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Un pueblo pendiente de una nube

Una nube tóxica de dióxido de azufre generada por 10 kilos de cloruro de tionilo y desplazada por el viento desde la empresa General Química de la cercana localidad de Lantarón encerró anteayer en sus domicilios a los vecinos de Miranda de Ebro (Burgos). El accidente dejó desiertas unas calles en las que sólo circulaban los coches de la Policía Municipal avisando por megafonía a la población de la alarma. Ayer, la situación era ya de total normalidad y el suceso se comentaba en las calles como una anécdota que los mirandeses vivieron con nerviosismo. La alerta se prolongó tres horas, de siete de la tarde a diez de la noche. A las nueve el peligro ya había desaparecido. A esta hora, técnicos del Ayuntamiento efectuaron una medición del grado de contaminación del aire que arrojó un resultado 0. Según explicó el alcalde, Pablo Nieva, "el efecto del viento, que soplaba a siete metros por segundo disipó la nube con gran rapidez". Ésta es la segunda vez que Miranda sufre una situación de estas características. La primera se produjo hace ocho años por un escape en la misma empresa. La ausencia de consecuencias de gravedad fue también en este caso la característica principal. El director de General Química, Juan Antonio Pinedo, restó ayer gravedad al accidente y aseguró que "en ningún momento hubo peligro para las personas". Consideró que se "generó una alarma excesiva en la población de Miranda" y concluyó que "aunque es mejor pecar por exceso que por defecto, a veces ese exceso puede superarte y ser perjudicial". La empresa detuvo los procesos de producción durante una hora. A las ocho de la tarde, se "recobró la normalidad" y los trabajadores volvieron a sus puestos. Ninguno de ellos sufrió ningún daño, dijo Pinedo. General Química revisa actualmente la instalación en la que se produjo el accidente para determinar las causas de la fuga. Ayer recibió la visita de responsables de Sanidad y Medio Ambiente del Gobierno vasco, quienes inspeccionaron el lugar y se interesaron por la forma en que se produjo el suceso. Los vecinos de Miranda recibieron el primer aviso a las 19.10, hora en que la emisora local de la SER difundió, a instancias de la alcaldía, las instrucciones necesarias para hacer frente al suceso: refugiarse en las casas, cerrar puertas y ventanas y prestar atención a los informativos de radio y televisión. En poco tiempo, las calles de Miranda estaban vacías. Durante este tiempo, las escenas fueron como "de película". Según relata Oliver, de 18 años, que llegó a la localidad hacia las ocho procedente de Vitoria, "no había casi nadie en la calle, los pocos coches que circulaban lo hacían a toda velocidad, saltándose los semáforos, y la gente que iba a pie corría tapándose la cara con las manos o con pañuelos". Este joven tuvo conocimiento del suceso en el autobús, en el que viajaba una treintena de mirandeses que regresaban a sus hogares. Pese a lo "aparatoso" de los avisos y de "palabras como estado de alarma", José Luis, encargado de un céntrico establecimiento de hostelería, afirmaba ayer que la "reacción de la población no fue para tanto". "La gente que estaba en el bar se puso algo nerviosa, pero en cuanto les dijimos lo que tenían que hacer se fueron a sus casas con relativa tranquilidad. No hubo escenas de pánico ni nada que se le parezca", aseguró. El alcalde mirandés hizo la misma valoración y ayer felicitó a sus convecinos por la "actitud de calma mostrada". A su juicio, esta reacción es normal cuando "a la gente se le informa de lo que está pasando y no se le ocultan datos sobre la gravedad del asunto". En Lantarón, el accidente apenas se hizo notar. Las mayores repercusiones se produjeron en las piscinas de la población, que tuvieron que ser desalojadas por la Ertzaintza. En el momento del suceso, se encontraban en el lugar cerca de más de sesenta personas, la práctica mayoría de ellas niños que estaban de colonias. Según el socorrista de las instalaciones, los menores "no se asustaron en ningún momento; incluso lo tomaron como un juego".

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