El poder y la arrogancia
Es triste comprobar cómo nuestros políticos, una vez que llegan al poder, se olvidan de cuando ellos eran sencillos ciudadanos de los que confían en quienes han sido elegidos para representarles; y aún es más triste que adopten ante estos ciudadanos actitudes que rayan en el desprecio, demostrando una arrogancia típica en otro tiempo.Para muestra, una resolución adoptada desde la Consejería de Obras Públicas de Castilla-La Mancha, que, ante la exposición detallada y demostrada de uno de esos ciudadanos sobre las irregularidades descubiertas en la adjudicación de una obra social, se limitó a ordenar su inadmisión, argumentando la necesidad (legalmente inexistente) de que los ciudadanos posean legitimación y tengan la condición de interesados para que la Administración inicie un procedimiento de revisión de oficio. Así, con mucho de arrogancia y poco de caballerosidad, se lleva a cabo una curiosa y sorprendente política de rechazo y desprecio hacia quienes cumplen desinteresadamente con sus obligaciones cívicas, olvidando tan excelentísimo y respetable organismo (y sus no menos res petables asesores) que la ley no exige a los ciudadanos ninguno de estos requisitos para poner en conocimiento de la Administración unos hechos ni para que ésta actúe. ¿Cuál es la verdadera causa de esta inadmisión?
Sólo nos queda confiar en que esta actitud suponga una simple muestra y no una postura generalizada del proceder de nuestros políticos. Que así sea, pues el poder y la arrogancia formaron una combinación idónea para un político que se precie.- .