Entrevista:

"Estaremos en la banda alta de precios de Europa"

Rodrigo Rato era, el martes 5 de octubre, anfitrión del sector turísticio español en una conferencia en su propio ministerio, en la madrileña plaza de Cuzco. Entre el final de la citada reunión y otra de su propio partido recibió a EL PAÍS para hablar de la situación económica. "Bueno, me marcho a una reunión del partido, que siempre es algo apasionante", dijo pasadas las tres de la tarde. Rato no puede ocultar su preocupación por la marcha de los precios en España.Pregunta. La inflación sigue dando guerra. ¿Está obsesionado con ella?

Respuesta. Nosotros tenemos ahora un p...

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Rodrigo Rato era, el martes 5 de octubre, anfitrión del sector turísticio español en una conferencia en su propio ministerio, en la madrileña plaza de Cuzco. Entre el final de la citada reunión y otra de su propio partido recibió a EL PAÍS para hablar de la situación económica. "Bueno, me marcho a una reunión del partido, que siempre es algo apasionante", dijo pasadas las tres de la tarde. Rato no puede ocultar su preocupación por la marcha de los precios en España.Pregunta. La inflación sigue dando guerra. ¿Está obsesionado con ella?

Respuesta. Nosotros tenemos ahora un problema de diferencial de inflación, no un problema de inflación como tal.

P. Parece una justificación.

R. No. Quiero decir que si, por ejemplo, la demanda interna alemana estuviese creciendo como el Gobierno alemán vaticinaba hace un año no tendríamos diferencial de inflación. Europa ha sufrido una crisis como consecuencia de la desaceleración del comercio mundial mucho más intensa de lo que todos preveíamos. Ha habido países, como Holanda, Portugal, Irlanda y España, que no la han sufrido, pero Alemania, Francia e Italia, sí. Nuestro problema es la diferencia de precios con nuestros vecinos. Una amplia diferencia de precios, durante mucho tiempo, acabaría mermando nuestra competitividad. Si se trata de una diferencia de precios durante cuatro o cinco meses no es algo peligroso, pero si hablamos de un año o año y medio, sí lo es. Yo creo que España va a tener un cierto diferencial de precios por encima de la media europea si su actividad consigue crecer por encima de la media europea. Eso va a ocurrir. Por tanto, nos vamos a situar en la banda alta de los precios de Europa.

P. ¿Qué porcentaje de diferencial representa el éxito y cuál el fracaso?

R. Pues, hombre, un 1,5% de diferencia es un fracaso y 0,5% de diferencial es un gran éxito. Yo creo que si España se sitúa en una velocidad de crucero que tiene un 0,8% de diferencia, lo podemos aguantar perfectamente. Porque a cambio de ello el resultado puede ser un 1,5% de crecimiento más. Y si no tenemos ese 1,5% de crecimiento nunca tendremos el nivel de vida de los europeos.

P. ¿Así de sencillo?

R. La verdad es que si no llegamos al nivel de vida de los europeos no podremos tener la inflación europea. Porque, claro, no podremos alcanzar la tecnología europea... Por tanto, no hay que equivocarse. El camino es el otro... un diferencial de inflación compatible con nuestra necesidad de crecimiento. Por eso es importante que el sector público no sea inflacionista. Ya no lo es. Y por eso hay que seguir con la liberalización económica y con un esfuerzo en investigación y desarrollo.

P. Entonces parece que el paquete de medidas económicas se ha limitado a la "reforma de la bombona" de butano como única medida contra la inflación.

R. Hombre, si hablamos de actuaciones para contener la inflación tenemos que remontarnos a 1996, y principalmente a la reducción del déficit público y a las reformas destinadas a liberalizar sectores y a introducir dosis cada vez mayores de competencia. En la bombona de butano intentamos resolver un problema coyuntural. Las empresas privadas han respondido a la petición de un esfuerzo porque este Gobierno, a diferencia de otros, no les ha pedido esfuerzos a los trabajadores. Asimismo, hemos congelado los impuestos especiales sobre hidrocarburos y adoptamos medidas para lograr mayor competencia en la venta de estos productos.

P. Que tienen un efecto bastante lento en el tiempo...

R. Las políticas liberalizadoras son lentas y se enfrentan con muchas resistencias. En España, y en el resto del mundo, no todos somos liberales, pero, desde luego, todos somos liberales del vecino. Todos ven con muy buenos ojos que se liberalice al prójimo, pero ya no es así cuando a uno le cambian las reglas de juego. Esto requiere un tiempo político adecuado. Hay ya ingredientes liberalizadores poderosos. Los salarios se están comportando razonablemente, pero tienen que seguir. Nuestro mercado laboral es más eficiente.

P. Hay voces que advierten contra una evolución salarial alcista.

R. Eso es una negociación que tiene que hacer cada sector. Los empresarios tienen que saber hasta dónde pueden llegar en función del sector en el que se hallan, el grado de competencia internacional y otros aspectos. El Gobierno no puede dictar esas normas. Los sindicatos y los empresarios saben lo que se juegan. Podemos mejorar la flexibilidad de la negociación colectiva, reducir el impuesto sobre la renta, reducir las cotizaciones sociales o negociar una nueva ley de pensiones complementarias. Podemos dar ejemplo en los salarios de la Administración...

P. ¿Dónde están las dificultades de la economía española?

R. Tenemos problemas con el sector de los servicios. Es muy lento. La competencia internacional se puede plasmar en el coste de este casete que graba nuestra conversación, o en la compra de estas gafas [se las quita], porque son productos que cruzan fronteras, pero no pasa lo mismo con muchos servicios. Y añado: a España le han pasado cosas buenas este año que no lo son para la inflación. Uno, este año habrán de venir 51 millones de turistas; dos, el BCE nos ha abaratado los costes financieros, probablemente más allá de lo que nos hubiera gustado a los responsables económicos.

P. A algunos les ha gustado, a aquellos cuyas economías no terminaban de arrancar.

R. A nosotros... A otros les ha encantado... Por eso no fue una decisión todo lo independiente que nos hubiera gustado...Qué quiere que le diga... En cualquier caso, estoy seguro que esto que digo...

P. ¿Lo borramos?

R. No, por qué lo vamos a borrar. Aquí todo el mundo... las cosas son como son, cada cual tiene que aguantar su vela. Pero quiero razonar en voz alta. Creo que si hubiésemos optado por recortar la demanda, que era una alternativa, en varias décimas para evitar a su vez dos o tres décimas de inflación nos habríamos equivocado. Porque, desde el punto de vista inflacionista, lo importante no es lo que pase en tres o cuatro meses. No. Lo que vale es lo que pasará a finales del 2000. Pienso que tendremos menos diferencial. Por dos motivos. Las demandas internas de Francia, Alemania e Italia han de crecer, acercándose a la nuestra, que tenderá a flexionar un poco, lo que llevará a reducir el diferencial de crecimiento económico entre España con estos países, pero también el de inflación.

También hay que pensar que sectores como la construcción van a experimentar cierta moderación. Llevamos dos años con 650.000 viviendas nuevas. Aparte de que es un récord, no parece que este ritmo se vaya a mantener. Y en cambio, la inversión en bienes de equipo, si las ventas al exterior van mejor, mantendrá el ritmo de crecimiento en torno al 10%. Sería estupendo después de estos últimos tres años.

Veamos ahora qué pasó con los precios en estos dos últimos años. En 1999, comparativamente, las cosas son muy complicadas, mientras que el ejercicio de 1998 fue fantástico. El año pasado, por ejemplo, liberalizamos, bajó el dólar, cayó la gasolina y llovió. Y este año ha subido el dólar, la gasolina está en alza y no llueve. No quiero frivolizar ni simplificar el problema. Tenemos un problema de competencia que hay que abordar, que tiene que ver más que con décimas de inflación, con grados de liberalización y con tecnología. Los próximos doce meses, medidos por diferencial de inflación, serán mejores que los últimos doce meses. No es previsible un shock petrolífero similar al que acabamos de absorber este año. El diferencial de inflación será en los próximos meses menos problemático que en los últimos.

P. ¿Qué es lo peor que nos puede pasar?

R. Para nosotros lo más peligroso es una recesión en Europa. Porque dejamos de vender y, desde el punto de vista de la política monetaria europea, porque el peso de Alemania, Francia e Italia es determinante... Suman más del 60% del PIB de la UE... Y si estas economías estuvieran deprimidas sufrimos por dos lados: por nuestras exportaciones y porque la política monetaria se aleja de nuestra realidad. Ya hemos pagado un precio... creo que podíamos haber pagado menos, con un estímulo monetario de la mitad y hubiera tenido las mismas consecuencias , pero bueno...También es verdad que nuestra presencia en el euro nos ha dado una gran estabilidad. El saldo, sin duda, es positivo. Y en adelante la política monetaria, con divergencias de crecimiento económico menores, va a ser más acompasada. Lo que no quiere decir que el Gobierno baje la guardia y que no tenga que continuar con una política presupuestaria de reducción del déficit y por otro lado actuar en la liberalización y competencia. Pero las cosas son muy lentas. Las gasolinas, por ejemplo. Hemos liberalizado el mercado. Si hacemos un estudio de cuánto ha subido la gasolina en España y cuánto hubiera subido con la fórmula tradicional empleada, quizá hayamos ganado algo, pero, claro, cuando hablamos de gasolineras en España nos referimos a tres marcas. Es muy lenta todavía la incorporación de las gasolinas a las grandes superficies. La competencia ha permitido ahorrar algo, pero muy poquito. Si tuviéramos seis marcas en lugar de tres grandes, probablemente las cosas fuesen distintas, pero no es tan fácil montar una red de gasolineras. Porque, entre otras cosas, los que están no se quieren ir y no veo yo motivo para que no estén. Si todas las grandes superficies vendieran a sus clientes gasolina tendríamos mejor situación, como ocurre en Francia, pero hemos empezado hace poco.

P. La liberalización, pues, continuará.

R. Sin duda. Hemos decidido que en las nuevas autopistas no pueda haber continuidad de las mismas marcas una tras otra. Ahora coges el coche, te metes en una autopista y ves que todas las gasolineras son de la misma marca. Nos gustaría que eso no sea así. Incluso vamos a hacer que en un radio de acción determinado cada gasolinera nos diga el precio de la gasolina en su gasolinera y en la más próxima. Pero eso requiere tiempo. En la electricidad se advierte una caída notable del precio en tres años, pero a partir del próximo año todas las empresas podrán contratar electricidad en un mercado libre. Las eléctricas me dicen, y llevan parte de razón, que las francesas estatales van a vender electricidad en España cuando las privadas españolas no van a poder vender en Francia.

P. ¿Cuál es la línea entre el mantenimiento del gasto social y un presupuesto ajustado?

R. Bueno, yo creo que la definición de gasto social no siempre está ligada a políticas pasivas. Hay un incremento muy importante de las políticas activas: formación, cohesión, esfuerzo del sector público para abaratar, por ejemplo, los costes de producción a través de las cotizaciones sociales. O que están ligadas a la estabilidad presupuestaria, como es el superávit de la Seguridad Social. El gasto social es un gasto básico en la acción del Estado y la redistribución de la riqueza y la igualdad de oportunidades. Pretender que todo el gasto social hay que equipararlo con políticas clásicas de subvención de rentas, por así decir, es un error. Lo que intentamos hacer es aumentar las políticas activas, aquellas que, si bien aportan una renta o una ayuda a un ciudadano, lo hacen en el marco de una actitud del ciudadano de resolver sus problemas. El que la Seguridad Social haya pasado de ser el agente con más problemas del sector público desde el punto de vista financiero a ser el más seguro no sólo es bueno desde la perspectiva individual de cada uno de los españoles, es decir, que vemos nuestra pensión más segura, sino que lo es desde la perspectiva del presupuesto. Vamos, que un gobierno, a la hora de ajustar el presupuesto, constata que hay ciertas cosas que no puede ajustar. Y si ésas están claramente en déficit, son un elemento de desestabilización del presupuesto y, por tanto, de la economía en su conjunto. Y por ello creo que el presupuesto del 2000 abre posibilidades de profundizar en la línea de que todos los componentes del sector público español se sitúen en superávit. A partir de ahí, España necesita una política muy activa de formación. Nuestro gran desafío es la formación en todos los sentidos. Este nuevo presupuesto contribuye al desarrollo tecnológico, por ejemplo. Creo, para resumir, que es un error decir que el presupuesto se compone de políticas productivas, como la inversión pública, y políticas improductivas, como las sociales. Pues, depende. La subvención tradicional es menos interesante que las iniciativas que fomentan...Insisto en que nuestro reto es el tecnológico. Ése es nuestro gran talón de Aquiles. España no puede terminar la próxima década invirtiendo en investigación y desarrollo un 0,9%. Tiene que invertir muchísimo más.

P. De ganar las elecciones generales el PP, ¿va a ejecutar todo el presupuesto o sólo una cuarta parte, hasta las elecciones?

R. Eso es preguntar por después de las elecciones, en el supuesto que las ganaremos, como así lo creo. Yo, y el Parlamento que lo aprobará, me responsabilizo de dejarle al próximo Gobierno un presupuesto en el que se puede desarrollar una legislatura sobre bases sólidas, que permite plantearse como objetivo en el 2001 el superávit, lo que situaría a España con unas grandes posibilidades de crecimiento.

P. De momento, no parece haber problemas en este aspecto.

R. Lo importante del crecimiento es que dure. Hemos superado la etapa en la que nos poníamos contentos porque un año van bien las cosas. No nos basta. Si queremos crecimiento sostenido y estable... Vamos a tener una tendencia a importar fuertemente y, por tanto, necesitamos una base de ahorro muy considerable. Y, no nos engañemos, si nuestro sector público no nos ayuda a aumentar nuestra base de ahorro sólo con el sector privado no vamos a poder crecer al ritmo que necesitamos hacerlo. España llevará, a finales de año, doce trimestres creciendo por encima del 3% y sólo nueve o diez trimestres por encima del 3,5%. Y necesitamos seguir este ritmo. Y hay posibilidades en el entorno internacional. Nuestro principal mercado, que es Europa, va a crecer mejor en el año próximo. Lógicamente, tendríamos que beneficiarnos de ello. Nuestros otros grandes mercados, Estados Unidos y Canadá, van a tener un año bueno y la economía mundial, como se ve en Asia y América Latina, mejorará. Lo que en 1999 ha sido un entorno negativo en el 2000 será positivo. Si hemos podido crecer al 3,7 % en 1999, con un entorno malo, en España deberíamos, con una economía mundial en alza, mantener esa cifra.

P. ¿Qué piensa sobre las elecciones en Cataluña?

R. La próxima legislatura en Cataluña necesita un cambio de agenda y ese cambio no es nacionalista. Lo que pasa es que tanto el señor Pujol como el señor Maragall son nacionalistas. La diferencia está en que mientras Pujol lo dice, Maragall lo oculta. Y Cataluña necesita una agenda de autogobierno y de ser uno de los elementos dinámicos de la sociedad española. Éste es el debate. No hay agenda en esta campaña electoral. Se trata de quítate tú para ponerme yo o ahora de repente vamos a hablar todos castellano un ratito con los electores, pero no hay agenda. No hay agenda porque ésta ha estado marcada en los últimos 18 años por el nacionalismo y está agotada, probablemente, como consecuencia de su propio éxito.

P. Pintan bastos para el PP en Cataluña, ¿cómo lo ve?

R. Yo creo que lo esencial es que para llevar adelante esa agenda sería un gran impedimento que se forme un gobierno sin una mínima coherencia, un gobierno de una sopa de letras, una amalgama. No sería bueno.

P. ¿Hasta qué punto le preocupa la tensión creada en torno a nuestras empresas en Chile?

R. Estamos ante un hecho nuevo en la vida judicial mundial que sin duda produce consecuencias políticas que no podemos ignorar dentro del debate político en Chile. La presencia de nuestras empresas allí no es ni colonialista ni paternalista. Se trata de contribuir al desarrollo económico en los países latinoamericanos y a que tenemos más confianza en el futuro allí que otros inversores. Me parece, entonces, que presentar una actuación de la justicia española conforme a la obligación contraída con los tratados internacionales desde un supuesto prisma colonial de España, como ha hecho Felipe González, es un error gravísimo y algo injusto. Esta versión, por otra parte, da alas a los ataques de los círculos a los que la presencia española en América Latina no les gusta. Otra cosa es lo que se pueda decir desde el punto de vista del procedimiento judicial, a saber, si el juicio a Pinochet deba celebrarse aquí o allí, pero decir que el cumplimiento de los convenios internacionales firmados por España -algunos de ellos, como la tortura, en época de Felipe González- está inspirado en una visión colonialista de las relaciones entre los países es un disparate. La prensa y los sectores más opuestos, muchas veces por intereses concretos, a nuestra presencia en la región no lo habría podido decir mejor. Es sorprendente que una persona con el supuesto conocimiento de la política internacional haya podido decir semejante cosa. Esto va más allá del cinismo o la demagogia; es un error. Desde hace dos años, quienes intentan frenar nuestro desarrollo en América Latina intentan vincular el papel de España en el siglo XVI con el papel de España en el siglo XXI. Es sorprendente, por tanto, que nuestro anterior primer ministro, para hacerse el gracioso, haya hecho ese paralelismo. En fin, en pocas ocasiones ha tenido mejor oportunidad de callarse.

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