Reportaje:

Dieta blanda en La Rosilla

"Tendrían que haberlo abierto antes para evitar tanta hambre y calamidades como las que pasamos". De esta forma dio la bienvenida un toxicómano al revolucionario centro de atención que ayer abrió sus puertas en el poblado marginal de La Rosilla, el mayor híper de la droga de la capital. Allí, por primera vez en mucho tiempo, medio centenar de personas pudo ducharse, cambiarse de ropa y comer caliente una dieta lo suficientemente blanda como para no romperse los dientes.Al centro, de 210 metros cuadrados y financiado por la Administración, le separa sólo un muro de ladrillo de la pla...

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"Tendrían que haberlo abierto antes para evitar tanta hambre y calamidades como las que pasamos". De esta forma dio la bienvenida un toxicómano al revolucionario centro de atención que ayer abrió sus puertas en el poblado marginal de La Rosilla, el mayor híper de la droga de la capital. Allí, por primera vez en mucho tiempo, medio centenar de personas pudo ducharse, cambiarse de ropa y comer caliente una dieta lo suficientemente blanda como para no romperse los dientes.Al centro, de 210 metros cuadrados y financiado por la Administración, le separa sólo un muro de ladrillo de la plaza donde se reúnen diariamente cientos de toxicómanos y camellos. "Lo que hace falta ahora es que no haya ningún gamberro que lo estropee, porque desde luego es mejor que pasar todo el día dentro de la tienda de campaña con hambre", comenta un toxicómano, que prefiere guardar el anonimato. Lleva metido en la droga dos años y se gana su dosis llevando a clientes a las casas del poblado. "Es mejor que robar", dice.

"Ya era hora de que se acordaran de nosotros. Mientras los traficantes de La Rosilla se compran furgonetas que valen cuatro o cinco millones de pesetas y les hacemos de oro, nosotros tenemos que mendigarles nuestra dosis", comenta otro toxicómano. Ayer, tras mucho tiempo, comió sentado y en una mesa un menú caliente (puré de verdura, pollo asado con ensalada y fruta).

Otro visitante del centro, Juan Navarro, ve en el centro una forma de salir de la droga y quizá de conseguir un trabajo en el sector de limpieza o descargando camiones. Sobre todo, si logra meterse en el programa de metadona que le ofrecieron al abrirle la ficha en el centro. "Ahora podremos hablar entre nosotros o ver la televisión y no refugiarnos en nuestras tiendas todo el día. Lo que es una pena es que no lo abran por la noche para poder dormir de forma cómoda", comenta Navarro, que afirma ser drogadicto desde hace 15 años. Antes sólo comía bocadillos o bollos cada dos o tres días. Y eso, cuando tenía dinero para pagarlos. Ahora, sin embargo, dispone de médico, psicólogos, trabajadores sociales y voluntarios a su servicio. También le cambian las jeringuillas usadas por nuevas. Todo en un mismo lugar, en La Rosilla.

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