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Tribuna
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Cómo escalar un 8.000

Lo del Galibier ha significado para mí lo mismo que para un alpinista supone hacer un 8.000, ellos llegan al techo del mundo solos y yo he llegado al techo del Tour. También solo. Pocas veces se tiene la oportunidad y las fuerzas para conseguirlo, pero en esta etapa me han acompañado las dos. Y justo en el sitio en el que más sufrí el año pasado. Bajando el Galibier me quedé helado y me tuve que ir a casa y ahora, ya ven. En la reunión táctica de la mañana ya hablamos de que nos interesaba tener gente delante todo el tiempo porque nos tocaba atacar. Ya pensamos que se trataba de entrar en un corte y tirar para adelante. Así que salió un corte y me he metido. Buen acuerdo entre los cinco, relevos y para adelante, calculando que si llegábamos con seis minutos al pie del Télégraphe podíamos tener alguna oportunidad de llegar en el grupo de delante en la cima del Galibier, e incluso aún escapados. Cumplido el primer objetivo, la cosa empezó a parecer diferente. Piccoli empezó a decir que no iba bien. Yo creía que intentaba engañarnos, pero enseguida se quedó. El siguiente mosqueo me llegó con el del Casino, que yo pensaba que se andaba escaqueando, pero tampoco. Así que me quedé solo con Den Bakker, pero cuando le pedí que relevara me respondió que él no podía en la montaña. Y yo pensé: "si me vas a venir a rueda me da lo mismo irme solo, voy a tener que hacer el mismo trabajo, o sea que voy a probar a ver si te quedas". Nada, le he cambiado de ritmo un par de veces y se ha quedado. Y Jaimerena, el segundo director, que me seguía con el coche, diciéndome, asustado, "pero Arri, dónde vas, espera a subir con todos". Y yo, respondiéndole: "Si subimos a su ritmo, nos cogen enseguida".

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A tortas en el Galibier y después

En la ascensión al Télégraphe he mantenido los cinco minutos de ventaja con que la empecé, pero en el Galibier decidí comenzar administrando esa diferencia. La primera parte la he hecho más tranquilo, aunque, claro, yendo rapidillo. Pero los seis últimos kilómetros, los más duros, los he hecho a tope. He sufrido. Me han empezado a recortar y he tenido que subir calculando al máximo para poder llegar. No, no sentía el famoso miedo que se dice se tiene cuando se enfrenta uno solo a un gigante. En la montaña es donde menos se nota la diferencia entre ir solo o ir en grupo. Poco varían las pulsaciones ahí entre ir a rueda o ir marcando el ritmo. Así que he calculado: el Galibier es un puerto que se sube a 20 por hora yendo fuerte, y esa es la velocidad que traerán los de atrás. Si yo voy a 18 o 19, regulando, seguro que llego. He andado cómodo todo el día, como pocas veces antes. Y muy animado, sabiendo que estaba llegando solo al paso por la cima más alta del Tour. Eso queda para siempre. Siempre podré decir que pasé primero por el Galibier. No es tanto como ganar una etapa, pero sí coronar un sitio mítico.

En la cima me abrigué bien, me paré a abrocharme bien el chubasquero y seguí las instrucciones de Unzue de que me esperara a que me cogiera el grupo de Armstrong y Zülle. "Para, Arri, que no ha terminado tu jornada, ahora tienes que hacer lo posible para lograr que no nos cojan". Porque detrás venían zumbando los del ONCE con Olano. Bajando el Lautaret me han cogido. Han empalmado, y yo a tope. Me he puesto a tirar y he visto que se me quedaba corto el desarrollo. Llevaba el 53/12, iba a 70 por hora, y tenía que marcar una cadencia de 125 pedaladas por minuto. Había momentos en que no me daban los pedales. Yo pensaba que así no íbamos bien y así se lo he dicho a Eusebio: "Nos van a coger porque sólo llevo el 12". Y él, que no, que no sólo has mantenido las distancias, sino que entrando en Briançon las has aumentado en 15 segundos. Llegado un repecho poco después de Briançon me dejé caer guardando aún algo de fuerzas, porque sabía que quedaban todavía dos kilómetros en los que podía tirar. Luego subí, di el último relevo y, nada, a llegar tranquilo a meta. Triqui Beltrán ha continuado tirando del grupo en el Montgenèvre y yo me quedé en otro grupo que venía detrás. He bajado con cuidado porque era un descenso peligroso y he subido Sestriere como he podido. Ahora tengo que recoger el premio a la combatividad y poco más [500 pesetas por coronar primero el Galibier]. Me imagino que la gente que me conoce ha disfrutado, y por eso también estoy contento.

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