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El Instituto Goethe apuesta por el espíritu de diálogo que animó la transición

"Lo hemos conseguido, ya tenemos casa". Estas palabras, pronunciadas por el secretario general del Instituto Goethe, Joachim Sartorius, figuran en la invitación para la inauguración, celebrada ayer, de la nueva sede del instituto alemán de cultura en Barcelona, que apuesta por seguir el espíritu de diálogo que animó la transición. El nuevo Instituto Goethe, situado en el barrio de Sant Antoni, está en la calle de Manso 24-28 y ocupa una superficie de 2.000 metros cuadrados en cuatro plantas del edificio.

Las palabras de alivio de Joachim Sartorius vienen a traducir el malestar del peregrinar de los últimos años por diversas casas o, como las definió esta vez el embajador de Alemania, Henning Wegener, "lugares impresentables, pisos vetustos y feos". Por fin el Instituto Goethe puede reunir todas sus dependencias -aulas, oficinas, biblioteca y sala de actos- bajo un único techo. La rehabilitación del edificio, la antigua fábrica de galletas Montes, ha costado en torno a los 100 millones de pesetas, que han pagado a partes iguales el Gobierno alemán y el propietario del inmueble. Con todo, el acto de inauguración de la nueve sede del Instituto Goethe en Barcelona quiso ser, antes que nada, una fiesta. El acto, al que asistió una nutrida representación de la colonia alemana en la ciudad, combinó las intervenciones de los oradores con las actuaciones del compositor y pianista Josep Maria Balañá, que interpretó la pieza para piano y máquina de escribir Good work for bad pianos op. 73, y la cantante Anna Ricci, que ofreció una composición para voz sola de Joan Guinjoan, Per l"esperança, y con una breve pieza escénica de Joan Brossa titulada Satanella. El acto se completó con la proyección del videoclip Freitag ist Feiertag (El viernes es fiesta), del realizador Josep M. Jordana, que, con criterios artísticos, combina imágenes de la construcción del nuevo edificio con la oferta cultural que el Instituto Goethe ha venido aportando a Barcelona. El turno de palabras lo inició Joachim Sartorius, secretario general del Instituto Goethe, que recordó la colaboración del instituto con la ciudad desde hace 43 años. Admirador del arte catalán y apasionado del Museo Nacional de Arte de Cataluña, Sartorius recordó que "todos los países practican la política exterior, pero pocos practican una cultura exterior", y entre éstos, añadió, se cuentan España, con el Instituto Cervantes y Alemania, con 135 centros repartidos por todo el mundo. Sartorius afirmó que, en su opinión, tal política cultural no viene a reforzar la política exterior ni la económica: "En nuestras relaciones con los países apostamos por diferentes hechos. En el Este, por ejemplo, por preconizar una sociedad civil que funcione. En otros lugares, una política de derechos humanos. En Europa occidental, por transmitir una imagen más real y actual de Alemania y fomentar la diversidad y la riqueza de las tradiciones, culturas y lenguas". El embajador de Alemania, Henning Wegener, recordó el papel desempeñado por los institutos de cultura de los diversos países en la aportación a España de valores democráticos en "épocas difíciles", en alusión a la dictadura franquista. "En estos ambientes", dijo el embajador, "también nació el espíritu de lo que se ha llamado la transición. Esta herencia de diálogo, sin tabúes, debe reinar en nuestra casa". El largo turno de oradores lo cerró Ignasi Farreres, consejero de Trabajo de la Generalitat, quien se lamentó de tener que usar el castellano para expresarse en un acto público en Cataluña. También lanzó unos elogios cuando menos curiosos a Alemania por su empeñó en la Unión Europea. "Ustedes han hecho imposible que haya guerras", dijo Farreres, "porque, al eliminar las fronteras, ¿cómo va a pelear uno consigo mismo?" Y añadió: "Ustedes son un motor económico de Europa, un motor que arrastra, no que arrasa a los otros". Y concluyó: "Las culturas están para hablarse entre ellas, para acumularse, no para sustituirse".

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