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Entrevista:MERTXE BROSA» PREMIO AL COOPERANTE VASCO 1998

"Mi revolución es enseñar a las mujeres a no ser inferiores a nadie"

Mertxe Brosa (Andoain, 1947) ha conseguido romper una tendencia. Año tras año el Premio al Cooperante Vasco, instaurado por el Gobierno vasco hace ocho años, ha recaido sobre algún miembro de una comunidad religiosa. Ayer, Mertxe Brosa, una andoaindarra que lleva 16 años dedicada a restaurar la autoestima de las mujeres nicaragüenses, recibió de manos del lehendakari el reconocimiento como mejor Cooperante Vasco de 1998. Y lo primero que hizo fue dirigirse a José Antonio Ardanza para recordarle que "desde la sociedad civil no religiosa de Euskadi tenemos la misma sensibilidad que las religiosas a la hora de ayudar a los más necesitados". En la actualidad, Mertxe Brosa dirige el Centro Xochilt Acalt destinado a atender a las mujeres del campo. El centro, que se halla en el municipio de Larreinaga, a 130 kilómetros de Managua, favorece la formación de las mujeres en los trabajos del campos, les facilita información y asistencia ginecológica y alfabetiza a la población femenina. La cooperante guipuzcoana aterrizó en Nicaragua en plena revolución sandinista. Ese era el reclamo para sus inquietudes de izquierda. Ahora, 16 años después, con un régimen político diametralmente opuesto al que implantaron los sandinistas y con el romanticismo de la revolución en el recuerdo, Brosa sigue fiel a la llamada de la tierra nicaragüense. "La revolución fue una escuela para todos. La situación política ha cambiado, pero la revolución es para los pueblos y, sobre todo, para las mujeres". Así, según afirma la cooperante, es un error pensar que porque haya fallado el proyecto político, la revolución deja de tener sentido. "Yo sigo haciendo la revolución desde mi conciencia de mujer para que las mujeres nicaragüenses vivan mejor, para que sean capaces de mirar cara a cara a sus maridos sin sentirse inferiores". Y es que la situación por la que atraviesan las mujeres que se dedican a las tareas del campo es completamente marginal. Por eso, Mertxe Brosa insiste en que hay que romper con la "discriminación" que aún sigue latente en algunos proyectos de cooperación. "Hay que favorecer un desarrollo equitativo de todos los sectores de la sociedad, no sólo de los hombres, que son los que tradicionalmente han salido más beneficiados. Sólo con la participación de la mujer en los proyectos no se resuelve nada. Hay que concretar de qué forma se proporciona a la mujer instrumentos liberadores en esos proyectos de cooperación". Desde el Centro Xochilt Acalt se facilitan los instrumentos que permiten cambiar el sentido de la vida de muchas mujeres del municipio de Larreinaga. "Desde la conciencia de las mujeres podemos facilitar procesos transformadores si partimos de la realidad de ellas y no desde las ideas preconcebidas de las sociedades desarrolladas". Las enseñanzas de Brosa suponen un cambio traumático en las relaciones familiares, en las que siempre el hombre dominaba la escena. "Ahora", explica, "la mujer es portadora de conocimientos, dispone de más capacidad económica porque la ayudamos a cultivar pequeñas fincas y eso transforma a toda la familia". Y como ejemplo de este esfuerzo un dato: cuando Brosa llegó a Larreinaga las jóvenes tenían su primer hijo a los 13 años; ahora ninguna joven formada en el centro lo tiene como mínimo antes de los 20 años. La mujer se ha convertido en el motor del desarrollo y la que se encarga de socializar sus conocimientos. "El hombre adquiere sus capacidades pero no las comparte con el resto de la familia. La mujer, sí", certifica. Mertxe Brosa regresará en Navidades a Nicaragua, no sabe lo que le va a deparar el futuro y sólo le pide al Gobierno vasco que ponga menos trabas burocráticas para solicitar ayudas al desarrollo.

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