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Morán aterriza en Lavapiés

El candidato socialista a la alcaldía visita uno de los barrios más degradados

Antonio Jiménez Barca

Basta que un político se acerque a Lavapiés para que los vecinos se despejen la modorra, se levanten de los bancos, abandonen la compra, dejen de charlar en la esquina y se abalancen sobre el visitante con una colección de quejas en la boca. El eurodiputado Fernando Morán, candidato socialista a la alcaldía de Madrid, que recorrió ayer la zona, comprobó a pie de calle el carácter reivindicativo del barrio y el grado elevado de combustión general del personal. Uno de los vecinos lo resumió con un casticismo de fin de siglo: "Estamos más quemados que la moto de un hippy".La visita comenzó en la calle de Mesón de Paredes, cerca del número 85, donde hace 15 días murió una niña china en un incendio. El ex ministro de Asuntos Exteriores y diplomático de carrera recordó que Lavapiés "es el barrio más europeo de todo Madrid, porque la tendencia general en Europa es que se unan gentes de diferentes nacionalidades". "Lo que pasa es que cuando un inmigrante se pasa mucho tiempo sin trabajo se convierte en un marginado. Y los problemas surgen ahí: por la falta de servicios sociales", añadió. Preguntó Morán a una vendedora de productos dietéticos si la presencia de inmigrantes le causaba problemas. "Hace unos años me atracaban más, y eran todos nacionales", explicó le mujer.

El candidato llegó entonces a una tienda de cristales. Su propietaria, María Dolores Río, dijo que Lavapiés entero "está hecho una vergüenza", y que su negocio "se va al traste" por culpa de un colegio de monjas que da de comer a mendigos: "Todos se ponen ahí en una cola, todas las mañanas, y continuamente hay peleas; yo no estoy en contra, no quiero ser insolidaria, pero los clientes se asustan y no vienen, y yo también tengo que comer". Morán escuchó, alabó la labor de las religiosas pero concretó: "Las juntas municipales tendrían que tener más poder para solucionar estos problemas". Al calor de las denuncias de la vendedora llegaron dos vecinos más, que sin más ni más se pusieron a criticar "lo sucio que está el barrio". "Habría que obligar a los que pasean perros y ensucian todo a que pagaran un impuesto", decía la otra vecina, de origen magrebí.

En la plaza de Lavapiés, a Morán le abordó José Manuel Rojo, de 37 años, que en un tris trazó una radiografía urbanística de la zona: "Sólo hay un parque y está ocupado por mendigos, a los que no vamos a echar, pobres; digo yo que habrá maneras de poner un parque". Morán tomó nota. Un conjunto de señoras maduras protestaba por las obras, por la falta de locales para ancianos. Y Rojo añadió que un centro municipal cercano estaba "siempre cerrado". Morán acompañó al vecino para comprobarlo, pero el edificio en cuestión estaba cerrado sólo hasta el 15 de septiembre por vacaciones. "Pues que manden una circular", protestó el vecino. Protestar lo hacía ayer en ese barrio hasta un cantante de metro en la estación de Lavapiés. Con acordes de blues, la letra, repetida continuamente, decía: "Hey, hey, hey, que trabaje el rey".

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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