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PASADO SOVIÉTICO, PRESENTE RUSO

Días de angustia para Mijaíl Gorbachov

Pilar Bonet

"Hay que salvarla. Todo lo demás es secundario". Mijaíl Gorbachov, vestido con una camiseta deportiva de rayas, sorbe su café matutino en el bar del hotel de Münster donde se aloja y se dispone a empezar la jornada del viernes. Cuando acabemos de desayunar, el ex presidente de la URSS irá a pie a la clínica universitaria donde su esposa, Raísa, está siendo sometida desde el 25 de julio a un durísimo tratamiento de quimioterapia contra la leucemia aguda. El hombre que hizo posible el fin de la guerra fría vive días de angustia que se diferencian poco entre sí. Su existencia está hipotecada por una única congoja: la salud de Raísa. Desde la mañana hasta bien entrada la noche, Gorbachov permanece junto al lecho de su esposa."La han internado en la sección donde están los pacientes a los que se les hace el trasplante de médula. Los médicos han querido evitar cualquier posibilidad de infección", dice. Las impresiones de Gorbachov sobre el estado de salud de Raísa cambian según los momentos. Y su estado de ánimo, también. "A veces me parece que está mejor, pero luego vuelve a recaer", me dice.

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"Ha sido una catástrofe para nosotros. Desde los 19 años, no nos hemos separado nunca", exclama. Después, reprime sus emociones y pasa a otro tema. Esta mañana vuelve a estar en forma. Anoche, cuando me abrazó a la puerta del hotel, parecía cansado y se emocionaba con facilidad. Su hija, Irina, que ha heredado el aspecto y el temperamento de su madre, acabó por obligarle a ir a la cama, alegando que debía darle un masaje para relajarlo. Irina llegó el jueves a Münster con sus dos hijas, Oxana y Anastasia. "Como médico, yo no quiero apresurarme a opinar", dice, sin concesiones al sentimentalismo. Y enciende un cigarrillo. "Lo más dificil en la clínica es pasarse tantas horas sin fumar". "Por lo menos, es bueno contra el vicio", exclama Gorbachov, con un argumento que hace recordar la campaña antialcohólica que lanzó en 1985.

Gorbachov agradece las muestras de solidaridad. "En estas situaciones se ve quiénes son los verdaderos amigos", señala. Desde hacía tiempo, Raísa se quejaba de cansancio, pero se recuperaba y los análisis no revelaban nada de particular. En julio, a la vuelta de un viaje a Australia, en el que pasaron más de 60 horas volando, los médicos rusos les enfrentaron con la verdad. La leucemia aguda se trata de la misma manera en todas partes, pero los medios técnicos más avanzados están en Estados Unidos y en Alemania. Los Gorbachov se decidieron por este último país, porque está más cerca de Rusia.

Gorbachov no sabe cuánto tiempo se quedarán en Münster. Raísa tiene fuertes dolores, y los tranquilizantes la dejan aletargada y sin fuerzas. El ex presidente soviético la sirve, la toma entre sus brazos y la ayuda a levantarse. Hoy, Irina ha salido hacia la clínica de madrugada. El ex presidente de la URSS se incorporará después de dar una entrevista a la televisión rusa, que por fin le ha encontrado. El jueves, fueron los representantes del Kremlin quienes, incómodos por las críticas a su indiferencia, comenzaron a buscarle. El jefe de la Administración Presidencial, Alexandr Voloschin, y el primer ministro de Rusia, Serguéi Stepashin, trataron de averiguar su teléfono. "Yo no he llamado a nadie desde que estoy aquí", dice el ex presidente soviético, que dispone de un teléfono móvil privilegiado. "Les he hecho saber que estoy muy ocupado, porque me paso el día en la clínica, y les he dado las gracias por su interés", afirma con elegancia. En julio, Gorbachov no encontró en el Kremlin la ayuda que hubiera necesitado. Para obtener un avión oficial, el ex presidente de la URSS debía esperar a que Pavel Borodín, el jefe de la intendencia del Kremlin, volviera a Moscú.

Gorbachov no podía esperar, y recurrió a uno de sus muchos amigos, un empresario griego, que puso a su disposición el avión que se requería: un aparato donde pudieran viajar los médicos, que la Cancillería Federal de Alemania había mandado a Moscú y donde cupiera una camilla. De esta forma, llegaron a Münster el 25 de julio. Para Raísa comenzó entonces un tratamiento cuyo resultado es una incógnita, y para Gorbachov y sus dos guardaespaldas, el deambular entre el hotel y la clínica.

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Los proyectos de Mijaíl y Raísa están en suspenso. Han renunciado ya a las vacaciones que iban a pasar en septiembre en la isla de Menorca. "Habíamos conseguido una verdadera madriguera en el campo, en un lugar idílico", dice Gorbachov. Tampoco irán a Sevilla, donde les había invitado su amigo Felipe González. Pese a su deseo, Gorbachov no puede decir si irá a Berlín, donde le esperan este otoño para celebrar el décimo aniversario de la caída del Muro. En el otoño debe también salir su nuevo libro sobre la reunificación alemana.

Sorprende la vitalidad de Gorbachov. Habla de Mayakovski y Gorki, sus escritores favoritos; recita de memoria un verso de Turgueniev. Y pasa a la política para criticar la nueva doctrina de la OTAN, que un día, dice, "podría servir para justificar una intervención en Rusia". Él cree que el ex presidente norteamericano George Bush, con quien se cartea, comparte algunas de sus opiniones, pero "debe pensar en la carrera de su hijo", afirma comprensivo.

Gorbachov recibe muestras de apoyo de todo el mundo y está sorprendido de la acogida de Clinton y Schröder a su petición de ayuda. "Yo he criticado mucho a Clinton, y él no tenía obligación de hacer nada. Pero una cosa es la política y otras las relaciones humanas". Tanto Clinton y su esposa, Hillary, como Schröder se pusieron a su disposición. La Cancillería Federal alemana organizó el internamiento de Raísa en Münster. El dinero no es un problema, asegura Gorbachov.

Raísa, que está informada de su enfermedad, siempre ha sorprendido a la familia con sus sueños. En uno, ella y Mijaíl, con el cuerpo magullado, lograban salir de un abismo. De repente, Raísa perdió pie, pero él consiguió asirla a tiempo y ambos volvieron a avanzar entre terribles sombras negras. "Nos cogimos de la mano y continuamos caminando por el sendero hacia el horizonte, hacia el sol", relataba Gorbachov en su biografía. A Mijaíl Serguéievich se le muda el semblante cuando le recuerdo aquel sueño. "Siempre ha sido muy literaria". "Sí, salimos del abismo y nos evaporamos", agrega.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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