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ANIVERSARIO DE LA REPRESIÓN ESTUDIANTIL EN CHINA

Una lista negra para los disidentes

La detención y condena, el pasado noviembre, de tres dirigentes de un nuevo Partido Democrático Chino a penas superiores a 10 años de prisión por "actividades políticas ilegales" ha dejado bien claro que el régimen no está dispuesto a tolerar la aparición de un debate político en el país. Toda forma de organización nacional está prohibida, tanto si se trata de grupos de reflexión apolíticos como de sindicatos sectoriales o sistemas de ventas en pirámide. Las personas tachadas de "disidentes" quedan fichadas en una lista negra, no pueden encontrar trabajo y se ven reducidas a vidas miserables: la organización Human Rights Watch en China calcula que alrededor de 60.000 personas están sometidas a estrecha vigilancia por parte de las autoridades, y quienes se atreven a publicar peticiones de algún tipo son inmediatamente detenidos.Los debates políticos, incluso indirectos, han desaparecido por completo de las universidades y la prensa: los antiguos periodistas políticos se han reconvertido. O siguen siendo periodistas, pero se han especializado en información de Bolsa, y hacen jugosos publirreportajes, o -caso más frecuente- se dedican a los negocios. La vida artística también está sujeta a un control estricto. A los artistas que se relacionan demasiado con extranjeros se les prohíbe el contacto con el público y sufren presiones continuas en su vida privada. Como el director Jia Zhang Ke, que se atrevió a presentar su película Xiao Wu en el extranjero y ya no puede regresar a China, donde le han impuesto una cuantiosa multa. Se favorece la literatura popular, que no plantea peligros, frente a las obras que invitan a la reflexión con el objetivo de hacer de la creación un producto como cualquier otro. En resumen, se elimina en todas partes cualquier embrión de conciencia política.

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Diez años después de Tiananmen

¿Podrá el Gobierno mantener durante mucho tiempo ese gran desfase entre las reformas económicas y la congelación política? Con esa pregunta juegan varios intelectuales y antiguos disidentes que hoy permanecen refugiados en Hong Kong. Para ellos, el nacimiento de una sociedad civil importante, ajena al ámbito del Partido Comunista, debería traducirse, tarde o temprano, en unas exigencias que vayan más allá de la mejora de la vida personal.

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