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Reportaje:

Laboratorios sólo para privilegiados

Los premios regionales de investigación lamentan que la Administración no invierta en evitar la "fuga de cerebros"

Figuran entre los mejores investigadores de Europa y se les nota a las claras la excitación intelectual que les proporciona enfundarse la bata blanca y ponerse a trabajar. Pero cuando se habla más despacio con ellos, es difícil que no aflore en sus palabras un regusto amargo. Margarita Salas Falgueras, Antonio García-Bellido y Arturo Baró, dos biólogos moleculares y un físico de la materia condensada, se han convertido en los destinatarios de los primeros Premios de Investigación que otorga la Comunidad de Madrid en su historia. Y con todo, les queda la sensación de que su felicidad es una excepción en un mundo, el de los investigadores, huérfano de apoyos por parte de las administraciones públicas. Lo que ellos hacen a diario (invertir horas y horas en el laboratorio, concentrados y absortos en el microscopio o el tubo de ensayo) es realmente un privilegio al alcance de muy pocos. García-Bellido (Madrid, 1936), premio Príncipe de Asturias en 1985, es el que más crítico y reivindicativo se muestra con las instancias políticas en este sentido. "En esta región se concentra el 25% de la comunidad científica de toda España. ¿Significa eso que Madrid destina la cuarta parte de los recursos científicos que maneja el país? La respuesta es, taxativamente, no", proclama, severo.

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Por ello, este catedrático del Centro de Biología Molecular (integrado por el Centro Superior de Investigaciones Científicas y la Universidad Autónoma) entiende que la instauración de unos premios autonómicos a la investigación no puede ser un gesto aislado. "Hasta ahora, la Comunidad no se ha planteado ninguna responsabilidad a largo plazo en este campo. Y ése es un acto de naturaleza política: o se asume o no se asume", subraya. Y añade aún, con parecida contundencia: "En las universidades madrileñas estamos preparando a profesionales magníficos que, acto seguido, han de emigrar al Reino Unido o Alemania porque aquí no encuentran trabajo. Sinceramente, eso de regalar personas bien preparadas constituye una auténtica tragedia".

Su compañero de galardón Arturo Baró, un tarraconense de Reus que suma 54 años, coincide en que en los laboratorios madrileños se están fraguando "trabajos de mucha calidad", que no se aprovechan de la mejor manera. "La gente joven se está quedando sin oportunidades. Dudo que haya un esfuerzo suficiente por parte de la administración, porque un investigador bueno debía seguir trabajando como tal, y no siempre sucede así", se lamenta. Pero una parte de la culpa también reside en la propia comunidad científica, tan poco dada a las reivindicaciones, matiza esta autoridad europea en el mundo de la materia condensada. "Quizás hay que ser más osados y llamar a las puertas", observa.

Los trabajos en los que se encuentran enfrascados estos primeros premiados por el Gobierno regional se intuyen apasionantes. Por ejemplo, Margarita Salas, sobrina de Severo Ochoa y antigua directora del Centro de Biología Molecular que lleva el nombre de su tío, lo sabe casi todo sobre el Phi 29, un virus tipo con su cápsula, el ADN en el interior y un cuello, a modo de válvula, por el que ese ADN sale a borbotones cuando el virus infecta a una bacteria.

No menos informado está Antonio García-Bellido sobre la vida y andanzas de la drosophila melanogaster o mosca del vino agriado, un bichito de entre 10.000 y 15.000 genes en los que ha practicado todo tipo de manipulaciones para conocer "cómo se regulan y afectan al comportamiento celular, cómo van haciendo cosas distintas". En el fondo, la drosophila es como el caenorhabditis elegans, ese simpático gusanito de apenas 300 neuronas que tanto se parece al hombre, según los últimos estudios. "Los humanos también nos parecemos muchísimo a la mosca. La biología no es una colección de curiosidades: aquí las reglas son comunes, incluso en los vegetales", explica este profesor. Como para que se nos vayan bajando a todos los humos.

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En cuanto a Arturo Baró, fue uno de los pioneros en la utilización de microscopios de fuerzas atómicas, y ahora ha desarrollado microscopios de efecto túnel (mediante corriente eléctrica) que arrojan resultados asombrosos. Gracias a estos ingenios, ha podido invertir cientos de horas en escudriñar el agua. "Sí, sí, el agua. Es una de las moléculas más complicadas en el plano microscópico", aclara ante la exclamación de sorpresa del periodista. Y profundiza: "Estos estudios pueden tener múltiples aplicaciones para la industria farmacéutica, sin ir más lejos. Lo más difícil es saber qué papel desempeña el agua, el carácter hidrófobo o hidrófilo de los elementos, etcétera. El agua sigue teniendo elementos desconocidos: que sea más densa en forma líquida que en sólida, o que forme enlaces tetraédricos, como el silicio y el carbono, son cosas francamente curiosas...".

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