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56ª MOSTRA DE VENECIA

Valeria Bruni da vida a una película muerta de Marion Vernoux

Con la italiana 'Mírame' culmina una pintoresca operación de rescate del cine 'porno'

El talento y la fuerza fotogénica de la actriz italiana, enrolada últimamente en el cine francés, Valeria Bruni Tedeschi impide que Nada que hacer se desmorone como un castillo de naipes. La dirección de Marion Vernoux es rutinaria y desemboca en un final melodramático pobre y muy mal graduado. Dos películas italianas, Hasta mañana y Mírame -ésta en funciones de último escalón de la "aventura pornográfica" de la Mostra- cerraron el mal día.

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Todavía no ha desaparecido por aquí la perplejidad. ¿A cuento de qué viene el goteo de películas pornográficas, o casi, que las eminencias de la Bienalle veneciana han incrustado en el programa oficial de su refinada Mostra de Arte Cinematográfico? Esa perplejidad tiene fundamento, porque lo visto de este pintoresco rescate nada tiene de artístico ni de cinematográfico. Se trata de una colección de bodrios completamente tediosos, con ínfulas intelectuales, o algo así, empeorando el asunto. Son películas que no sólo no cumplen su objetivo natural -que es humedecer, y no precisamente los ojos del personal en la penumbra-, sino tampoco el de llevar al oscuro género a la altura de la nobleza de una provocación y de la luminosidad de lo inteligente y lo bien hecho. Nada de eso. Las películas vistas son auténticas chapuzas tanto en el lado funcional, pues están llenas de imágenes por lo general disuasorias, auténticas invitaciones involuntarias a la castidad, como en el lado exploratorio de un rincón poco y mal estudiado del lenguaje cinematográfico, que ha dejado en la historia de la pantalla obras, o al menos secuencias, muy originales y divertidas, además de alguna película transgresora, ambiciosa y llena de gravedad como El imperio de los sentidos, del japonés Nagisa Oshima, que tiene austeridad, precisión, audacia y fuerza ritual trágica innegables. Nada remotamente parecido a este monumento del cine moderno han traído aquí, a codearse con el cine "decente", que la mayor parte de las veces es pura indecencia vestida de sexo simulado.

Rescate

Los tinglados subterráneos que sostienen a las evidencias de este género cinematográfico universalmente (e injustamente) despreciado, pero universalmente (y justamente) consumido, tienen mucho que dejar ver, además de los consabidos y archisabidos coitos, felaciones, banquetes coprofágicos, sesentaynueves, lamidas, enculamientos, sodomizaciones, lluvias doradas y demás lugares comunes y recovecos conocidos por todos de la libertad de juego con el sexo no fingido, sino realmente ejercido delante del ojo público de una cámara cinematográfica. Pero nada de esto se deja ver en la pobre, cutre, pintoresca y desorientada iniciativa de la Mostra al intentar el rescate de este género para los escaparates del cine normal. La pretenciosa pirueta porno-intelectual, o alarde porno-arte, italiana Mírame es, por querer ser la más inteligente, la más ambiciosa y la más sofisticada, la más tontorrona e inaguantable de todas. La dirige, rematadamente mal, un tal Davide Ferrario, y la interpreta Elisabetta Cavallotti, una estrella del porno italiano, obviamente muy bella, tal como exige su oficio, pero además (cosa innecesaria para el caso) excelente actriz.

Se esperaba aquí esta película como una especie de bombazo documental: el desvelamiento de un gran secreto, en la medida que intenta situarnos dentro de las bambalinas de un rodaje porno en plena efervescencia y mostrar la presión del agudo estrés bajo el que ha de ejercerse, necesariamente con algún optimismo visceral, la sucesión de erecciones y de penetraciones, no hace falta casi decir que mecanizadas y dificultosas, ya que están sujetas a las continuas interrupciones impuestas por la mecánica del rodaje y el inevitable troceamiento de la filmación por el grito ritual de "¡corten!" del director; y el casi inevitable arrugamiento visceral que sigue a estas órdenes de interrupción de algo tan difícilmente interrumpible. Pero en la pedante y confusa Mírame todo esto se ve a medias o se mal ve, y en cualquier caso nunca se captura en forma de verdadero cine. Y la bomba anunciada se queda en un vulgar gatillazo.

Concursó también ayer otra película italiana, Hasta mañana, que bien puede resumirse con un benévolo "hasta nunca". Y el honor del cine de este país, que en esta Mostra anda por los suelos, tuvo que ser adecentado desde Francia por la maravillosa Valeria Bruni Tedeschi, que también se encarga por sí sola de evitar el naufragio de la película que protagoniza, Nada que hacer, todo un derroche de "nada que decir" por parte de la directora Marion Vernoux.

La directora francesa entra a saco en los argumentos de dos célebres y hermosas películas clásicas -la británica Breve encuentro, dirigida por David Lean en los años cuarenta; y la estadounidense Strangers when we meet, dirigida por Richard Quine en la década siguiente- y los combina y exprime en una síntesis bastante rutinaria, en la que Valeria Bruni Tedeschi -actriz capaz de componer una gélida terrorista de las Brigadas Rojas frente a Nanni Moretti y una apasionada policía francesa frente a Claude Chabrol- se transforma, gracias a su admirable ductilidad y capacidad de transfiguración, en una frágil, delicada y estremecedora mujer, una esposa, madre y ama de casa que se enamora hasta el mismísimo borde de la locura de un vecino también casado que, aunque la corresponde, acaba abandonándola a su mala suerte. Un esquema de melo convencional, resultón pero mal resuelto, que sólo la admirable interpretación de la gran actriz italiana eleva por encima de sí mismo.

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