población daría buena cuenta de ellos.

Chaves debe velar por los intereses económicos y estratégicos de Andalucía, pero no debe olvidarse de algo que debería estar por encima: la exigencia de un obligado respeto a las libertades y derechos fundamentales por parte de aquellos que vayan a ser considerados socios de Andalucía.

Me gustaría observar la misma obstinación en proponer a Marruecos como escenario de la defensa de las libertades, de la igualdad o como referente del diálogo en el Magreb. Comenzando por el fin de su afán imperialista sobre el Sáhara Occidental y el pueblo saharaui.- José Antonio Luna Molina. Sevilla.