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Julen Guerrero

Julen Guerrero nació, en realidad, el 6 de septiembre de 1992 en San Mamés y no el 7 de enero de 1974 en Portugalete como reza en los papeles oficiales. Aquel día, en la Catedral, jugaba el Cádiz y el muchacho rubio iniciaba una andadura profesional y un acontecimiento sociológico que aún perdura. Guuerrero nació para el fútbol con la unanimidad pegada al cogote. Cuando Juup Heynckes, un alemán modernista y cartesiano, le dio la camiseta y le puso en la tablilla de los titulares, resultó que todo el mundo había vaticinado que el muchacho era una joya futbolística. Resultó que todo el mundo conocía a aquel desconocido que habría de cautivar no sólo la atención futbolística del respetable, sino la fibra sensible de una afición ansiosa de productos locales. La unanimidad ha cautivado también a Julen Guerrero desde el principio. Para los amantes del fútbol, era el futbolista total (inteligente, sutil, rematador); para la hinchada, la prueba del nueve de una filosofía original; para los custodios de las arcas, el tractor de la presencia femenina en los estadios; para la presencia femenina en los estadios, el futbolista ideal; para las madres, el novio que desearían para sus hijas; para los padres, el hijo que rebuscan cada domingo en los partidos infantiles. Guerrero soportó el estruendo de la unanimidad desde la humildad (a veces sonora, a menudo diplomática) que practica en base a un catálogo firme de principios: a disposición del fútbol, a disposición del público. Sorprende sobremanera la actitud de hombre tranquilo que dibuja un futbolista sometido desde los 17 años a una carrera meteórica, sobre todo como símbolo social. Obligado a abandonar los hoteles por puertas de servicio, a persecuciones internas, a firmar autógrafos literalmente paso a paso, Guerrero no ha renunciado jamás al contacto con la gente. Es uno de los pocos futbolistas que abandona siempre San Mamés por la puerta principal, atendiendo las manos temblorosas de quinceañeras o las palmadas gratificadas de sesentones reconfortados. Es su primer mandamiento: "Si yo reclamo su apoyo en el campo, no puedo negarles el mío cuando lo solicitan", suele afirmar a menudo. Sólo huye de la política, no como ciudadano, sino como asociación de imágenes. Su cuidado en la elección de estos actos es similar a la que dispensa al balón, por lo que jamás ha errado un pase. Julen Guerrero se convirtió en capitán del Athletic por necesidades (urgencias) del guión y añadió un fardo más a la carga que soporta todo ídolo social. De un tiempo a esta parte la presión social ha disminuido. La futbolística también. Alejado de la selección nacional y con algunas horas (inhabituales) en el banquillo de su equipo, Julen Guerrero vive los efectos de la pérdida de unanimidad, cuando cumple ocho años de edad futbolística. Recluido en su casa de Lezama, a escasos metros de las instalaciones del Athletic, vive una situación atípica. Guerrero, como otros futbolistas, hace de este juego una pasión, y dicen quienes le conocen bien que resulta insoportable cuando no puede poner en práctica su pasión. El color de la polémica Por vez primera en su vida, también, ha conocido el color de la polémica. Unánime e indiscutible, desbroza ahora los argumentos de una situación extraña y seguramente se refugia en el silencio musical al que suele apelar en los momentos más íntimos. Estudiante pausado de Periodismo, es amable con la prensa, aunque reduce al mínimo sus apariciones significativas. Prevalece en él el espíritu diplomático y/o conciliador, pero se le entiende a la mínima que cambia de guión, aunque sea a cambio de sugerencias. Julen Guerrero vive rápido, pero no apresuradamente. Hombre calmado, su voz delata una juventud inapelable; su tono, delata una cierta dosis de humildad frente a la grandiosidad que pudiera rodearles. A pesar de sus desavenencias puntuales que ahora le aquejan, sigue siendo el novio ideal de la madre tradicional, el hijo buscado en cada fangal infantil, el futbolista singular que justifica pagar una entrada. Y sigue siendo el futbolista que fue capaz de decir que no al Real Madrid, al Inter, al Lazio y a sus ofertas suculentas no sólo económicas, sino deportivas. Como los goleadores, Guerrero es así.

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