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Desafío a la gravedad

El desafío a la gravedad no sólo se ha conseguido a miles de kilómetros de la tierra, en la estación espacial Mir, por ejemplo. Sin ir tan lejos, en el valle vizcaíno de Carranza y con visita guiada, el interesado puede disfrutar con un combate mantenido durante unos 50 millones de años contra esa fuerza que atrae a todas las cosas y seres hacia el centro de la tierra, sino hacen nada por evitarlo. La cueva de Pozalagua, en el barrio carranzano de Ranero, posee una de las mejores muestras de Europa de las llamadas estalactitas excéntricas, unas formaciones de calcita y dolomita que cuelgan del techo de manera disparatada, creando combinaciones barrocas y extravagantes, propias más de la imaginación de un visionario que de la naturaleza de una gruta. La cueva de Pozalagua fue descubierta gracias a quien luego le haría más daño, en una suerte de tragedia cavernaria. El día de los Santos Inocentes de 1957, uno de los barrenos de una cantera contigua abría un boquete en la roca de mayor dimensión que la habitual. Los canteros se adentraron por el agujero y descubrieron una cueva que hasta el momento había sido una de tantas cavidades que alberga la Tierra. Acompañados de alguna linterna y lámparas de carburo, aquellos espeleólogos improvisados descubrieron una maravilla natural: decenas de estalactitas y estalagmitas que duplicaban sus propias envergaduras colgaban del techo o surgían del suelo, respectivamente. Pero es que, además, en los techos observaron unas formaciones extrañas: eran estalactitas, de eso no cabía duda, mas en lugar de caer en vertical hacia el suelo, se retorcían o salían disparadas en cualquier dirección. Una de ellas, en solitario, llamaba la atención, pero la sinfonía vanguardista que formaba el conjunto parecía una creación del diablo antes que de un ángel. La dirección de la empresa que realizaba los trabajos pronto tuvo noticia del hallazgo, al igual que el valle de Carranza. El descubrimiento era de tal belleza que la noticia se difundió con rapidez. Sin embargo, la empresa continuó con los barrenos para obtener la preciada dolomita, algo que, por otra parte, era lógico. Las empresas, por lo general, no entienden de bellezas, sean estas naturales o producto de la creación humana, sino consiguen algún beneficio de ellas. Así que cada semana un barreno volvía a retumbar en Pozalagua, aunque más de uno asegura que las explosiones eran diarias. Y cada barreno hacía retumbar la cueva encantada y las estalactitas se quebraban y caían al suelo. Una tras otra -como se puede observar en el llamado "cementerio de estalactitas" que se encuentra en el interior de la cueva- las columnas más veteranas que colgaban del techo iban sucumbiendo a la explotación de la dolomita. Al mismo tiempo, los vecinos de Carranza comenzaron a visitar la cueva guiados por algunos de los pioneros en el hallazgo. Luego vendrían los amigos, parientes y demás familia, con lo que Pozalagua se convirtió en un secreto a voces. Y con la masificación incontrolada, el expolio. No sólo los barrenos tiraban las estalactitas más grandes, sino que los visitantes se llevaban las estalactitas excéntricas a puñados. Y si sólo hubieran sido las que estaban al alcance de la mano, ni tan mal, pero se cuenta que hubo quien entró con escalera y palos para arrasar los techos con comodidad. Al final, la cueva se cerró, al igual que la empresa que explotaba la cantera. Se había hecho mucho daño a Pozalagua, pero la gruta todavía tenía mucho que ofrecer. Se controlaron más las visitas, hasta que hace siete años, se habilitó para paseos guiados. Y ya hace un año, se concluyó el recorrido, que permite el acceso hasta el final y la visita de todos los rincones de la cueva que cuenta con cuatro salas en sus 225 metros de longitud. Ahora, los interesados pueden visitarla todos los días, en horario de once de la mañana a cinco de la tarde. Y en estas visitas, el guía trata de explicar el porqué de estas estalactitas excéntricas. Dada su rareza, su escasa presencia en las cuevas conocidas en el mundo, explicaciones hay para todos los gustos, pero de lo que no cabe duda es de que la condición de bunker durante 50 millones de años ha sido determinante en la composición de estas formaciones. Para los expertos, la ausencia total de corrientes de aire es fundamental, pero también se habla de la textura y morfología de la roca madre o de la impureza de la dolomita, por no reseñar otras posibles causas comprensibles sólo para geólogos experimentados. El caso es que ahí están esas figuras increíbles si no estuviera abierta al público esta cueva. Lo que también es ciertamente increíble, aunque son muchos los espeleólogos y aficionados que dan fe de ello, es la otra sorpresa que guarda la peña de Ranero en su interior. Unas decenas de metros más arriba de la entrada a Pozalagua, una pequeña oquedad en la roca da paso a la que es la sala subterránea natural más grande de Europa: 500 x 250 x 125 metros son las medidas de este espacio, o de manera más gráfica, en su interior tienen cabida dos campos de San Mamés. Se trata de la llamada Torca del Carlista, descubierta poco antes de su hermana, la cueva de Pozalagua. Cuentan que su nombre se debe a que por ella prefirió arrojarse un soldado carlista antes de caer en manos del enemigo. Aunque, a ciencia cierta, no hay noticia de que ninguna de las numerosas expediciones que la han visitado haya encontrado restos de ningún soldado que tuviera las cosas tan claras. De todas estas expediciones, la primera, la que descubrió esta gran sala, fue sin duda la más emocionante. Tanta fue la expectación que se creó en aquel momento que hasta fue relatada en la prensa de la época minuto a minuto. No era para menos: para acceder a la cueva, hay que descender primero 60 metros por una chimenea completamente vertical. Luego, este sifón se abre a la gran sala. Y de aquí al suelo todavía quedan 94 metros de profundidad en el vacío más absoluto. La cueva de Pozalagua y la Torca del Carlista se encuentran a unos 70 metros una de otra. La construcción de un pequeño túnel podría comunicar ambas, con lo que el espectador de a pie disfrutaría también del espectáculo de la gran sala. Iniciativas, ideas, propuestas las ha habido, pero de momento no hay ningún proyecto en firme y la Torca del Carlista sigue disponible sólo para los iniciados.

Datos prácticos

Cómo llegar: Las cuevas de Pozalagua se encuentran en el barrio carranzano de Ranero, en el extremo occidental de Vizcaya. Para acceder hasta este paraje hay que tomar en Bilbao la carretera hasta Güeñes. Desde aquí se sigue hasta Otxaran, donde se enlaza con la vía que lleva al valle de Carranza. Una vez en el centro del valle, hay que continuar en dirección a Cantabria, hasta que se vea la desviación que sube a Ranero. Alojamiento: En Carranza es amplia la oferta de agroturismo: el caserío Fuenternilla en el barrio de Matienzo (tel. 94 6806350), y Boyano (94 6806486) y Solinde en Soscaño (94 6806160). Ya en San Esteban, se puede citar La Casa de la Pradera (94 6806966) y en Manzaneda, la casa del mismo nombre, (94 6806317). En el carranzano barrio de El Molinar se puede disfrutar de aguas termales en su balneario (94 6806002). Comer: Es mejor la oferta de alojamiento que la de restaurantes que se puede encontrar en la zona, aunque junto a las cuevas de Pozalagua se ha abierto un bar-restaurante, que ofrece el menú del día los fines de semana. Además, se puede acudir a la sidrería El Cartero en el barrio El Molinar (94 6806579) o al restaurante La Concha (94 6806280).

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