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PASADO SOVIÉTICO, PRESENTE RUSO

Raísa Gorbachova, la primera dama de la URSS

Pilar Bonet

Raísa Maxímovna Gorbachova, de 67 años, abrió un territorio que no existía en la URSS, el de primera dama orgullosa de serlo, que reivindica su lugar en los actos representativos del Estado. Aquello era demasiado para la conservadora sociedad soviética, que identificaba a las mujeres del Kremlin con discretas matronas a la sombra de los líderes. En aquel mundo patriarcal, a nadie se le ocurría que las esposas de los dirigentes del Politburó (la máxima dirección del PCUS) pudieran ser sus acompañantes y, mucho menos, sus compañeras.En San Petersburgo, durante la campaña presidencial de 1996, Raísa me contaba que los miembros del Politburó podían haber comprendido que Gorbachov tuviera una o varias amantes, pero no que llevara a su mujer de viaje y además le mostrara en público su cariño.

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Procedente de la humilde familia de un ferroviario, Raísa, que nació en la región siberiana de Altai, aprovechó las mejores oportunidades que la URSS ofrecía a una estudiante de talento. Gracias a la medalla de oro con la que había acabado su educación escolar, pudo ingresar en la privilegiada Universidad de Moscú.

Mijaíl y Raísa se conocieron en un baile estudiantil. Él fue víctima de un flechazo total. Raísa, que había sufrido un desengaño amoroso, era reacia a embarcarse en una relación con aquel chico de origen campesino del sur de Rusia, pero él la conquistó. Se casaron en el otoño de 1953. La carrera de ella se presentaba más brillante que la de él y ambos hubieran podido quedarse en Moscú para hacer el doctorado, pero primaron los intereses de Mijaíl. Se marcharon a provincias, a Stávropol, y, mientras Gorbachov ascendía en el escalafón político, Raísa compaginaba la docencia con las tareas domésticas. No le fue fácil, porque ella no estaba mentalizada para el hogar. Mientras Irina, la hija, crecía, Raísa concluyó su tesis doctoral sobre la cultura campesina en Stávropol, que defendió en la Universidad de Moscú en 1967. La familia Gorbachov volvió a la capital de la URSS en 1976. Nueve años más tarde, él fue elegido secretario general del PCUS, y muy pronto Raísa demostró que era diferente a sus predecesoras. Se vestía y se peinaba de forma elegante, se empeñó en acompañar a Mijaíl en sus viajes, se interesaba por la cultura y daba opiniones con tono magistral. La población se dividió. Una minoría la aplaudía como digna representante del país y la mayoría la criticaba porque sus posibilidades materiales y sociales de ser elegante contrastaban con el desaliño, falta de mimo y dificultades cotidianas de la gran masa de las mujeres soviéticas.

A nivel popular, la desollaron con chistes zafios e historias malévolas. A nivel político, los colegas de Mijaíl Gorbachov le atribuyeron una influencia nociva sobre el líder de la URSS. Borís Yeltsin se metió con ella en público cuando dirigía a los comunistas de Moscú. Raísa siempre ignoró a sus detractores.

La experiencia de Foros, la dacha de Crimea, donde los Gorbachov se encontraban durante el golpe de Estado de agosto de 1991, fue un corte radical en su vida. Su rostro, al descender del avión que les llevó a Moscú al final de la odisea, refleja de forma elocuente el trauma. Después, una embolia que le paralizó temporalmente un brazo y los problemas de salud se encadenaron.

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Raísa se oponía a que Gorbachov compitiera en las elecciones presidenciales de 1996, pero cuando él decidio hacerlo, ella le apoyó y soportó estoicamente a los periodistas. En estos últimos años, Gorbachov extremaba su ternura en público. Por primera vez, ella parecía más fragil que él.

Raísa misma ha destruido la imagen de profesora sabelotodo que sus detractores habían fabricado. Tras aquella fachada de marisabidilla había una estudiante aplicada, que quería obtener las mejores notas en el papel que le había correspondido. Por eso, a veces entendía sus funciones como un alarde de erudición. El ser humano detrás de esa fachada apareció por primera vez ante el gran público tras el desmoronamiento de la URSS.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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