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Significados

¿Han probado ustedes a repetir en voz alta, unas cincuenta o sesenta veces, la palabra "vacaciones" o "diner"? ¿O el nombre de su peor enemigo? ¿O la enfermedad que les preocupa tanto? Si lo hacen, se darán cuenta que llega un momento en que el término que pronuncian una y otra vez ya no les dice nada, carece de significado, no les produce ninguna reacción. Decían los psicólogos de hace unos cuantos años que eso era el significado de las palabras, las reacciones que nos producen cuando las pronunciamos o cuando las escuchamos. Alguien dice "justicia" y nosotros sentimos que es algo más o menos bueno, más o menos poderoso y más o menos activo. Según parece, cada palabra, cada concepto o cada persona provoca en nosotros una valoración determinada, así como la sensación de un poder o fuerza específica y una actividad característica. Pero si las pronunciamos, si las sentimos, si las repetimos con mucha frecuencia dejan de tener valoración, fuerza y actividad, dejan de tener significado, al menos hasta que nos volvemos a recuperar después de un largo silencio. Al fin y al cabo, como era de esperar, los significados tienen también un ritmo propio, como el hambre, la sed o el sexo. Por ejemplo, en la familia tradicional era muy típico que el padre tuviese una alta valoración, mucho poder y una mediana actividad; la madre también era muy estimada, pero tenía poco poder y una actividad muy elevada. Quizá por repetir tanto estas reacciones dejaron de tener este significado, al menos en las familias actuales. Pero lo realmente importante, al margen del individuo, es el ritmo social de los significados. Determinados conceptos y símbolos se agotan en una época para reaparecer más tarde con otro significado, otros se convierten en neutros y algunos permanecen casi invariables. El concepto de "patria" o la palabra "honor" han perdido actualmente casi todo su significado, al contrario de lo que ocurre con "tolerancia" o "solidaridad", aunque últimamente se repiten peligrosamente con demasiada frecuencia. También resulta muy interesante la evolución significativa de los líderes políticos, que comienzan como personajes insignificantes, luego consiguen una alta valoración que les facilita el éxito electoral, aumenta entonces su fuerza y su dinamismo, para terminar a veces sin valoración, sin poder y, en algún caso, con una actividad patética. Aunque cada caso es distinto. ¿Qué reacciones distintas produce Zaplana frente a Romero? ¿Cómo se pueden comparar en evaluación, potencia y actividad Ana Noguera con Rita Barberá? Y más excitante todavía, ¿a quién vota más el ciudadano, a la valoración, a la fuerza y poder, o a la actividad y dinamismo? Sin embargo, la pregunta de verdad fundamental aquí y ahora es otra. En este momento que ya existe pacto lingüístico entre nosotros y que estamos a punto de tener Academia de la Lengua, ¿creen ustedes que esto cambiará nuestros significados ante las cosas importantes de la vida valenciana? Supongo que sí. En mi opinión, que como pueden suponer no es muy importante, esta teoría psicológica del significado no es cierta, es anticuada, no vale. Ahora bien, no me negaran que es divertida y muy sugestiva

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