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Las chapuzas del asesino en serie de Vitoria

Koldo Larrañaga confesó haber matado a dos personas pero la policía sospecha que fue el autor de otros homicidios

Policías nacionales conducen a Koldo Larrañaga, detenido en Madrid, en 1999.
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Koldo no se desmoronó ante el juez. Sólo cuando las pruebas eran evidentes reconoció que había degollado a la abogada de Vitoria Begoña Rubio y clavado repetidas veces un destornillador en el cuerpo del empresario de máquinas tragaperras Agustín Ruiz, pero no se hundió. La imagen del horror y el sufrimiento de sus víctimas, el recuerdo de la sangre empapando sus ropas no provocó un colapso en su cerebro, ni mucho menos. Permaneció sereno.

Juan Luis (Koldo) Larrañaga, nacido en Azkoitia (Guipúzcoa) hace 38 años, fue detenido en Madrid el sábado 29 de mayo de 1999, cinco días después del asesinato de la abogada. Separado de hecho y con un hijo de nueve años, desde hacía casi dos tenía relaciones con una dominicana en la capital de España. Esta vez no regresó a Vitoria en autobús, como solía, para dejar un reguero de sangre, sino en un coche de la policía, con un billete especial que puede llevarle a pasar los próximos 20 años de su vida en la cárcel.

Con su declaración de autoinculpación, Koldo puso el cierre a una larga década dando tumbos en Vitoria, Santo Domingo de la Calzada, Pradoluengo y Burgos. "Era hiperactivo, pero vago", dicen sus conocidos, y quizás por eso mandó al garete una vida acomodada y se adentró en el lado oscuro de los negocios, convirtiéndose en un mal timador y falsificador, en un especialista en hundir negocios, en aprendiz de camarero en un bar de putas, en comprador de perros de presa rotweiler y posiblemente en apostador de peleas de perros, y, al final, en un presunto asesino cada vez más cruel, más descuidado.

La Ertzaintza está convencida de que la lista de sus asesinatos se eleva a cuatro, pero se pregunta: "¿Empezó su serie de crímenes en Vitoria?". Larrañaga vivió en la capital alavesa su esplendor y su caída. Dejó un profundo rastro de deudas y sangre entre sus amistades y conocidos, y mostró su cara más humana en su entorno familiar, donde era considerado como un hombre de buenos sentimientos, niñero, e incluso bonachón y conformista. Son las dos caras de un todavía presunto asesino que parece como si culpara de sus fracasos a la gente que le ayudó económicamente y a los que no perdonó que un día dijeran basta, hartos de deudas y de engaños.

El crimen como retrato

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Según la hipótesis del asesino en serie -la que atribuye a Larrañaga los cuatro crímenes sin resolver de la capital alavesa- la propia cronología y forma de los crímenes sería casi un calco de su propia vida, inconstante y descuidada. Trabajó a fondo con su primera víctima, limpiando cuidadosamente la escena del crimen, y fue degenerando progresivamente, descuidando los detalles, hasta asesinar a la abogada, a la que le dejó incluso su nombre, advirtiendo que volvería más tarde.

Según la Ertzaintza, a la profesora de inglés Esther Areitio, de 55 años, viuda, a la que conocía porque vivieron muy cerca y coincidían en el Bar Androide, le robó joyas y unas 170.000 pesetas, que otra persona sacó con sus tarjetas de crédito. Pero fue minucioso en la escena del crimen. Aquel 8 de mayo de 1998 asesinó presuntamente a Esther Areitio en su domicilio y después la descuartizó en seis trozos, cabeza, tronco y extremidades, y limpió el piso. Trabajó con guantes de latex. Sobre el depósito de agua del baño apareció un cuchillo de monte, similar a los dos que Larrañaga -según los comerciantes que se lo vendieron- compró, meses después, en una armería del centro de Vitoria. La policía también está convencida, aunque de momento no tiene pruebas concluyentes, de que el segundo crimen de Larrañaga fue el del cordelero.

A Acacio Pereira lo conocía porque coincidían en el restaurante Ochandiano, de la calle Francia, muy cerca de la estación de autobuses de Vitoria, en la que Larrañaga tenía una cita obligada para ir y venir de Madrid, y pegado a la armería en la que compró los cuchillos. A Acacio Pereira, de 72 años y con cáncer de hígado, le dejó supuestamente atado a una silla y con varias cuchilladas en el cuerpo el 9 de junio del pasado año. Los dos sumarios fueron archivados provisionalmente al estancarse la investigación.

Sin embargo, el 13 de agosto, Larrañaga cometió su primer gran error. Viajó a Vitoria para intentar renegociar una deuda con un empresario de máquinas tragaperras que le había prestado dos millones de pesetas, y acabó matándole, según ha confesado. Fue un crimen no previsto, también brutal, que llevó a cabo con lo primero que encontró a mano, un destornillador. Pero posiblemente se asustó. Aunque la policía no llegó hasta él, esperó nueve meses para su último asesinato.

El de la abogada, el 24 de mayo, cerró el círculo. Larrañaga dejó su nombre a la víctima, y días después la Ertzaintza le encontró un manojo de llaves del empresario de tragaperras. El arma era similar en tres casos, aunque no ha aparecido. Las piezas empezaron a encanjar, pero en este caso no había móvil claro. "¿Degeneraba o es que mató a la abogada en pago a sus deudas?", se pregunta un investigador.

Poco honrado sí, pero ¿un asesino?

EDUARDO ORTIZ DE ARRI / EDUARDO AZUMENDI

"¿Aspecto de asesino o algo que nos hiciera sospechar? Al contrario. Nos hemos quedado de piedra. Fíjate en la persona más inofensiva de tu oficina; ése podría ser él. No es santo de mi devoción. Tampoco es honrado. Le gusta vivir, a poder ser sin trabajar. Pero asesino...".

Los profesionales del gremio de la hostelería describen a Juan Luis (Koldo) Larrañaga como un hombre "ambicioso", un empresario que dejó numerosas pellas entre sus clientes, pero lo recuerdan como una persona "nada violenta".

La Ertzaintza tiene una opinión más truculenta. Asegura que él es el autor del degollamiento de la abogada Begoña Rubio y del asesinato de Agustín Ruiz, empresario de máquinas tragaperras; y que también participó de forma directa en los homicidios de la profesora de inglés descuartizada, Esther Areitio, y del cordelero Acacio Pereira.

El presunto asesino en serie ha tenido una vida agitada, desde que nació en Azkoitia hace 38 años. Su vocación iba dirigida hacia el magisterio. Con 17 años, salió por primera vez de su pueblo natal para intentar estudiar esta carrera en Vitoria, pero no lo consiguió.

Lo más cercano que llegó a esta profesión fue una experiencia como profesor de euskera en la academia IKA de Vitoria, hace una década. Así lo aseguran, al menos, algunos conocidos. "Estuvo impartiendo clases hace mucho", recuerdan. "Era muy inconstante y por eso duró muy poco allí, algo que requiere disciplina", añade una persona muy próxima a su familia. Por aquel entonces, Juan Luis ya empezaba a hacerse conocer entre sus nuevos conciudadanos. "Antes de separarse AEK de IKA se le podía ver en fiestas de La Blanca en las txosnas, en aquella época en la que funcionaban tan bien en La Florida", comenta un viejo conocido.

Pero Larrañaga tenía unas aspiraciones más elevadas. Su falta de formación la trató de suplir con su habilidad para los negocios, al menos para emprenderlos. Se introdujo en la vida de los comerciales de la hostelería. "Durante un par de años", según se esfuerzan en recordar los profesionales del gremio, "abrió con otro socio una empresa de importación de cerveza".

Estas mismas fuentes -numerosas- aseguran que dejó a deber a varios de sus clientes. Al tiempo que importaba bebidas alcohólicas, también se introdujo en la compra-venta de vehículos, e incluso otros conocidos suyos afirman que llegó a abrir un criadero de caballos. Ninguno de estos negocios llegó a fructificar.

Padre de un hijo, Juan Luis Larrañaga tampoco ha tenido demasiado éxito en el terreno familiar. Se casó con una vitoriana, Dorleta, su novia "de toda la vida". Tuvieron un hijo, que ya ha cumplido los nueve años. Pero hace año y medio se separó, sin llegar a formalizar los documentos del divorcio. Los motivos de la ruptura no hay que encontrarlos en episodios violentos, ni malos tratos.

"Su mujer incluso llamó alarmada al juzgado cuando vio que algunos periódicos decían que su marido la había asesinado", relata una amiga de la infancia, quien destaca el trato "tan amable y educado que dispensaba a su familia". "Este hombre ha demostrado que posee una doble vida: era irresponsable con el trabajo, pero se hacía querer como nadie. El trato con sus hermanos, sobrinos, y con todo el que le conocía era muy agradable. Podías pasarte un año sin verle y, si te veía en la calle, iba a saludarte e interesarse por ti", añade.

Otra persona, profesora de la ikastola donde estudiaba su hijo, recuerda al Juan Luis padre: "Siempre acudía a buscar a su hijo. Le acompañaba a todo, fueran cursos o actividades extraescolares". Juan Luis y Dorleta no siguieron juntos sobre todo por la zozobra económica en que vivía el matrimonio, y posiblemente por las sospechas de ella de que él mantenía otra relación. Ahora convivía en Madrid con su nueva novia. Allí, en el barrio de La Latina, lo encontró la Ertzaintza cuando pretendía acceder al piso el pasado sábado por la tarde. A partir de aquel momento afloró la personalidad oculta de Larrañaga, un hombre corpulento, fuerte y alto que, según la Policía vasca, mató a sangre fría a sus cuatro víctimas.

Cargado de expedientes Juan Luis Larrañaga es, según la Ertzaintza, un hombre cargado de expedientes, que ha sobrevivido en el mundo de los negocios gracias a su habilidad para escurrir el bulto después de engañar a mucha gente con la que trabajaba y de conseguir dinero de cualquier manera menos trabajando.

Sin embargo, aunque tenía antecedentes policiales, nunca había estado en la cárcel, posiblemente porque gran parte de su actividad era dejar de pagar muchas de las cosas que adquiría para sus sucesivos negocios. Y, pese a todo, sus allegados vivían engañados. "Juan Luis no tiene dinero, pero nunca se ha preocupado por él", respondió la familia cuando aparecieron agentes de la Ertzaintza indagando por las andanzas del sospechoso. "Están muy equivocados, hay poca gente que tengamos fichada con un expediente tan amplio", replicaron los policías.

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