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Los nacionales

Repetía Arturo Soria y Espinosa que después de la corrupción del lenguaje venía la corrupción en efectivo. Por eso alzaba su indignación frente a quienes, por ejemplo, llamaban liberación a la entrada de la morisma en Madrid y rechazaba que la etiqueta de nacionales pudiera aplicarse a quienes formaban en el bando franquista de la guerra del 36. Pero así ha quedado en el lenguaje común. Ahora algunos braman a través de la megafonía nacionalista advirtiendo sobre el supuesto resurgir de los nacionales. Así, en el diario de obediencia peneuvista Deia se podía leer el pasado viernes, día 29, un significativo trabajo sobre Los nacionales. Y se recordaba que "la experiencia que los vascos tenemos de los nacionales es espeluznante. En Navarra asesinaron a más de 3.000 (con nombres y apellidos). Localidades como Sartaguda, Lerín o Tafalla fueron diezmadas. Y, luego, todo lo demás, Gernika incluida". Pero, vamos a ver, ¿todavía alguien tiene el tupé de sostener que la guerra del 36 fue una guerra de España contra Vasconia? ¿Llegará la tergiversación de algunos sectarios al punto de negar que el contingente voluntario más numeroso y combativo de los nacionales procedía precisamente del País Vasco y de Navarra? ¿Es que "El Requeté" estaba formado por esos maquetos de los que abomina el inefable Sabino Arana a los que habría que borrar de la faz de Euskadi? ¿Llegará la osadía de algunos a suprimir de los registros civiles a quienes se alistaron voluntarios en esas fuerzas de primera línea? ¿Qué sería entonces, por ejemplo, de gentes tan respetables y beneméritas como Felipe Arzalluz, el progenitor de Xabier, presidente del PNV? ¿Se ha esfumado el recuerdo de la extrema peligrosidad de aquellos requetés sobre todo después de comulgar? ¿Por qué esa resistencia absurda para aceptar que la guerra incivil fue una guerra que dividió tanto, o más, al País Vasco y a Navarra como al resto de España? ¿Es que los nacionales, que en buena proporción eran voluntarios procedentes del País Vasco y de Navarra, causaron muertos en Badajoz o en Baena, en Málaga, en Asturias o en Madrid sin nombres y apellidos a diferencia de los muertos de Navarra, que sí tenían esos atributos, según escribe el diario Deia?

Se impone, sin ir más lejos, la lectura del libro de Javier Ugarte Tellería La nueva Covadonga insurgente para recordar con nuevos datos que los nacionales vinieron precisamente de Navarra y del País Vasco y cayeron sobre nosotros, sobre quienes resistíamos en Madrid. Aquí cantábamos aquello de "Madrid, qué bien resiste / Madrid, qué bien resiste / Madrid, qué bien resiste / mamita mía / los bombardeos / los bombardeos". Y lo cantábamos mucho después de Santoña. Aquella frase de Arzalluz -"los mismos que nos enviaron las bombas se quedan con el cuadro"- cuando se mostraba despechado porque el Guernica prometido por el vicepresidente primero del Gobierno, Francisco Álvarez Cascos, no llegaba al museo Guggenheim, era por completo desafortunada. Muchas más bombas y mucho más mortíferas cayeron aquí, en Madrid, en la capital de la gloria.

Alguna vez habrá que reflexionar sobre por qué en el antiguo régimen, el absolutista de la monarquía, nunca se detectaron problemas de inserción de las Vascongadas en España. Es urgente indagar por qué bajo aquel sistema donde las libertades y los derechos dejaban tanto que desear ninguna reivindicación de los abuelos de Sabino Arana quedó registrada en los anales. Sorprende que los problemas vinieran cuando llegó el contagio de las ideas y de las ventajas ciudadanas, más o menos atemperadas, procedentes de la revolución francesa. Problemas planteados, por cierto, con las armas en la mano en dos guerras carlistas alentadas por la más dura reacción y aplaudidas por toda clase de curas trabucaires que asolaron la España que se esforzaba por nacer a la modernidad. Queridos amigos de Deia, aclaremos de una vez que los nacionales, los últimos españoles como alguien acertadamente os caracterizó, sois vosotros. Vosotros sois los que seguís marcando el paso de vuestros armados etarras más o menos de vacaciones, a los que consentís que definan qué es Euskadi Herría y cómo debe hacerse su construcción nacional. Vosotros estáis siguiendo el camino opuesto al de quienes hemos optado por el patriotismo constitucional. Sois los émulos de las últimas carlistadas en las que los nacionales encontraron como vosotros tanta inspiración bélica.

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