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COLOMBIA: LA PAZ SIGUE LEJOS.

El duro y solitario año de Pastrana

El presidente colombiano, entre la paz que no llega y la economía que se hunde

"Usted va a cumplir un año de Gobierno, ¿se imaginó que esto fuera a ser tan complicado?", le preguntó hace poco la revista Semana al presidente de Colombia, Andrés Pastrana. Pastrana, un hombre de 45 años al que sus enemigos tachan de gomelo (niño acomodado y consentido), contestó rotundo: "No". Y ese "no" refleja claramente lo que han sido estos 365 días: los viejos males de este país, en lugar de disminuir, parecen agigantados en medio de la peor recesión económica del siglo. Las encuestas dicen que el entusiasmo que generó la llegada al poder de Pastrana hace un año se desinfló, y hoy sólo el 30% de los colombianos cree en su presidente. Los hechos y las cifras descorazonan al más optimista: los procesos de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), luego de inicios hinchados de esperanzas, están hoy en el limbo; han aumentado las matanzas (ayer murieron 15 personas a manos de guerrilleros y paramilitares al este del país), los atracos, las tomas guerrilleras no cesan, seis personas son secuestradas diariamente y la situación económica llegó a tal extremo que Colombia tuvo que guardar una de sus mejores credenciales: la que lo acreditaba como el único país de América Latina que jamás había firmado un acuerdo de contingencia con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

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Rumbo incierto

Una de las críticas que más ha soportado Pastrana es no tener claro el rumbo que le quiere dar a este país de 38 millones de habitantes, y, mucho menos, saber adónde va el que parece su mayor empeño: el proceso de paz para poner fin a un conflicto de más de 35 años."O el presidente tiene un as escondido en la manga o está pecando de ingenuo", ha pensado más de uno, después de escuchar el optimismo con el que Pastrana se refiere al tema, aun en momentos en que nadie apuesta por una salida negociada. Aunque todos reconocen su audacia al encontrarse en dos oportunidades, en plena selva, con Manuel Marulanda, alias Tirofijo -el guerrillero más viejo y veterano del mundo, un campesino agudo y desconfiado que lleva 50 de sus 72 años echándole cabeza a una y mil estrategias de guerra-, la sensación en estos nueve meses de negociación con las FARC es que el afán del Gobierno ha sido avanzar para llevar a su interlocutor al punto de no retorno, dejando detrás mil cabos sin atar, que son los que hoy tienen al intento de paz convertido en un diálogo de sordos y a unas Fuerzas Armadas cada día más tensas.

Alejandro Reyes, uno de los estudiosos del enmarañado conflicto colombiano, señala los éxitos de la política de paz: "El Gobierno tiene sentadas a las FARC en la mesa; además, las tiene localizadas y localizables, y el diálogo se abrió". Recuerda que por San Vicente del Caguán -epicentro del área de 42.000 kilómetros cuadrados desmilitarizada desde el 7 de noviembre para ser escenarios de paz- han desfilado, para hablar con comandantes guerrilleros, políticos, periodistas, catedráticos, empresarios, hasta el presidente de la Bolsa de Nueva York, y esto "ha motivado una reflexión colectiva sobre la guerra y la paz, que, aunque produce angustia, es positiva".

En este caso, y en el proceso con el ELN -enredado hoy por la negativa del Gobierno a despejar cuatro municipios y por la insensatez elena, empeñada en ablandar al Gobierno a punta de secuestros masivos-, se acusa a Pastrana de "manejos personalistas". "Cree que si suelta el balón se desinfla", dice Reyes. Y es éste el mayor defecto que el país le encuentra a su mandatario: quiere gobernar sólo con sus amigos, es un Gobierno aislado, de roscas, que no escucha.

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En cuanto a derechos humanos, hay poco que mostrar. El próximo 12 de agosto, después de un largo proceso de ajustes, se lanzarán las propuestas en esta materia, que incluyen planes para enfrentar a los paramilitares que andan por el país como Pedro por su casa matando campesinos a los que acusan de auxiliar a la guerrilla. En sólo dos meses han asesinado a 90 civiles en la región del Catatumbo, muy cerca de la frontera con Venezuela.

"El Gobierno está maniatado para hacer frente a este fenómeno, que hace unos años se hubiera podido enfrentar. ¿Qué puede hacer un Gobierno débil, sin recursos? ¿Generar un enemigo adicional?", dijo a este periódico una fuente conocedora del tema. Hace poco tiempo, el fiscal general de la Nación, Alfonso Gómez, planteó que para acabar con los paras hay que atacar primero la aceptación social del fenómeno: "A mí me sorprende -dijo Gómez- que en los círculos sociales altos se les justifique". Además del sueño de la paz, Pastrana ilusionó al electorado con la promesa de "acabar con la corrupción", mal que, según muchos, ha hecho más daño que la violencia guerrillera. El ex alcalde de Bogotá Antanas Mokus, matemático y filósofo, asegura que el Gobierno marcha a ritmo lento pero seguro, y que, a largo plazo, se verán los efectos de la campaña anticorrupción.

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